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La maldición sobre España

lunes, 29 de julio de 2019
(Dedicado a mi primo hermano Jorge Mosquera Marioni).

Hemos pasado por una trayectoria que comienza en el 15-M, cuando en calles y plazas de la geografía Hispana, las gentes hartas de estar hartas, constituyen un movimiento popular que hace concebir señas y sentimientos de cambio. Se ha terminado la rancia política del mamoneo al grito popular de ¡no nos representan!.

La ilusión óptica que la sociedad produce, saliendo de esa mayoría silente, genera emoción sobre todo con el advenimiento de una nueva pléyade de dirigentes que constituyen alternativas políticas a los viejos, caducos, corruptos e indiferentes partidos que han capturado a la democracia para servirse de ella a inventario de sus intereses bastardos.

España es un Estado que requiere reformas y regeneración. Hace falta emprender otro proceso para acercarse a la realidad del tejido social. Hace falta patriotismo consistente en que los mejores hagan el sacrificio de servir a la causa común. Hace falta modificar o adecuar las normas convivenciales para terminar con la injusticia, los desequilibrios territoriales y las desigualdades sociales. Hasta la Constitución Española de 1978 se ha quedado raquítica.

Y surge la generación del siglo XXI. La que tomará el gobierno del buque común para superar las tempestades y llevarnos al puerto de arribada sin naufragios. No se puede seguir un rumbo en el que muchos van en patera y unos pocos en trasatlánticos de lujo.

El Estado de la Nación Española debe reflexionar sobre la eficiencia del gasto productivo que supone la legión de apegados a los presupuestos y subvenciones procedentes de los presupuestos generales o autonómicos. El Estado de la Nación Española debe reflexionar sobre las consecuencias del endeudamiento creciente, como principal fuente de ingresos, y como tal una perversa situación financiera que opera sobre la soberanía nacional. De esto saben mucho nuestros hermanos latino americanos.

Si lo que antecede no resulta suficiente para preocupar y ocupar, añado la pretensión de Cataluña para constituirse en República Independiente, por las buenas o por las malas, fruto de un proceso visto, previsto, permitido, gestionado y provocado desde los que tienen el deber de ser los representantes legales del Estado en la Comunidad e Instituciones de Cataluña. Todo eso, en medio de una historia en la que el nacionalismo catalán ha sido tratado de usía por los Gobiernos de España, y han aprovechado para alcanzar las mayores cotas de recursos públicos en la región más desarrollada de España.

Visto el panorama, surgen los dirigentes. Los nuevos aspirantes a mantener, cambiar o conquistar el poder. Y no sólo no son la solución, es que se muestran como parte del problema. No sólo por su escasa capacidad, coherente con su formación socio cultural, es que van rompiendo las comunicaciones con la sociedad civil, se van convirtiendo en poderes fácticos, se hacen soberbios que desprecian al pueblo, que sólo les resulta útil en la medida que requieren de sus votos como instrumento necesario para alcanzar los escaños en las Instituciones dónde se gestionan las decisiones para la Nación.

Y aquí surge la maldición. Hacen buenos a los anteriores. A poco que les toca tomar decisiones, muestran sus verdaderos caracteres, carencias, intereses y ambiciones personales; ni un atisbo de generosidad para con el pueblo; ni un atisbo de Hombría de Estado; ni un atisbo de patriotismo. Son personajes de opereta, de corto recorrido, con cutres y miserables horizontes.

Después de cinco citas con las urnas. Después de un largo periodo de conversaciones para formar gobierno. Después de tirarse a la ceja todas las personales y egoístas intenciones -¿qué hay de lo mío?- afirmo que lo mejor que nos puede suceder es no tener gobierno, seguir como hasta la fecha sin coaliciones y desde luego, devolver la voz al pueblo para que sancione con sus votos a toda esta colección de badulaques.

Mientras tanto, que cada españolito se ponga a cubierto. El calendario no nos favorece. El entorno de aquella Europa de los pueblos, ha resultado ser una entelequia y un espacio para los mercaderes. No hay puerta a la que llamar. No hay personalidad a la que acudir para que ponga orden y concierto. Por eso me declaro exiliado en Galicia, al norte del norte. Y si me preguntan, lo diré en castellano y gallego. "Paren, que me bajo".

Sé, que mi familia de la República Argentina, entenderá por experiencias vividas, el contenido de mi artículo.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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