Estoy en mi oficina de los días de fiesta y reviso mentalmente lo que me sucedió el Viernes Santo en que me vi envuelto en un carrusel de confesiones en que se desbordaban las líneas de defensa personal y mi interlocutor y yo, en este caso una dama, me hizo bajar la guardia adentrándonos en terrenos pantanosos. Era una de esas confesiones espontáneas de barra de bar de madrugada o de viaje en tren con desconocidos.
Siempre he sido hombre de lecturas y encuentro paralelismo con ficciones literarias y en
este caso de ayer me imagino a Albert Camus asomado al mar en las excavaciones romanas de Tipasa en Argelia y pergeñando su novela "L'etranger", este extranjero que entra en tu mundo como un tsunami.
Es difícil poderse concentrar metido de lleno en la vida personal cotidiana, con sus servidumbres, obligaciones y rutinas, trato de hacerlo hoy que no hay periódicos, para Hegel el evangelio del hombre moderno, que hoy se multiplica, complica embarulla y confunde en la red,en la nube digital.
Mientras escribo en mi inseparable BlackBerry me llueven solicitudes de amistad aceptadas o solicitadas en Facebook y tengo la sensación de sentirme invadido, espiado y al mismo tiempo acompañado por personas que lanzan su botella de ilusiones al ancho mar de las redes sociales.
A uno de mis libros le puse por título "El hombre perplejo" y esta mañana me encuentro así sin saber que rumbo tomarán mis vicisitudes, que palabro, pido perdón a mis asiduos lectores, pues escribo para amigos y hoy me me deslizo por un terreno difícil el de las sensaciones.
Últimamente recibo correos de videntes de muchos países que tal vez hayan detectado en mi un pez que trata de escapar de las mallas de las redes que lo tienen atrapado. Hay una señora venerable de nombre Esther, que desea hacerme confidencias y leerme la carta astral. En Roma frecuenté un tiempo la Academia Tiberina donde en las proximidades de la Piazza del Popolo se reunían los magos y los cultores de arcanos de la Ciudad Eterna.
No se si ha abierto un capítulo o cerrado y además no me importa en mi mundo
fantástico ha ocurrido algo inexplicable usando la lógica, a la que las circunstancias a veces conducen a un callejón sin salida, sea como sea ese Viernes Santo se convertirá en un Domingo de resurrección y de gloria, segun la bella parábola tan poderosa de la liturgia católica, lo que se pierden esta inmensa pleyade de ateos empobrecidos por la falta de horizontes de esperanza que tenemos quienes somos personas de fe.
Tal vez soy injustos y estos ateos sean como los filósofos griegos que consideraban la vida como un constante fluir y se dejaban llevar por la corriente, como barquitos en la mar. Naveguemos pues y dejemosnos mecer y agitar por las corrientes, que nos llevan saben dios donde.
Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
