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La juventud bancaria en el siglo XX (11)

martes, 30 de julio de 2019
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Ingreso

Pocos días después los veinte aspirantes aprobados requisitaron en el negociado de Personal la filiación precisa para la apertura de su expediente personal, verdadera biografía de desarrollo constante donde se iría plasmando toda la actuación del empleado para servir de prueba de juicio en las ocasiones de modificar la categoría del titular, o en cualesquiera otras de índole laboral que pudieran presentarse. También se les cumplimentó la solicitud de admisión del Sindicato de Banca y Bolsa, así como los registros interiores de inscripción en la Mutualidad y en los Seguros Sociales. Finalmente, por la sección de Haberes se les hizo la ficha de sueldos para incluirlos en nómina y en el escalafón general.

Ya tenían asignado el departamento en que empezarían a prestar sus servicios. El mismo tribunal de exámenes, en reuniones expresas para ello, hizo la distribución a la vista de las vacantes de cada negociado, procurando destinar a los veinte aspirantes en compatibilidad con las inclinaciones demostradas en los exámenes; con ello se pretendía facilitarles su adaptación al trabajo, al propio tiempo que se beneficiaban los distintos servicios encomendándolos a personal de formación adecuada.

La visión mecánica de la organización interior de un Banco es la de un motor polifásico en la que cada aplicación está conectada al eje matriz de la dirección general; estas conexiones se vinculan a las sucursales a través de una Inspección general, que es el órgano fiscalizador de la empresa, y está documentado por los servicios de asesoría jurídica, estudios económicos, estadística, informes comerciales, y otros complementarios, que le permiten exponer al Consejo o a los dignatarios rectores las probabilidades y alcance de riesgo de las operaciones propuestas por los distintos negociados o dependencias.

Aquella promoción de personal administrativo inició sus actividades en una misma fecha, distribuida en los diversos negociados del Banco; y simultáneamente empezó su asimilación de las normas internas de trabajo: fueron dándose cuenta del engranaje de la empresa, primer conocimiento necesario para la vida de relación entre las actividades de la entidad a fin de que cada especialización se orientase en orden a la efectividad del conjunto financiero.

Veinte jóvenes comenzaban a actuar. Como ellos empezaran infinidad de promociones en distintas fechas y en distintos Bancos, así que estos forzosamente tienen que parecerse a todas las promociones bancarias, y con más razón al ser varios individuos, porque en tantos no caben excepciones fundamentales; lo único que es lógico ocurriese es que esta promoción resultase un poco más eficiente que las anteriores en orden a que la masa cada vez tiene más y mejor formación; por consiguiente, las oposiciones de cualquier índole van seleccionando personal mejor preparado, así como porque los antiguos empleados de cada sección tienen más experiencia profesional que sus antecesores por haber unido la suya propia a la de aquellos, y esta se transmite por convivencia y por necesidades del servicio a los recién ingresados. Veinte jóvenes que empezaban a sentir la responsabilidad del trabajo en toda su extensión, ya que en su mayoría esperaban permanecer indefinidamente en la empresa, y sólo así, tomando por meta una profesión, se la puede querer y comprender; que empezaban a laborar con toda eficacia porque pertenecían a una entidad bancaria, y un Banco es una organización modelo; por consiguiente, un bien social. Se sometían al anónimo, bajo la sombra del coloso financiero denominado Banco de Crédito y Ahorro; oscurecían su personalidad pública trabajando en común para los fines de la empresa, pero iban a ser premiados en esta renuncia con un salario que les permitiría vivir desahogadamente, con la alegría íntima de saberse productores, con el gozo fraternal de la camaradería entre jefes y empleados, entre técnicos y subalternos, entre todos aquellos devotos del progreso económico que, amando la entidad en la que estaban encuadrados, y en la que disfrutaban de una liberal remuneración, no podían menos que amarse entre sí, pues haciéndolo cumplían el deber y el derecho de integrar su propia causa, su propia empresa, ya que lo era desde el momento en que de ella se beneficiaban capital y trabajo, accionistas y personal productor.

Siguiendo los pasos de esta promoción, la vemos desde el Negociado de Personal, acompañados por un jefe del mismo, recorrer todo el Banco, presentarse a los apoderados de las distintas secciones en las que iban quedando los aspirantes destinados a cada una de ellas. Transitoriamente, porque a los pocos meses, según lo aconsejase el aprovechamiento y cualidades de cada empleado, se cambiarían de negociado para facilitarles un amplio y mejor conocimiento de todas las actividades profesionales, y quedaban afectos dentro de cada sección al trabajo más elemental que les permitiese ir conociendo sin gran esfuerzo las materias que se tramitasen en la misma.
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Contabilidad

El jefe de este departamento era un antiguo profesor de cierta escuela de Comercio que, La juventud bancaria en el siglo XX (11)despechado de la pedagogía, había preferido ingresar en el Banco.

