Para los que deberíamos peinar canas, si no recurriremos a artificios, Celia Gámez era sin discusión la gran vedette, como se decía entonces, de la Revista española, que lucía sus artes y su magnetismo en los escenarios de toda España. Tenía una voz áspera y
gangosa pero lo importante era su personalidad desbordante y aunque ni cantara ni bailara bien, como sucedería años después con Lola Flores, llenaba la escena y los teatros.
Una característica de la hispano argentina fue la de rodearse de unos guapos y fornidos chicos sus famosos boys. En Hollywwod Ginger Rogers hacía lo propio, pero para España era una novedad. Como estudiante con pocos recursos yo iba al teatro a la clacque y aplaudía al unísono cuando sonaba la palmada ritual. De esta forma asistí a todos los teatros y vi desde los clásicos del Teatro Español a las obras de bulevar del Infanta Isabel. Me tiraban las letras.
Volviendo a Celia y sus boys y a los habituales de la fila super cero los rijosos caballeros, que en aquella época de penurias, estrecheces y represión se ponían las botas comiéndose con los ojos a las rollizas coristas del elenco artístico, para luego volver a casa con cara de cordero degollado a engullir la sopa y la tortilla de patatas que les propinaba su santa, pero la libido se desataba en la oscuridad.
Vivimos tiempos muy distintos de liberación y "empoderamiento" de las damitas y las damas de la vieja Iberia. Ahora impera Carmen Igualdad con sus inclusivas majorettes con el macho alfa el Divino Pedro gobernando la manada. A los psicópatas, que siempre existieron, aunque se les dedicaba poco espacio se les llama ahora violencia de género y machista. Se multiplican los divorcios y la moda es no casarse, hay libertad de amor y de compañeros variados. Vale todo y se permite todo. Jauja.
Sin embargo desde Estados Unidos nos llega la moda de encubierta represión sexual y nos invade una ola de puritanismo. El "Me too" pregonado por doquier y el 'no es no', hacen muy problemáticas las relaciones entre hombres y mujeres, aunque la pornografía esté al alcance de todos y se propaguen costumbres muy dañinas que prescinden del mundo de los sentimientos y describen paraísos irreales y denigrantes de las relaciones humanas.
Por esta razón me encanta ver que hay mujeres que prescinden de la ñoñería y de las
nuevas modas libertarias y vuelven a Celia y sus boys, rodeándose de caballeros sirvientes, le chevalier servant del manual de galantería francesa, que las jalean, las admiran y les bailan el agua. Ellas esponjándose y sintiéndose diosas rodeadas de sus admiradores.
Recuerdo en una recepción filipina con desfile de modelos la aparición de Isabel Preysler con todos nosotros caballeros babeantes haciéndole el coro. Me alegro también de otras bellas damas que saben rodearse también de sus mariachis, de sus boys y perpetúan el mito de Afrodita con todo su esplendor.
Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
