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La revolución verde

miércoles, 13 de marzo de 2019
Mi amigo Jeffrey Sachs ‎profesor universitario y director del Centro para el desarrollo sostenible de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia en Nueva York se ha convertido en el adalid de la nueva Revolución verde.

Yo leo con mucha atención sus artículos, pero discrepo de la oportunidad para España y para Europa de pisar el acelerador de las grandes reformas necesarias para impulsar una economía verde, creo que el coste social puede ser muy elevado y que suscite protestas y revueltas del tipo La revolución verdede los chalecos amarillos en Francia.

Una vieja aspiración de los pacifistas ha sido y seguirá siendo la de conseguir una economía de paz, pero recordamos que cuando Barry Goldwater lo intento en Estados Unidos con el cierre o reconversión de las industrias armamentistas hubo tumultos de los trabajadores que temían por sus puestos de trabajo y la economía de paz se fue al garete.

El hablarnos de las catástrofes que van a ocurrir en 2050 me deja frío, comprendo los argumentos y me parece estar viendo una película catastrofista. Creo que el futuro se construye desde el presente y que es prioritario el bienestar de la sociedad en la actualidad.

Pertenezco a la Sociedad de Estudios del Futuro, yo mismo soy autor de un libro en italiano "Verso il duemila" y veo que mis previsiones emulan al amigo Tezanos, el mago Merlín del Divino Pedro‎ y he visto que ninguna predicción del futuro se ha convertido en realidad. Así es que creo que desarmar nuestro tejido productivo en aras de las promesas o de los males futuros es un suicidio.

Sin embargo no quiere ocultar los razonamientos del profesor Sachs y le he pedido a mi estupenda colaboradora Cintia Sanz que traduzca este artículo de Jeffrey que rebate un editorial del Washington Post‎ favorable a utilizar un alza en los impuestos, que es la eterna canción de la izquierda, frente a las rebajas fiscales que promete la derecha. Disponer el dinero de los demás o que cada uno gestione su dinero, salvo sectores como la sanidad, la educación y las infraestructuras que exigen un esfuerzo colectivo es el dilema de la economía de los países democráticos de economía de mercado.

"En un reciente editorial del Washington Post y en una carta de varios economistas destacados se sugiere que un impuesto al carbono es la “mejor política de primera línea” del Green New Deal o nueva Revolución Verde" acoto yo.

El editorial argumenta que “un precio del carbón suficientemente alto produciría millones de opciones, pequeñas y grandes, sobre qué comprar, cómo invertir y cómo vivir, lo que daría lugar a importantes recortes de emisiones”. Parece admisible, pero no es la manera correcta de afrontar el problema nos dice Sachs.

"Permítanme comenzar con una pertinente analogía. En la década de 1980, los científicos se dieron cuenta de que los clorofluorocarbonos (CFC) estaban destruyendo la capa de ozono estratosférico, lo que representaba un gran peligro para la humanidad. Los clorofluorocarbonos (CFC) por tanto, tenían que ser reemplazados por productos químicos mucho más seguros.

Para ello, el gobierno mundial adoptó el Protocolo de Montreal, que estableció un plazo de tiempo para reemplazar los clorofluorocarbonos (CFC), principalmente por otros gases pero sin las propiedades que destruían la capa de ozono. Este tratado ha funcionado, ya que los CFC ya no se utilizan y la capa de ozono se está restaurando gradualmente.

Pero en ningún momento se impuso un impuesto sobre los clorofluorocarbonos (CFC) sino que el gobierno se valió de reglamentos. Gradualmente la Agencia de Protección Ambiental trabajó con la industria para reducir totalmente el uso de CFC.

Nadie abogó por imponer un impuesto a los clorofluorocarbonos (CFC) con el argumento de que millones de hogares adoptaban miles de millones de decisiones individuales sobre los congeladores, acondicionadores de aire y los desodorantes. La Agencia de Protección Ambiental y la industria hicieron todo esta labor que nos beneficia a todos.

Ahora nos enfrentamos a la crisis del carbón ,que incluso es más grave que la de los clorofluorocarbonos (CFC). Estamos en el proceso de destruir por completo el planeta quemando combustibles fósiles y elevando así la temperatura de la Tierra. Actualmente estamos experimentando las temperaturas más altas que en cualquier década de los últimos 10.000 años y la temperatura continúa aumentando.

Como resultado, la humanidad se enfrenta al riesgo de un aumento catastrófico del nivel del mar a la temperatura actual o ligeramente más cálida.

Veamos el Green New Deal. La ciencia lo respalda como ya lo explicó recientemente el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que decía que necesitábamos eliminar gradualmente las emisiones de carbono, al igual que antes eliminar los clorofluorocarbonos (CFC).

No estamos hablando de ir reduciendo las emisiones, sino de una eliminación gradual de las emisiones para el año 2050 con el fin de tener una oportunidad de luchar, para poder mantener el aumento de la temperatura de la Tierra a 1,5 grados Celsius por encima del nivel preindustrial, un aumento que de ninguna manera debe interpretarse como “seguro”, simplemente no es potencialmente catastrófico.

La revolución verde ¿Pero cómo llegamos a cero para el 2050, no solo en los Estados Unidos sino también en Europa, China, India y el resto del mundo?"

Aquí se afronta la transición energética que tantos quebraderos de cabeza nos produce y que es la pugna cotidiana de Teresa Ribera en Plurilandia.

"Necesitamos bajar rápidamente a cero las emisiones mientras mantenemos el sistema de energía funcionando de manera robusta y confiable durante la transición. Es una operación de trasplante masiva que requiere de las mejores habilidades de nuestros principales ingenieros y operadores de redes eléctricas.

La hoja de ruta básica está clara. La electricidad debería estar libre de emisiones, a través de una combinación de energías renovables (eólica, solar, hidroeléctrica), nuclear y quizás algo de captura y almacenamiento de carbono.

Los vehículos ligeros deberían volverse eléctricos, y los camiones pesados, los barcos y los aviones funcionar con una combinación de combustibles sin carbono fabricados con energía limpia. La electricidad puede fabricar hidrógeno, que puede usarse directamente (por ejemplo, en pilas de combustibles o combustión directa) o combinarse con carbono para fabricar líquidos y gases sintéticos.

Sin embargo para llevar a cabo todo esto, se requiere de una planificación detallada, infraestructuras públicas y un diseño a nivel de sistemas. En realidad no es la decisión de millones de consumidores individuales, ya que ellos pagarán por la electricidad y conducirán coches. Las tecnologías que se utilizarán serán de emisión cero, gracias el genio de los ingenieros.

La red eléctrica es un sistema de ingeniería altamente complejo, hecho aún más complicado, por la generación de energía renovable distribuida, en el emergente internet-of-things, la auto-conducción, la batería y los eléctricos, la necesidad de la transmisión de corriente para la larga-distancia, la alta-tensión, las líneas de transmisión directa para el comercio inter-estatal de energía renovable.

Al igual que tenemos un sistema nacional de control de tráfico aéreo unificado, en lugar de miles de aviones que deciden cuándo y dónde volar, también necesitamos administradores de red en cada estado y la propia coordinación entre los estados para gestionar esta transición.

El sistema de California es un caso en cuestión, por el gran esfuerzo que lleva a cabo el país para alcanzar la emisión cero antes de mediados de siglo. California está haciendo esto a través de leyes estatales que establecen un calendario para que el sistema termine alcanzando el nivel de emisión cero. El pasado septiembre, el entonces gobernador Jerry Brown se comprometía con la llamada SB 100 de conseguir cero emisiones para 2045.

La técnica de California es un “Estándar de las normas de la cartera de la energía renovable” (RPS, por sus siglas en inglés) administrado por la Comisión de Servicios Públicos (CPUC) y la Comisión de Energía de California (CEC), que exige una proporción creciente de electricidad con cero emisiones de carbono hasta el 100% para 2045.

