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Pintando un cuadro

jueves, 05 de septiembre de 2019
A mi primo Tito Timiraos, in memoriam.


Las habrá llevado Bécquer. Porque ya las golondrinas retornaron a sus residencias de invierno. Se cerraron los nidos y quedan durmiendo esperando que las galerías aguanten hasta el año próximo. También los árboles, cansados y sedientos, se pintaron de ocres huyendo de un estío escaso en sardinas y silencios. Huyó con él el bullicio agosteño y la marabunta de gente que agobia, hastía y cansa. Y un viejo, curtido y agrio, socarrón pregunta: ¿cuántas personas?.

Allá va la plácida velada de suave y amena conversación con el amigo, en la paz de la noche, compartiendo confidencias con la Luna. Allá van, otra vez, los conciertos con sus escurridizos amores de boleros. Y con ellos los susurros de los pájaros que deleitan en las noches de fotografía. Porque el arte es la flor que huye de las mediocridades y las barbaries. Por eso la Mostra supera, con su buen hacer de ritmos y colores, los sinsabores y las fatuas vanidades.

Allá va, camino del colegio, la alegre algarabía de niños y castillos de arena de la playa y los días felices de comidas pantagruélicas con familiares. Y por el medio, un sarpullido de muerte de familiares y amigos que van podando el corazón, el árbol de los amores. También se acostaron las alegres verbenas con sus ritmos caribeños y sus fuegos de artificio. Y el pueblo se acomoda en la osera del sofá y se sumerge en la morriña. Porque es tiempo de sosiego, reflexión y lectura.

Allá va, un año más, el ritmo silencioso de un viejo reloj que impasible nos canta el “tempus fugit” mientras el whasap nos cuenta la última estupidez de un conocido. Comienzan las lecciones impresentables de odio, de política, de racismo, de machismo… de personas que dicen ser tus amigas y no saben que sus ideas y las mías viven en las antípodas. Y uno se pregunta: ¿No sería mejor ayudar en Cáritas, por ejemplo?

Y si llega tiempo de colegio, es necesario al menos el reciclaje. El abrir la mente y mirar si es verdad y posible que los agoreros lleven razón: el Ártico desaparece, la Amazonía arde, el mar es cementerio de plástico… el Capitalismo, hijo de la avaricia, depreda la Tierra; el Socialismo se pierde en sueños y utopías…los ancianos se hacinan en residencias, los niños, muchos de ellos, sufren la pobreza infantil; los jóvenes se ven abocados a vivir mendigando un puesto de trabajo, por más preparación que tengan; los trabajadores sometidos a la explotación que recuerda a Kunta Kinte; los acomodados sumergidos en el selfie, el postureo y otras gilipolleces; los políticos, sinónimos de ladrones, salvando las posibles excepciones; los medios de comunicación adormecidos por las subvenciones… el comercio convertido en la cueva de Alí Babá; la falacia como argumento en nuestra peculiar picaresca de buscarnos la vida; el dinero el dios de los poderosos; la honradez, los principios y hasta los mandamientos religiosos convertidos en plastilina acomodaticia y permisiva; La vulgaridad y la chabacanería impartiendo clases de apoyo en las televisiones manipuladoras… En fin, eso es lo que hay en esta maldita frase de resignación.

Y siendo posible este cuadro, también cabe otro más claro, no tan lúgubre y desesperado, un cuadro donde brillen unos colores más tenues, más vivos y llenos de optimismo. Porque es preciso que las futuras generaciones no sufran nuestros errores y cada uno hemos de pintar con los pinceles de nuestra cotidianidad ese paraíso que urge lograr.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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