Estaba en mi Foro de la Tolerancia Religiosa cuando me enteré de la terrible noticia el incendio de Notre Dame leí y releí las noticias, pero las fotos eran concluyentes. La catedral de Nuestra Señora era una tea ardiendo. Me sentí mal. De estudiante estuve un año viviendo en el Boulvard Raspail en La Alliance Française, en el barrio de Saint Germain des Prés e iba a pasear a los quais, los muelles, del Sena. Los bouquinistes,los libreros de viejo, luego le Pont Saint Michel, y surgía Notre Dame con sus gárgolas y sus
dos torres.
En Francia la religión esta dormida, pero siempre latente y despierta con vigor cuando sucede una tragedia irreparable como esta en que un símbolo de la unidad nacional se está desmoranandose, resurge la Francia del Sacre Coeur, que consagra Francia al Sagrado Corazón de Jesús y junto a grandes ateos y agnósticos tenemos un Lourdes poderoso. Al anticlericalismo de Diderot de La religiosa se opone Santa Teresita de Liseux y a quienes desenterraban profanado las tumbas de los frailes y monjes otros muchos que se aferran a sus devociones populares.
El hecho religioso ha sido omnipresente en Francia con sus grandes detractores y paladines de la fe. No como laicismo anticlerical, sino como separación de competencias y poderes. A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar.
La idea de una colecta popular me parece espléndida y no la cicateria después del incendio del Liceo de Barcelona e intervención gubernamental.
Las enseñanzas para España son que tenemos que defender nuestro patrimonio, nuestras tradiciones, nuestro legado histórico frente a los nuevos bárbaros verdes, de un grotesco panteismo, que influyen no sólo en las fachadas sino también en el interior de las personas, en el Volkgeist, el espíritu popular.
Opongamosnos a estas personas sin Dios, ni buen gusto, ni formas, ni reglas, ni normas que pretenden ser lideradas por un caudillo oportunista sediento de poder, un aventurero vende patrias.
Conservemos las esencias de la España eterna, que acoge amorosamente a los emigrantes, pero que conserva su identidad nacional y no aceptemos el apaciguamiento que nos corroe como ese fuego que ha destruído una parte importante del nuestro patrimonio histórico europeo. La España y la Europa cristiana pueden convivir y enriquecerse con otras culturas, pero sin aceptar el relativismo.
Seamos universales y apoyemosnos en nuestro acerbo histórico y así podremos ser ciudadanos del mundo. No nos resignemos al campanilismo, a la falta de horizontes. Abramos nuestros horizontes apartando la hojarasca verde de los nuevos bárbaros.
Seamos consecuentes y derrotemos en las urnas a quienes desean arrebatarnos nuestro pasado, para enturbiar nuestro presente, pues renunciaremos al futuro.
No a las aventureros, no a los iconoclastas, liberemosnos de esta gentuza impresentable y amorosamente abramosles nuestros brazos para una vez instruidos se conviertan en ciudadanos demócratas y tolerantes y no en zotes vengativos y ofuscados.
Está en juego nuestro futuro, no nos resignemos a tener que refugiarnos como en el franquismo una vez más en el exilio interior.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