El informe anual de RPS (Estándar de las normas de la cartera de la energía renovable) es un testimonio de la excelencia de la política pública. Las autoridades públicas están guiando una transición altamente complicada económicamente con éxito, y antes de lo previsto. Sin embargo, la complejidad está en la pantalla completa: este sistema de energía tiene que funcionar de manera confiable y segura, segundo a segundo, en la práctica y no en la teoría."

Los experimentos con gaseosa nos previene Jeffrey.

"Las herramientas principales de la RPS son los mandatos, llamados también Créditos de Energía Renovable, que cada empresa de servicios públicos debe adquirir al generar una cantidad necesaria de electricidad con cero emisiones de carbono o al comprar energía limpia de una instalación fuera del estado, pero dentro del Consejo de Coordinación de Electricidad del Oeste (WECC), región que incluye 14 estados más dos provincias canadienses y la parte norte de Baja California en México.

Para garantizar que la combinación global de fuentes de energía cumpla con estos mandatos de cero emisiones mientras se integra adecuadamente dentro de la red de California, la CPUC trabaja estrechamente con cada empresa de los servicios públicos en la planificación detallada, el modelo, la previsión y los términos de contratación y los permisos para futuros suministros de cero carbono.

Esta estrategia compleja pero a la vez altamente efectiva para la generación de energía, se complementa con varias iniciativas a nivel estatal sobre códigos de construcción con cero emisiones, modernizaciones de edificios, y fundamentalmente, en los vehículos de cero emisiones (ZEV).

Los nuevos objetivos ZEV requieren conseguir 5 millones de vehículos con cero emisiones para 2030, especialmente vehículos con enchufe. Este objetivo se persigue mediante una serie de medidas que incluyen una nueva infraestructura para estaciones de carga, descuentos para el ZEV y otras regulaciones e incentivos.

El estado de Nueva York ahora se apunta a un ritmo de descarbonización profunda a la par o incluso más rápida que la de California. El gobernador Andrew Cuomo ha hecho un llamamiento para que Nueva York descarbonice la red eléctrica para 2040, movilizando una gama de tecnologías, incluyendo la energía eólica, marina y terrestre, fotovoltáica solar, vehículos de cero emisiones, modernizaciones de edificio, almacenamiento de energía y otros. El marco político central del estado es un RPS muy similar al de California.

En general, 29 estados tienen programas de RPS, aunq‎ue la mayoría no tienen la ambición de California y Nueva York. Sin embargo, el punto es claro: la estructura institucional para guiar a las empresas de servicios públicos de la nación hacia sistemas de cero emisiones de carbono antes del 2050 se está colocando rápidamente en su sitio.

El enfoque de la RPS permite la planificación detallada de los sistemas y las inversiones necesarias para mantener un sector energético de alto rendimiento en el camino hacia una rápida descarbonización. Al final, los clientes financiarán la mayor parte de la transición a través de las facturas de los servicios públicos. Afortunadamente, a medida que los precios de las energías renovables caen en picado, y las tecnologías mejoran rapidamente, los costes de la transición irán descendiendo, o se igualaran a los gastos de los combustibles fósiles.

La primera política del Green New Deal debería ser establecer una fecha nacional, 2050 a más tardar y probablemente mucho antes, para alcanzar la generación de electricidad con cero emisiones, y una fecha incluso anterior, tal vez por 2030, por la cual todas las ventas nacionales de nuevos automóviles serán ZEVs.

Al igual que con todos los grandes desafíos de ingeniera que nuestra nación se ha enfrentado: el Canal Erie, la red eléctrica del siglo XX, el sistema de autopistas interestatales, el sistema de aviación civil y de alerta de catástrofes precisan de planes lí audaces, hitos claros, ingeniería de vanguardia y liderazgo del sector público."

Según Sachs se debe proceder a una autoregulacion del sector privado guiada por los técnicos y para este proceso no hace falta un impuesto a las emisiones de carbono‎ se precisa una concertacion colectiva.

Mi consejo es nadar y guardar la ropa. Avanzar con cautela y haciendo de nuestro futuro un paso más de nuestro presente.

Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
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