Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Gratuidad del arte

viernes, 01 de marzo de 2019
En 1983 publiqué la primera edición de La Voz de la Casa, “novela fragmentaria”, como la denominó Luis Sánchez Latorre, el maestro Filebo. Casi toda la tribu se hizo presente en el “lanzamiento”. Además del plausible interés por la calidad de mi prosa narrativa, existía un móvil de evidente figuración individual de quienes se sabían parte de la trama, algunos con carácter de auténticos personajes; otros, idealizados con inevitable sesgo literario.

Días después, recibí la llamada de un amigo de juventud, ferretero genético, heredero de próspero negocio que supo acrecentar merced a sus dotes de riguroso fenicio. –Supe que publicaste un libro con historias y anécdotas de La Cisterna, especie de diario del Paradero 27, y que yo figuro ahí, con nombre y apellido… Pasa a verme al negocio y tráeme un ejemplar.

Le visité una semana más tarde. Cogió el libro con avidez, buscando el capítulo donde se le mencionaba, un par de veces. Rió, contento y ufano. -Muchas gracias- me dijo, estrechándome la mano con efusividad. –Cuesta diez mil pesos-, le dije. Sus ojos expresaron la molestia de un súbito desconcierto. -¿Me lo vas a cobrar?-, inquirió, con tono de voz alterada. Permanecí unos segundos en silencio y luego le propuse: -Mira, amigo, te propongo un canje. Necesito dos lámparas de velador, pequeñas, como esas que tienes ahí.

Se dirigió a la caja, sin responder, y me alargó el billete de diez mil… -Yo vivo de esto-, me dijo, mirándome a los ojos como si yo le hubiese metido la mano en la billetera. –Ese es mi problema-, dije, que no puedo vivir de este oficio. ¿Sabes cuánto tiempo lleva escribir un libro? Si lo midiera en horas de trabajo, podría equivaler a un par de años de sueldo regular en cualquier oficio rentable.

No he vuelto a saber del amigo ferretero. A veces me imagino entrando yo en la zapatería de algún conocido, para decirle: -Te cambio este libro por un par de zapatos del 43; o en el supermercado, cargando un carro de mercadería y planteándole a la cajera: -No pagaré con efectivo ni con cheque ni con red compra, sino con el trueque de esta edición de mis obras completas…

Pero nadie se avergüenza ni incomoda al decirte: -¿Por qué no me regalas uno de tus libros?

-Nosotros tenemos la culpa- afirmaba Luis Sánchez Latorre, el gran maestro Filebo. -Andamos por el mundo obsequiando nuestras cuartillas, como si fuesen hojas desechadas por el otoño; proferimos conferencias, damos charlas, participamos como jurados literarios, enviamos artículos y crónicas a los periódicos, sin esperar retribución alguna. Todo gratuito. Así nos hemos vuelto marginales, o estamos avalando la marginalidad del arte que nos imponen los mercaderes frente al prestigio indiscutible de sus objetos de consumo.

Se dice que Pablo Picasso hacía pintar telas a sus más bisoños aprendices, para luego trazarles su rúbrica inconfundible y venderlas en miles de dólares a burgueses esnobs, que luego se vanagloriaban por colgar un cuadro del malagueño en sus abigarrados salones. Algunos afirman que el genial andaluz llegó al extremo de amarrar pinceles en la cola de un asno, para que éste, al aventar las moscas con su rabo, diera pinceladas sobre una tela puesta en su retaguardia. También estos lienzos eran comercializados y más de alguno figuraría en una sala de arte, siendo elogiado por críticos con encomios e hipérboles de sesgo estructuralista o abstracto. Es una pena que el burro no se hubiera enterado de sus logros estéticos…

Tal vez esas historias sean una exageración de reaccionarios que no toleran la prosperidad del artista, menos si es de izquierda. Neruda bien lo supo cuando reporteros mercuriales denunciaron que había adquirido un castillo en Francia con el producto del Premio Nobel. No era más que la casa de servicio de una propiedad nobiliaria, y parte de sus caballerizas… En cambio, nadie se escandaliza porque un semi analfabeto, tan audaz como aprovechado, posea mansiones o edificios de departamentos. En este caso, se habla de un justo premio al emprendimiento.

-Y usted, profesor, ¿cuántos libros lleva escritos? -Veintiuno, joven; dieciséis en Chile y cinco en Galicia, y más de un millar de crónicas… -¿Y ha ganado dinero? -Muy poco. Si hago un balance, resultaría deficitario. –Y entonces, ¿por qué escribe? –Porque me ahogaría si no lo hago; la incontinencia me resultaría fatal, como una especie de sofoco asmático sin retorno...

-¿Le gustaría ser famoso? –Ya lo voy siendo, joven. Percibo el vientecillo de la fortuna agitando las modestas flores de mi jardín, aunque nadie más que yo se percate... Por ahora, estoy conforme. Bien puede que la gloria me sea póstuma, como lo fuera para Cervantes o Van Gogh… -¿Profesor, no le parece excesiva la comparación? –Nada de eso, hijo, porque se trata de un sueño vuelto ambición desmesurada. En pedir y soñar no hay engaño. Lo aprenderás con el tiempo. Con mayor razón si ya te sientes poeta. Pero no sueñes con vender tus versos. Más que temeridad, eso sería un despropósito.

-Pero usted me ha dicho, profesor, que en Chile hemos tenido poetas ricos-. –Los tuvimos, pero no enriquecidos por el valor pecuniario de su poesía, sino por circunstancias más bien ajenas al arte. -¿Contaron con musas adineradas que les hayan sostenido? –Mejor no entremos en ese resbaladizo terreno, muchacho. Si las hubo, hoy no las hay ni las habrá; al menos no para poetas ni artistas de ninguna naturaleza. Es posible que tales musas hayan sido monopolizadas por agentes de Wall Street o por ejecutivos trepadores de la Bolsa criolla.

-Pero me han contado sobre el caso de un poeta, al que llamaban Rasputín, que vendía sus poemas en los bares de Santiago… Ahora vive en Buenos Aires, según dicen, y publica todos los años un nuevo poemario.

–El asunto es más simple y menos lírico de lo que imaginas. Rasputín casó con una viuda millonaria, veinte años mayor que él… Y créeme, esas viudas son todavía más escasas que los verdaderos artistas.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES