Estamos padeciendo la habitual ola de calor del mes de julio y un tsunami de pensamiento verde amenaza nuestras libertades y poner fin al liberalismo para imponer una dictadura verde.
La decisión de un juez de suspender la moratoria estival del Madrid Central basándose en las conjeturas de Green Peace y de Ecologistas en Acción que prestan argumentos catastrofistas a los revanchistas de Carmena y los antisistema es un hecho muy sorprendente.
Un juez verde acepta los postulados de los ecologistas.
En el desmadre de la libertad de expresión que permite injuriar al rey y mofarse de la religión se denuncia por odio a quien no está de acuerdo con el Orgullo elevado a derecho humano y convertido en otra de las verdades reveladas de este calamitoso aunque grotesco y divertido tiempo.
La lucha contra la carbonizacion acelerada hace que se pongan en riesgo miles de puestos de trabajo y el elitismo verde hace que se cargue contra la construcción de viviendas y se ponga un límite al turismo de masas.
Si sigue esta tendencia muy pronto se castigará con cárcel a quien sea favorable al desarrollismo y a una economía de crecimiento y de bienestar para todos.
Mientras las Naciones Unidas alertan sobre el flagelo del hambre en el mundo brotan dietas como setas para adelgazar y se impulsan practicas de consumo basadas en mil y una teorías.
El "empoderamiento" de las mujeres pone en riesgo el equilibrio demográfico y también causa estragos en el equilibrio mental. En vez de armonía el pensamiento verde desquicia a las damas y trastorna a los caballeros. El unigénero es una plaga y avanza generando monstruos esclavos del móvil y de las nuevas tecnologías.
Considerar a los animales nuestros iguales y dotarles de sensibilidad y sentimientos los hace unos intocables y los desnaturaliza. En España Pedro I, el Divino planea concederles el derecho a voto para perpetuarse en el poder.
Esto último puede sonar a broma de buen gusto, pero este encanallamiento de los animales los convierte en pasivos seguidores de tiranos y demagogos.
Se está creando un infierno verde compuesto de súbditos castrados y sometidos a la nueva religión verde con su carga de anatema para imponer sus medias verdades cuando no descaradas falacias.
Los profetas del catastrofismo dictan sus leyes acogidas con indiferencia por una ciudadanía aborregada y dispuesta a aceptar todas las cortapisas a sus libertades que se le impongan.
Estamos en vísperas del establecimiento de una Inquisición Verde que expedirá certificados de limpieza de sangre, que no será ni roja, ni azul, sino rabiosamente verde.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