Le abrumaba la enseñanza como vocación, que no iba con su carácter decidor y bromista, lo que le costara algún incidente en las clases ya que los estudiantes, cogida confianza, abusaban de ella, convirtiendo el aula en auténtica tertulia, sin que el profesor acertase a imponer su autoridad ni consiguiese sacar provecho de sus lecciones, pero en el Banco, en aquel otro ambiente de disciplina, de responsabilidad y de constancia en el trabajo, supo combinar sus decires alegres y juveniles con la formalidad de las operaciones, matizando de optimismo el ambiente de la sección a que perteneciese, reservando para los momentos oportunos sus maneras festivas y concentrando toda la seriedad necesaria para los asuntos que así lo requiriesen, llegó a escalar varios puestos de confianza, ocupando en esta época el de Jefe de Contabilidad. Cuando le fue presentado Queimadelos simuló escandalizarse, diciéndole con toda camaradería:

-Pero, chico, ¿tú lo pensaste bien? Pues oye esta terrible maldición: un Banco es una máquina, y sus empleados son piezas oxidadas, carentes de espíritu y de utilidad individual, que conectadas con su engranaje laboran a un ritmo judaico, pero fuera de esta aplicación son chatarra pura. Ser una pieza de esta máquina es condenarse a galeras perpetuas, es morir poco a poco entre fajos de billetes y de folios numerados.

Al notar que Ernesto le miraba sorprendido de sus extravagancias, continuó:

-No te asustes, muchacho, que ahora te daré otra versión de la Banca, y ésta te resultará más amena porque es más real: ¿Qué es la vida? ¡Oh! Luchas, por el garbanzo, y por cuatro cosas más; pero esto no es prosa: las pagas ordinarias son un rosario de cuentas adaptadas a los gastos fijos, pero las extraordinarias son un manjar de dioses, que ya lo quisieran tener los del Olimpo. Un Banco es contar y escribir; los cálculos son poemas de estrofas cifradas, y las máquinas, en su tecleo, son melodías de arpa. ¿Quieres más poesía para nuestra profesión?

Desconcertado, contestó con diplomacia:

-Verdaderamente observo que esto tiene varias facetas, y confío que la más preponderante sea la mejor.

-¿Qué, qué? No lo dudes: Para ti, como para los demás que te precedimos, tiene que ser la más alegre; es decir, la más agradable.

-Entonces, siendo así, estoy seguro de que llegaré a encariñarme con la Banca.

El jefe de Personal, al que visiblemente no le había hecho gracia la disquisición del de Contabilidad, se retiró con el resto de los aspirantes, y Queimadelos se quedó solo en medio de un laberinto de escritorios, en los que una docena de empleados producían un suave murmullo al calcular en voz baja. Nunca como en aquel instante se le hiciera tan pesada la atmósfera; se sentía abrumado por la incertidumbre, por el miedo a no saber cumplir debidamente la misión que se le encomendase. Miró en torno suyo: todos trabajaban con independencia personal, lo que significaba que todos conocían lo suficiente su tarea como para no consultar con ningún compañero o jefe; en su expresión les notaba dominio de la función que realizaban. Consideró que sus conocimientos teóricos le iban a ser insuficientes, y hubiese dado cualquier cosa por contar con la confianza de alguien que le ayudase en las probables dudas y novedades que se presentasen, pero encontró en todos ellos la inexpresividad de quien está consagrado de lleno a una tarea y no tiene sentidos disponibles para enterarse del mundo exterior; luego supo que era tradicional no fijarse descaradamente en el compañero que llega para evitarle la turbación de los primeros momentos; agradeció aquella deferencia, que no indiferencia.

Mientras tanto, el jefe de la sección se había detenido en hacer unas modificaciones en el cuadro sinóptico de distribución del trabajo; una cartulina en la que, cerrados con llaves y flechas, estaban sintetizados con expresión cronométrica todos los asuntos a resolver por el personal allí encuadrado. Se había tomado por base el tiempo normal de duración de cada labor o actividad, y agrupándolas por analogía o correspondencia de materias, estaban distribuidas de forma que existiese una equidad de esfuerzo. Después le presentó a toda la sección, de cuyos ofrecimientos y muestras de fraternal acogida Queimadelos quedó vivamente impresionado. Ya empezaba a descorrerse el velo de sus preocupaciones, y terminó optimista y satisfecho con lo que seguidamente le habló el señor Briones, jefe a la hora de la disciplina necesaria, compañero en los intermedios.

-Siéntate, muchacho. Creo que te apellidas Queimadelos…

-Servidor. Y gracias, pero no se moleste.

