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La charlatana

miércoles, 07 de agosto de 2019
Estoy en una cafetería climatizada y una señora mayor habla por los codos. No se calla y lo hace con todo el que se le pone a tiro. Se ve que necesita comunicarse y luchar contra la soledad. Lleva una nueva versión de la bata guateada de flores parece que va a regar los tiestos y en vez es una cascadas de palabras con más ton que son.

Mi amiga especial me acusa de que no la escucho. Te exige no perder ripio de su parloteo te interese o no. No solo son las mujeres las que dan el mitin, que también los hombres somos rollistas o charlatanes de feria.

Los callados y los que no callan.

La señora ahora le da a la política y lo encuentra todo podrido. Es de esperar que después de tanto deseo de luchar contra la corrupción no se vaya sin pagar. Es muy latino quejarse de todo sin hacer autocrítica.

El Parlamento de la calle es feroz y cuanto menos informado esté mucho mas. Más ignorancia más ferocidad. Más alcohol más radicalidad. Los vociferantes se imponen. Los Boris y los Donald cortan el bacalao como dicen en las rulas.

Cuando soplan buenos vientos y mi chica está de buen humor da gusto hablar con La charlatanaella las manos enlazadas, fusionadas, fundidas, pero basta una palabra mal entendida para deshacer el encanto y las palabras se hacen duras, incómodas, hirientes y las manos se separan.

A falta de interlocutor y sin móvil a mano para proseguir la perorata la del guardapolvos enmudece. Su rostro se llena de arrugas y le marca la soledad. Se frustra otro monólogo más modesto del ser o no ser de Hamlet. La soledad se apodera de ella y la acartona.

Es mi primer día sin oficina. Escribo desde un rincón de espaldas a la charlatana. A esta naufraga de la vida, que necesita ahogar su resquemor en palabras no le va bien el silencio. Vuelve la cabeza pidiendo auxilio. No le tiro la cuerda. Me siento insensible. La dejo en su silencio mal soportado. En vista de ello se levanta y se pasea. Se acerca a la pantalla casi muda de una tele.

Amigos la que no calla se la toma contra una nueva manada esta vez de seis valientes, que sin rubor se ceban descontrolados en una adolescente. La dama se siente miembro de un jurado y levanta su dedo acusador y trata de arrastrar a un caballero que lee indiferente el periódico. No insiste. Vuelve a sentarse abatida y resignada.

En su paraíso imaginario infierno de los otros, maniataría a su audiencia, les obligaría La charlatanaa escuchar su infalible catalinaria. No necesita respuestas, solo desea hablar hablar y hablar. Es una forzada de la ruta. Una monologuista sin público.

Me levanto recojo mi periódico y me voy sin rumbo. No soy muy distinto de esta señora solo que yo tengo el consuelo de arrojar una botella al mar esperando que alguien lea mis escritos y me haga un comentario.

Diálogo de sordos pertrechados de móviles y de guasapeadores compulsivos. Utlizo mi diario para dar un quite a una jovenzuela que mira hechizada la pantalla de su celular.

Me pregunto que hará la estrafalaria de la cafetería. Habra encontrado consuelo en algún incauto de esos que como yo hoy vagan sin rumbo y se enfrentan al vacío.

Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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