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Quo vadis, Albert?

martes, 11 de junio de 2019
Quo vadis, Albert? No me disgustaba Ciudadanos, su mensaje sonaba bien y parecía demostrar que el aire fresco no solo puede venir del ala izquierda. Parecía una agrupación joven, sin ataduras, sin los clichés y las herencias de otros partidos, limpia, respetuosa sin embargo con el pasado del país y sin grandes estridencias para llamar la atención. Pero ven ustedes que hablo en pasado.

Aunque todavía no me ha dado una gran decepción tampoco mantengo esa cierta esperanza que me causó en principio, expectativa, todo hay que decirlo, matizada por la experiencia. Uno ya empieza a peinar canas (o a no peinar nada que es peor) como para creer en unicornios y príncipes naranjas, así que desde el comienzo me tomé con cierta prudencia el mensaje de bienaventuranza que nos lanzaba Albert Rivera.

Como politólogo, lo primero que me escamó fue ese cambio de la noche a la mañana de estatutos en que se pasó de autodefinirse como partido “socialdemócrata” a “liberal”, como si fuera una cuestión de matices y no una profunda revisión de la base del ideario. Vale que a la mayoría de la población le importa un cuerno eso, pero oigan, algo significa. Sin embargo hasta podríamos entender ese cambio como una evolución positiva.

Lo que no es tan positivo es que la única constante de Rivera parece ser el cambio de discurso. Me gustaba aquel Albert que aplaudía el pasado de PP y PSOE en lo bueno y criticaba lo malo, sin cortarse a la hora de reconocer los grandes logros de España en los últimos cuarenta años de democracia y haciendo guiños a los ciertos de los dos grandes partidos del país. Ahora vemos un líder que traza líneas rojas a un partido socialista que, si bien no es ni de lejos el de Felipe González, dista mucho de otros grupos mucho más tóxicos y sin duda más discutibles a la hora de sentarse a negociar como puede ser Vox.

Cuando se creó aquel “cordón sanitario” contra el PP a muchos nos pareció un disparate pretender ignorar a una gran parte del electorado, y los mismos que lo protagonizaron usaron esos mismos argumentos para criticar la línea roja contra el PSOE. Ya saben, las veleidades de la política, basadas en oportunismo y no en principios. Eso es lo que me ha molestado de Ciudadanos, que se ha apuntado al carro del cortoplacismo político en lugar de dar ese ejemplo de coherencia del que tan necesitados andamos.

Los platos rotos los han pagado sus candidatos locales. Olga Louzao ha mantenido sus meritorios dos concejales (si alguien opina que es un fracaso que le pregunten a Lugonovo si no sacrificaría una cabra por haber tenido esos números), y si no ha crecido no ha sido por demérito propio, sino por el mensaje de la central. También es cierto que logró sus magníficos resultados de 2015 gracias a la marca, pero eso no quita que lo que en un momento suma en otro reste, y aquí les ha pasado eso.

Ciudadanos necesita sentarse a pensar seriamente qué quiere hacer. Lo primero debería ser entender que no puede dar criterios absolutos desde Madrid para que en un sitio u otro pacten de determinada manera, porque no conocen las realidades de los más de 8.000 ayuntamientos de este país, y precisamente la capacidad de decir en un sitio que el PSOE tiene que marcharse y en otro que el PP ha de dejar el poder es lo que les tiene que diferenciar de otros grupos.

Pero su pensada ha de ir más allá del momento actual, tiene que dar una vuelta a su estrategia y sus principios reales de cara al futuro. Si pretenden ser una verdadera alternativa para España en su conjunto, han de demostrar que los únicos enemigos que tienen, las únicas líneas rojas que trazan, son las que aislan los que quieren hacer daño al país, a los ladrones, a los corruptos, y a los que desean romper la unidad de la nación. El resto han de ser bienvenidos a hablar y actuar en consecuencia de lo que digan.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


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