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De Podemos a no queremos

martes, 22 de enero de 2019
Confieso sin rubor alguno que les he votado varias veces. Aquellos acontecimientos de indignación que llenaron la Puerta del Sol, fueron el kilómetro cero para un cambio en nuestra sociedad. Así lo creía, me ilusionaron y me emocionaron, haciéndome sentir joven y esperanzado. Llevaba mucho tiempo reclamando el "Renacimiento" tras la Edad Media de la cutre política española.

Estaba harto de la partitocracia. Me sentía no sólo profundamente indignado. Es que era un paria huérfano en un país dónde siempre ganaban los mismos y siempre perdían los mismos. No sólo las clases populares. Esta vez el objetivo era la clase media, la pequeña empresa familiar, los trabajadores del sector público de la enseñanza y la sanidad. Los pensionistas, a los que había que contentar mientras se convertían en otra bolsa de pobreza, o de amparo para los jóvenes desahuciados por el obsceno mercado laboral.

Aquel movimiento desde la sociedad civil, desde mi inolvidable Universidad Complutense - la de 1968- me puso en marcha con mi camisa partisana. Una generación nueva, limpia, romántica, estaban dispuestos a cambiar el mundo.

Nuestro mundo, el que notas cada vez que sales a las calles, o el que tratan de alienar desde las televisiones, con informativos subliminalmente preparados para hacer buenos a los malos y malos a los que se oponen a los dicterios de los nuevos poderes fácticos.

Me dispuse a participar con las fuerzas que me quedan. Tertulias en la radio, artículos en prensa. Conversaciones de viejo profesor universitario para las gentes sobre las que puedo influir. Aquella foto de Errejón-Carolina-Iglesias-Monedero- Alegre-Tania, me impulsó a rebuscar entre mis papeles aquellos del 68 o de mi entrega a la causa de las libertades en la Euskadi del plomo y olor a goma2. Hubo unos momentos en que los enchufados al poder de los rancios partidos, sindicatos, compañías del IBEX y prensa del "movimiento en los cementerios" se asustaron. Y me dije, si son capaces de resistir las tentaciones, pueden hacer otra sociedad, culta y decente, en la que quepamos todos ejerciendo la ciudadanía con dignidad.

Vi como a una veterana de la lucha contra la dictadura la sacaban del anonimato y la hacían alcaldesa de la capital de España. Era la confirmación de una revuelta intergeneracional dónde todos éramos necesarios. Me recordaba la emoción que sentí cuando se produce la revolución de los claveles al son de "Grándola, Vila Morena". Disfrutaba con la serenidad y el conocimiento de Carolina Bescansa, una compostelana de ilustre apellido, como lo fue en la Revolución Francesa, Lafayette.

Pero de pronto comenzaron los rumores. Desde Barcelona, una presunta luchadora contra los desahucios saltaba a la política. Y me acordé de como Madrazo saltó de Gesto por la Paz a ser dueño, señor y verdugo de IU en Euskadi. Una vez más el oportunismo y los afanes de figurar, habían logrado infectar al nuevo escenario contra la casta mandataria. Sin darnos cuenta se estaban convirtiendo en casta. Perdimos las señas de identidad que todos entendíamos. Se envolvieron en un lenguaje incomprensible y multi idiomático. En cada Comunidad decían lo que convenía, no lo que debían para derrotar a los mandarines. Y lo peor, que me voy a atrever a decir...

Se armaron de un exagerado feminismo. Mostraron que España es y será el país del péndulo. Aquí nunca sabemos situarnos en el centro para construir la verdad. Comenzaron a dar miedo. No se sabía cuál era el objetivo. Hasta que lo dijeron alto y claro. ¡Asaltar el cielo!, es decir, como siempre, tomar el poder a cualquier precio.

Pero para tal vieja cuestión, se necesitaban dos herramientas. La gestión del miedo. La disciplina de partido. Aquel que discrepara, una vez más, sería condenado al ostracismo. Y de la foto simbólica, las purgas internas, fueron laminando a los disidentes con el "papado". Para ello, surgió un Tribunal de la Inquisición, que preside Echenique. Y surgió a modo de Rasputín, una lideresa, que además manda en casa. La nefasta Irene Montero. No es casualidad que la última escapada coincida con el regreso de la omnipresente compañera.

Y así pasamos al momento presente. De PODEMOS A NO QUEREMOS. No queremos una organización que recuerda viejos partidos autocráticos. No queremos descalificaciones hacia Errejón, con la miserable coletilla de "no le queda más remedio que seguir, pues no sabemos de qué va a vivir". Le recomiendo al Comisario Echenique, leer la tesis doctoral de Íñigo. Le recomiendo a Monedero menos afectación y amaneramiento en sus discursos. Cada vez me recuerdan más a Torquemada.

Y es que estamos ante la vieja historia de Prisciliano. En este caso, la trampa de Tréveris se la pusieron a Carolina. Y las consecuencias han sido que Errejón, ha dado rienda suelta a su dignidad, a la que nunca había renunciado. Pero el sueño que tuvimos muchos españoles, como en la obra de Calderón, sueño es o fue...
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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