Estamos ante una emergencia humanitaria que el actor Richard Gere ha
convertido en noticia mundial. Salvar a los náufragos es una obligación no sólo recogida por el derecho marítimo sino una constante práctica entre quienes surcan los mares.
A quien se rescata no se le pregunta el porque se le salva sin otras consideraciones ni dilaciones. Hay muchas tragedias silenciosas que no se conocen y pasan desapercibidas.
En el caso del Open Arms le dan visibilidad dos grandes actores el mencionado Richard Gere llevando alimentos a los náufragos y Matteo Salvini el histrionico ministro del interior italiano con su propuesta de desembarco en Ibiza para que se diviertan.
Es un asunto en que es muy fácil volcarse en la demagogia. Trato de evitarla. Adelanto que mi simpatía y mi solidaridad va con los compañeros de las ONG, que cumplen las reglas de toda organización humanitaria de socorrer al prójimo.
Richard Gere también tiene razón para ayudar a los náufragos e insisto en utilizar esta palabra. Las víctimas son ellos. Los miembros de Open Arms y sus voluntarios cumplen con su deber.
Italia estuvo recibiendo cerca de medio millón de refugiados y migrantes por razones económicas durante los últimos años sin que la Unión Europea hiciera nada y los países europeos se cruzaron de brazos y veían con indiferencia esta avalancha de desesperados que recibía el país transalpino.
Sin entrar en reflexiones morales se trataba de una situación insostenible. El primer acto público del Papa Francisco fue celebrar una misa en la isla de Lampedusa en apoyo de estos miserables del siglo XXI.
Italia es un país superpoblado con una densidad de población a la par de China, por lo que recibir a 450.000 personas al año plantea un gravisimo problema prescindiendo de que se tratan de indigentes sin trabajo que merecen unas condiciones de vida digna.
Viajero frecuente a Italia he detectado el hartazgo ante esta situación y la indignación ante la pasividad de la Unión Europea. En un país a dos velocidades con un pujante turismo y una notable acogida la coexistencia de unos y otros se tornaba muy difícil.
La Liga y su líder Salvini han sabido convertir en xenofobia esta situación de acogida masiva de personas sin techo ni medios y mezclándolo con la amenaza terrorista y los miles de campanarios católicos han encendido la mecha del orgullo nacional frente a lo que consideran una nueva invasión de los bárbaros que propiciarian el fin del bienestar europeo.
Cerrar las fronteras es como el muro mexicano de Trump una potente arma electoral. Nadie puede frenar el ansia de los africanos de huir de guerras y miserias, pero tampoco creer que los europeos pueden abrir alegremente sus fronteras.
Cuando Salvini habla de Ibiza y Formentera nos está mostrando con su descarnado cinismo la apoteosis del lujo y la diversión que representan estas prósperas islas mediterráneas frente a una trágica realidad de los miles de ahogados en su huida hacia el espejismo del bienestar.
Es fácil levantar el dedo acusador y aplaudir a mis colegas de las ONG, pero amigos seamos conscientes que estan en liza dos concepciones del mundo, la patria común abierta a todos que comparte bienestar y las prósperas y enrocadas patrias privilegiadas.Es un embrollo en toda regla ante el cual cada uno de nosotros debe ser consecuente hasta las últimas consecuencias.No es facil.
Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
