En este coro de grillos en que se ha convertido la política nacional, donde reina la mezquindad y las ambiciones más ruines, brilla con luz propia la gesta de un equipo de rescate y de una población volcada con un niño Julen, al que han adoptado como el hijo
de todos.
Protección civil, geólogos, mineros todos quieren salvar a Julen. El pueblo envía alimentos, mantas, bebidas en una muestra de solidaridad, de amor desinteresado por un niño que se desprendió de la mano de su padre y se deslizó hacia abajo en un agujero inverosimilmente pequeño.
El pozo era ilegal, algo normal en esta España de los pícaros, pero cuyos habitantes se convierten en héroes anónimos apoyados por policía y todo un poderoso equipo de rescate.
Los pícaros, una forma de supervivencia, convertidos en héroes anónimos. Un retrato perfecto de un país gobernado por una Corte de los Milagros, de obscuros personajes sin alma, que sin embargo tienen en la población un gran tesoro de fraternidad.
Totalán es un ejemplo de lo que se puede conseguir cuando en vez de codicia, rapiña, ostentación y mentiras, surge un espíritu colectivo de amor por las grandes causas,
como buscar a un niño en riesgo de muerte.
Esta pequeña localidad andaluza nos da a todos una gran lección de como unirse en una Fuenteovejuna del amor al otro, para conseguir metas de felicidad y progreso.
En un momento en que imperan los sembradores de odio, los destructores, los separadores, Totalán es un símbolo de gesta todos por Julen.
En España necesitamos uno, cien, mil Totalanes para despertar en nosotros, para avivar la llama de la fraternidad y el espíritu de superación, incluso bajo un comatoso liderazgo de aventureros, no estamos condenados a ser eternos pícaros, podemos ser ciudadanos honrados que construyen un gran país dentro de Europa y del concierto internacional.
Hace falta unirnos para conquistar nuevas metas. Totalán es el ejemplo. Una gran causa y un gran compromiso colectivo con el amor como poderosa arma.
El Si se puede de Obama no puede conseguirse sembrando el odio, la rencilla y estimulando los instintos más bajos, el camino es otro. Los mineros asturianos son grandes cuando trabajan para salvar una vida humana como en este caso y no lo son cuando en 1934 hicieron saltar por los aires la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo.
En la transición se intentó impulsar una reconciliación nacional, ahora estamos en fase de rebatiña, de confrontación y de instalar el odio entre nosotros.
No nos resignemos, en cada uno de nosotros hay una esperanza de rectitud y de arrinconar al pícaro que llevamos dentro. Contagiemos a los políticos, hagámosles comprender que deben aislar a los aventureros, a los logreros, a quienes convierten el bien común, en su egoísmo personal.
Inventemos como en Totalán el amor como medicina, como tocasana, que todo lo puede.
Joaquín Antuña -joaquinant@hotmail.com
