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Bernie Sanders el socialdemócrata

viernes, 12 de julio de 2019
Estamos a cuatro meses de las elecciones de Estados Unidos y el partido demócrata esta en ebullición para presentar un candidato capaz de derrotar a Donald Trump y se Bernie Sanders el socialdemócratabarajan diversos candidatos,destaca entre ellos Bernie Sanders que tiene un gran arrastre entre la juventud pero que carga con el sambenito de ser considerado socialista lo que en Estados Unidos constituye un anatema.

Jeffrey D. Sachs y Vanessa Fajans-Turner publicaron un artículo el 29 de junio de 2019 en quedefienden a capa y espada a Sanders, a quien a su juicio no se puede tildar de radical ni peligroso extremista.

He pedido a Irene Sánchez una brillante estudiante de Estudios Internacionales de Madrid que traduzca este artículo de estos prestigiosos analistas: Jeffrey Sachs es profesor y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia.

Vanessa Fajans-Turner es la directora de SDG Finance en la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible de la ONU.

"A medida que los candidatos demócratas a la presidencia continúan desplegando posiciones políticas, muchos expertos los clasifican como centristas (como el ex vicepresidente Joe Biden) y radicales (como el senador Bernie Sanders y algunos otros). Pero no confundamos semántica y sustancia. Los votantes quieren y necesitan un estándar diferente. ¿Qué candidatos tienen las soluciones más pragmáticas para los problemas de Estados Unidos?

Está claro para la mayoría de los estadounidenses que nuestro país se enfrenta a varios desafíos. Según una encuesta de Gallup realizada en mayo de 2019, el 63% de los estadounidenses no está satisfecho con la forma en que van las cosas en nuestro país. La confianza en el gobierno también está en bajo nivel, con solo el 17% diciendo que Washington hará lo correcto “casi siempre” o “la mayor parte del tiempo”.

EE.UU. es ahora un valor atípico entre los países de altos ingresos, y no de una buena manera. En comparación con 25 países equivalentes, Estados Unidos tiene una calificación pobre en lo que se refiere a la esperanza de vida, la mortalidad materna, la pobreza infantil y la desigualdad de ingresos. La situación es grave, especialmente para un país que se enorgullece de su liderazgo mundial.

Efectivamente, EE.UU. es relativamente rico, con un PIB per cápita que ocupa el quinto lugar de entre los 26 países. Sin embargo, el ingreso nacional acumulado se concentra en gran medida entre los ricos, y Estados Unidos tiene la desigualdad de ingresos más alta de entre estos 26 países.

En los indicadores sociales, la situación es terrible. La esperanza de vida de Estados Unidos está vinculada a la República Checa en la segunda posición al último lugar de los 26 países.

EE.UU. tiene las tasas de mortalidad más altas de estos 26 países. Los niveles de pobreza infantil son los terceros peores entre los países con datos recientes. Todos los demás países tienen permisos familiares pagados para los recién nacidos, así como vacaciones garantizadas pagadas, mientras que EE.UU. no garantiza ni un solo día para ninguno.

De hecho, las repetidas rondas de recortes de impuestos para las corporaciones y los ricos han contribuido a la creciente deuda pública y déficit de Estados Unidos en relación con el PIB es ahora el más alto de los 26 países. Si Estados Unidos desea proporcionar servicios sociales, tendremos que revertir algunos de los beneficiarios tributarios de los últimos años.

Mientras que Estados Unidos se enfrenta a enormes problemas, otros países de altos ingresos han implementado políticas que nos muestran que las soluciones prácticas son posibles. Sin embargo, cuando los candidatos presidenciales piden estas soluciones pragmáticas son atacados por ser radicales, a pesar de que muchas de estas políticas ya se están implementando en el extranjero.

El senador Bernie Sanders ha sido calificado como un radical por abogar por un sistema de atención médica financiado con fondos públicos. Sin embargo, otros países de altos ingresos financian su atención médica de manera abrumadora a través del sector público, con costes mucho más bajos y mayor esperanza de vida que en Estados Unidos, que depende de la financiación privada de salud para aproximadamente la mitad de gasto total en salud.

Lo mismo ocurre con la demanda de Sanders para una educación superior financiada con fondos públicos. Casi todos los demás países de altos ingresos tienen coste de matrícula que son una pequeña fracción de los de Estados Unidos. Mientras tanto, EE.UU. han cargado a una generación de jóvenes con 1.5 billones de deudas estudiantiles.

Sanders y otros están etiquetados como radicales por respaldar el Green New Deal, una propuesta que pide que EE.UU pasen de los combustibles fósiles a la energía limpia, con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al mismo tiempo que crean empleo bien remunerados. Sin embargo, todos los demás países de altos ingresos de apegan al Acuerdo Climático de París, que requerirá la descarbonización del sistema de energía con el fin de cumplir los objetivos del acuerdo. Solo Estados Unidos, bajo Donald Trump, ha anunciado la intención de retirarse de ese acuerdo.

Sanders y otros están etiquetados como radicales por defender los derechos laborales de los trabajadores, incluidos los permisos familiares pagados, los permisos por enfermedad y las vacaciones de para todos. No obstante, estas protecciones son comunes en los otros países de altos ingresos.

La clase dominante, dominada por multimillonarios como Donald Trump y los intereses creados que lo apoyan, han jugado el mismo juego de abuso verbal durante décadas. Legislar los recortes impuestos para los ricos, hacer la vista gorda a los contaminadores, cerrar las auditorías de impuestos sobre los ricos, abandonar las leyes antimonopolio, poner a los cabilderos corporativos a cargo de las agencias reguladoras y luego atacar a cualquiera que se califique como “radical”.

La pobreza de nuestro léxico político se suma a la confusión. Lo que Sanders y otros supuestos radicales defienden se llama habitualmente “democracia social” en el extranjero, una frase que se usa con poca frecuencia en Estados Unidos. Esta frase proporciona un curso pragmático que brinda una menor desigualdad, mejor atención médica y mejores condiciones de trabajo, junto con estándares de vida y un sector privado dinámico e innovador. Aquellos que viven en las democracias sociales ocupan los primeros puestos en las encuestas de felicidad, con los ciudadanos de Finlandia, Noruega y Dinamarca a la cabeza, mientras que EE.UU. se ubica en la mitad inferior de los 26 países.

La política nacional desde 1930 hasta 1980 había seguido el camino socialdemócrata establecido por el New Deal de FDR. En 1980, la elección de Ronald Reagan marcó el comienzo de casi 40 años de recortes de impuestos para los ricos, los ataques sindicales, los recortes a los programas sociales (incluida la denigración y la eliminación del “bienestar”) y la creciente desigualdad. Desde entonces, Estados Unidos se ha vuelto más rico pero mucho más desigual.

Trump ahora propone “volver a hacer grande a América”, no asegurando una atención médica asequible y la enseñanza universitaria gratuita o construyendo una infraestructura moderna y sostenible, sino eliminando servicios sociales, liberando más contaminación y alimentando el odio y el miedo frente a las minorías, los refugiados y los extranjeros.

Tal división no cambiará América, y mucho menos la hará grande. Durante demasiado tiempo, nuestras políticas nacionales, impulsadas por las contribuciones de las campañas corporativas, han puesto la avaricia corporativa por encima del bien común. Es hora de dejar de etiquetar las soluciones pragmáticas como radicales y fuera de alcance, y adoptar estrategias efectivas que hayan probado funcionar en muchos otros países de ingresos altos.

Joaquin Antuña - Joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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