-Ya te tengo encuadrado en la tarea más fácil y más oportuna para un principiante; pero me hace falta algún dato para iniciar tu baremo de aplicación. No te extrañe esto porque este centro tiene bastante de escuela, un poco de confesionario y mucho de tribunal de examen perpetuo. Te anticipo, para tu gobierno, que se lleva una minuciosa hoja de servicios de cada empleado, que anualmente se refunde en un informe sintetizado que pasa al expediente respectivo, y que obra de consejero para multitud de decisiones de la Superioridad. Como ves, un Banco, y ahora hablo completamente en serio, no es una uniformidad de actuaciones y de consecuencias; aquí existe, y se cultiva, la personalidad individual del que sea capaz de tenerla, aunque actuante de conformidad con una reglamentación, tan marcada como pueda ocurrir en las profesiones libres, que se tiene muy en cuenta a la hora del ascenso o del premio; no se coarta, pues, el esfuerzo superativo del empleado, sino que, al contrario, se le reconoce y se le estima. Estos o parecidos consejos y explicaciones damos aquí y en los demás departamentos; y con ello no hacemos más que corresponder al celo que tiene la empresa de compensar a sus empleados facilitándoles atenciones por el esfuerzo que se le entrega. No sería justo, es lógico reconocerlo, que fuesen comunes los logros de quienes no ponen el mismo interés al servicio de nuestra entidad. Y ya te iré dando más normas de tipo profesional a medida que observe las necesites. Ahora vamos al examen particular de que antes hablaba.

Hizo una breve pausa para consultar la ficha de puntuación de los exámenes de Queimadelos, que ya obraba en su poder enviada del departamento de Personal para que sirviese de orientación al asignarle cometido. Ernesto estaba admirado de la precisión que se seguía en Banca, en aquellos trámites de régimen interior que acababa de conocer, y temió verse en un nuevo examen de programa; pero éste fue de otra especie, y breve, por añadidura.

-Te agradezco que me contestes concretamente, estilizando las ideas con las frases más expresivas y más cortas posible para no dar lugar a interpretaciones erróneas. Admito en principio que tienes una excelente cultura general puesto que alcanzaste buena puntuación en las oposiciones, y parto de esta base. Veamos ahora: ¿tienes estudios académicos, universitarios, autodidácticos, o de otra índole?

-Hace tres años que terminé el Bachillerato en el Instituto de Lugo, y aprobé seguidamente la reválida en Santiago. Francamente no domino materias de gran aplicación bancaria porque, como usted sabe, los estudios de Bachillerato tienen escasa conexión con estos programas de la Banca.

-Bien; pero créeme que tienen más de la que parece a simple vista. En Banca, que es, a la vez, ciencia y arte, bastante complejos, se precisa una amplia formación en la que enraícen varias facetas de nuestros conocimientos clave. Esto no quiere decir que sean imprescindibles estudios oficiales, pero cuando se poseen evitan, andando el tiempo, que el empleado se dedique a adquirir cultura general mientras podía estudiar las especialidades de interés profesional. Otra cosa: ¿tuviste actividades de cualquier tipo, dentro del campo intelectual, claro está, y fuera de los estudios que citas?

-Pues, sí; he sido durante varios meses, en Lugo, jefe de la sección de compras de una empresa ganadera.

-¡Pero, muchacho! –Exclamó festivo el señor Briones- ¡Estoy viendo que estás saturado de finanzas! ¿Qué tal iba el negocio?

-La verdad es que ganábamos dinero, y se me daba bien aquel trabajo; pero mediaron unas faldas, y lo eché todo a perder.

-¿Cómo?

-Fue una pequeña aventura, a consecuencia de la cual quise cambiar de residencia, pues se me hacía violento encontrarme con la chica que me había colocado, y que fue la del…

-¡Un plantón, por supuesto! ¿No? ¡Suele ocurrir…!

Queimadelos hizo un gesto de asentimiento, expresivo de amargor y de nostalgia.

-Eso se cura pronto; ya verás cómo las coruñesas te la hacen olvidar. Pero vamos a terminar esto: ¿De idiomas conoces algo más que las nociones del Bachillerato?

-Nada más, y aún menos que entonces porque se me habrá olvidado lo poco que sabía de latín y de francés.

-Ahora, para los documentos de la Banca, te interesa acogerte al inglés comercial… Una última pregunta, y con franqueza: ¿Qué te mueve a ingresar en el Banco?

-La verdad resulta un poco grotesca; se me terminaban los ahorros y me acogí a estas oposiciones para poder subsistir. De momento, esta es mi única ambición.

-No te preocupes, que así ingresan muchos; pero luego se entusiasman; forman un ideal profesional, y se quedan tan satisfechos trabajando activamente para lograrlo. Bueno, con esto hemos terminado. Ahora vamos a iniciar tu cometido.

Y condujo a Queimadelos hasta un extremo de la oficina.

-¿Cómo va esto? –preguntó el jefe de Contabilidad a un chico que a la sazón se afanaba en transcribir al libro de posiciones los apuntes contables del día anterior.

-Normal; como usted ve, no tengo nada atrasado. Contestó el aludido.

-Fíjate en esto, Queimadelos; el trabajo siempre debe ir al día, y con ello se logra comodidad para el que lo hace porque no tiene la preocupación de omitir algo pendiente, al propio tiempo que se facilita el intercambio de datos para las operaciones de los compañeros, lo que mantiene entre todos nosotros el espíritu de colaboración y contribuye a hacernos agradables nuestras jornadas.
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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