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La juventud bancaria en el siglo XX (1)

martes, 21 de mayo de 2019
De Valerio a Queimadelos, pasando por el malvado Carabel.
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No ano 1955 deume por honrar ao Malvado Carabel, por levarlle a contraria a La juventud bancaria en el siglo XX (1)Wenceslado Fernández Flórez, e con esa boa/mala intención imprimíronme en Gráficas Huérfanos Guardia Civil un libriño que titulei “JUVENTUD BANCARIA”, con esta contraportada:

Hoxe, dándolle un repaso á Historia, sigo opinando que aquela xuventude, de malvada, ¡nada, cero!
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Teña presente o lector a data en que foi escrito,
(ano 1955),
así que a organización da Banca foi,
era,
e así quero reflexalas, a daquela época,
anterior á mecanización informática;
por tanto, a mentalidade e maila función bancaria,
obviamente,
foron descritas no nivel cultural, cos coñecementos de entón.
-.-

Daquela dixen; e agora repito e sosteño:

JUVENTUD BANCARIA no es un libro de texto para empleados de Banca; ni siquiera un instrumento de divulgación de la técnica o de la función económica de los Bancos. JUVENTUD BANCARIA es una idea surgida de cualquiera y realizada en cualquier parte; (concretamente en Ifni); es la pretensión, hecha caracteres de imprenta, de demostrar al público que hay una juventud encerrada en las oficinas bancarias, -juventud, porque la ancianidad, jubilándose, deja de ser actuante-, tan humana como la que viva de ocupaciones libres e independientes, y tan laboriosa como el que más, honrada por obligación y por control, aparte de la personalidad primaria de cada uno, pero, sobre todo, liberal y eficaz fomentadora -sin alardear de ello- de esa gran empresa de todos los tiempos y de todas las naciones, que ahora llaman PROSPERIDAD SOCIAL.

A través de sus páginas he querido dar vida conjunta a las personas y a las funciones de la Banca. Si se tratase de localizar protagonistas, habría que tener en cuenta que de los actos relatados, unos son cometidos por las personas y otros motivados por las cosas, por las circunstancias, así que resultan de intervenir el ente económico de la empresa y la propia humanidad de los que le prestan sus servicios. Cosas y gentes; medios y realizaciones.

¡Qué mal hacen los que juzgan a la Banca como materialización conjunta de hombres máquinas y de capitales avarientos! Demuestran que su cultura no alcanza a conocer que gracias a los Bancos fue posible lograr las grandes revoluciones, económicas, industriales y constructivas, de los tiempos modernos; sin estas organizaciones hubiésemos vivido una evolución social lentísima, sometidos al egoísmo y a la arbitrariedad de los usureros, especie que tiene sus orígenes en los hijos de Caín. Aquí diré solamente la verdad, daré al César lo que es del César, y por ello quisiera estilizar suficientemente los conceptos para que se me comprenda con precisión.

El Autor
Xosé María Gómez Vilabella

-I-
ENCAUCE PROFESIONAL

La juventud bancaria en el siglo XX (1)En el principio de todos los caminos…

Apoyado en la ventanilla de un autocar de la línea Santiago de Compostela-Lugo, Ernesto Queimadelos y Fouz meditaba seriamente en la nueva fase existencial que acababa de iniciársele.

Unos kilómetros atrás quedaban las aulas de la Universidad compostelana, con el legajo de los ejercicios que le habían convertido en Bachiller del Plan 1938. Dos mil metros más allá le esperaba el final del trayecto: la Puerta de la Estación lucense, donde dejaría el autocar y abrazaría a sus familiares, que estarían emocionadísimos por su éxito en los exámenes de la reválida. Ernesto ansiaba y temía la llegada de este momento: lo deseaba para satisfacer, con el alegrón del aprobado, tantos sacrificios como costaran sus estudios de bachillerato; lo temía porque pasaba a la condición de parado, ya que antes era estudiante y ahora dejaba de serlo sin inclusión en las filas productoras. Todos se sacrificaran mucho, todos; pero más que ninguno su hermana Nita; la recordaba con una cesta de ropa en la cabeza, camino del lavadero de la Chanca, para ganarse unas pesetas con las cuales se pagaban sus matrículas y sus libros, pues el jornal del padre, fontanero, apenas llegaba para los gastos domésticos.

Nita tuvo un novio hacía tiempo, mozo de unos almacenes de madera, pero se convenció, en escasos meses de relación, de que sólo le interesaba sacar partido de mujeres fáciles, y le plantó en tiempo oportuno, antes de que el demonio de la tentación metiese baza; pero esto sólo lo sabía Ernesto y prefería no recordarlo a menudo. Después de aquellas relaciones truncadas en ciernes no se presentó nueva ocasión, pues realmente Nita era demasiado fea, como para que se fijasen los chicos en ella con buena fe; también era cinco años mayor que Ernesto. Cuando sufrió su primera y única decepción amorosa, decidió olvidar las atracciones mundanas y hacerse más laboriosa, fijando sus ilusiones en los estudios de Ernesto, apoyándolos con el producto de su trabajo, para que, una vez terminados y colocado, pudiera ayudarla en la madurez de su vida.

Queimadelos se puso a reflexionar en sus delicadas circunstancias por un proceso sencillo de asociación de ideas. Desde que saliera de Santiago habían pasado dos horas de viaje y éste poco a poco fue haciéndosele aburrido e inacabable; al principio contempló la campiña que corría en pos de la carretera por el lado de su asiento y, al cansarse de la forzada posición que necesitaba emplear para descubrir paisajes, dio en evocar los pormenores de su estancia en la ciudad del Apóstol, sobre todo de sus exámenes de reválida, que se los reflejaba la mente con tintas nebulosas y lejanas, como si su nerviosismo de aquellos día emborronase las realidades acaecidas; le gustaría rememorar mejor aquello, imaginarse con certeza los ejercicios que le merecieran la calificación de notable, juzgar por sí mismo si era justa tal apreciación; pero se le iban las ideas en un bailoteo grotesco, mezclándose unas con otras embrolladamente, y, de pronto, algo se pegó con insistencia a su memoria: “Dios me puso en el principio de todos los caminos…” ¡Que frase más profunda! Si, lo recordaba bien; ese fragmento pertenecía a la traducción del ejercicio de latín: “… en el principio…”, antes de que las cosas fuese hechas, en el momento crucial e inicial de los sucesos. El también estaba metido en un centro radial del que podían partir los caminos más dispares, en el principio de las inclinaciones decisivas: tenía necesidad de ganarse el sustento propio y de ayudar a los suyos, pues los medios familiares no permitían la consecución de ninguna carrera; estaba en el principio de una fase de productividad y en el ocaso de su etapa estudiantil.

Se dijo a si mismo que no podía, ni debía, dormirse en los laureles, que le faltaba tiempo para descansar de sus años de estudiante, que necesitaba su familia la aportación de su trabajo. ¡Trabajar, si! y, ¿en qué? En qué aún no lo sabía, pero tenía que ocurrírsele con prontitud para no defraudar las esperanzas que en él habían puesto sus deudos.
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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