Desde la barrera todos somos Manolete y vemos muy sencillas las tareas que los demás tienen que acometer. Más aún si hablamos de las labores de los entrenadores de fútbol o de los políticos, que son probablemente los dos colectivos con más injerencias por parte del respetable lo cual es mucho más comprensible, creo yo, en el segundo caso que en el primero. Pero la cosa pública es lo que tiene, que te expones a opiniones y sensaciones ajenas porque para eso estás llamado a regir los destinos de la ciudadanía.
Hoy vemos que se habla ya de pactos, como era más o menos evidente, y Arroxo espera la llamada de la alcaldesa en funciones y probable revalidadora (¿se dice así?) del puesto para coger el cuchillo y cortar las consabidas porciones de tarta.
La interpretación que se hace de los resultados electorales se ve así, separando izquierdas de derechas porque PP y PSOE son como agua y aceite, ignorando que el bipartidismo ha arrasado en estas elecciones regresando a niveles pre-15M e incapaces de entenderse y de llegar a acuerdos globales, aunque eso suponga dar la entrada en las instituciones al nacionalismo y a los jacobinos, sean estos los de Vox, Bildu, ERC, Podemos o cualquier otra agrupación que haga de la intolerancia y la radicalidad su bandera.
Afortunadamente el BNG lucense no es a día de hoy una agrupación que responda a ese perfil, al menos en apariencia, y la moderación de su mensaje se ha traducido en apoyos, que han vuelto a casa tras estar cuatro años de prestado en otras formaciones, concretamente en Lugonovo, cuyo épico castañazo aún resuena en las calles de la ciudad.
Esa moderación es la que ahora necesitamos. Hace falta calma, constructividad, positivismo, pragmatismo y, sobre todo y ante todo, pensar en Lugo, que en ocasiones es el gran olvidado en estas mesas de negociación, donde lo que prima es la cuota de poder y el número de personas que se pueden contratar desde las concejalías que a uno le caen en suerte.
Parece que lo obvio es que el BNG asuma concejalías, porque dudo mucho que Lara Méndez sea tan osada como para pretender mantener un gobierno monocolor en estas circunstancias y el BNG tan tontaina como para tragar otra vez, como hizo hace cuatro años. Las cosas han cambiado y ambos lo saben, y por eso el PSOE estaba tan tristemente alegre el domingo y el BNG tan eufórico, porque se veían gobernando juntos y no a los dos les hace la misma ilusión. El juego de la gallina, en que ambos amenazan al otro con el advenimiento de Carballo en caso de no haber acuerdo, se va a jugar pero poquito porque los electores de unos u otros (sobre todo los del Bloque) no aceptarían que se permitiese entrar a gobernar al PP, por mucho que las urnas hayan dicho que es el más apoyado por los ciudadanos, y sobre todo porque están en juego los garbanzos de mucha gente que vive de esto, y ese, tristemente es el interés supremo a día de hoy.
Rubén afirma que este año habrá playa fluvial. Es su primer compromiso como cogobernante in pectore. Si consigue meter savia nueva en las viejas arterias municipales y lograr que se empiecen a hacer cosas buenas para los lucenses, bienvenidos sean. Lara, por su parte, se ha librado de ciertas cargas públicas que le ralentizaban, cuando no torpedeaban directamente su actividad, y eso también esperemos que se note.
Se abre un nuevo mandato. Los lucenses hemos juzgado en las urnas los cuatro años anteriores y ahora toca renovar esperanzas y, aunque parezca difícil de creer viniendo de alguien tan crítico como yo, apoyar a la nueva corporación hasta que nos demuestre lo contrario. 100 días o 200, es irrelevante, no creo que tardemos tanto en ver por dónde van los tiros, pero hagan lo que hagan recuerden ponernos a los lucenses por delante.
