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A Guerra de Ifni (36)

martes, 15 de enero de 2019
LISTO PARA SENTENCIA

Preside Doña Historia, que durante las anteriores escenas de este segundo acto, por tratarse de un Jurado, se mantuvo al margen de sus deliberaciones, sentada en un lateral, con el Alguacil a su lado como si fuese su Ayudante de Campo.

Historia
-Señores de este Jurado, que estemos aquí, en la Eternidad, fuera del tiempo, pero no del espacio, no supone que los del planeta Tierra tengan que esperar indefinidamente por mis fallos. Así que, ustedes, todos ustedes, como Jurados juramentados, deben rendirme cuenta de sus deliberaciones para que pueda emitir la
Sentencia


que se estime más oportuna. ¿Quién será el Portavoz de los Magrebíes?

Intelectual
-¡Bismillah! ¡En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso...! ¡Señoría, lo sorteamos y me tocó la china!

Historia
-En este caso, informe, pero hágalo con objetividad, que estoy harta de bibliografía partidista, pues cada Autor me habla de aquella feria del Ifni según su época, o su credo, haya o no participado en ella!

Intelectual
-Entonces, con la venia: En estas sesiones de crítica recíproca, objetivada la cosa, según su deseo, y depurados los sentimientos personales; también, de paso, las concupiscencias raciales, ¡hasta donde nos fue, humanamente, posible!, tengo por cierto que este affaire del Ifni ya es un tema asumido, resumido y digerido, ¡precisamente por ante la Historia!

Allá abajo, en la Prensa y en los libros de los países afectados, aquel follón sigue siendo un tema tabú. Más que prohibido, lo tienen enojado; y luego está que los de entonces no podían escribir, y los de ahora lo están mitificando y distorsionando porque ni lo vivieron ni está registrado en las hemerotecas, y eso a pesar de su importancia y trascendencia históricas! ¡Se limitan a amontonar datos físicos, tal y como si estuviesen preparando una tesis de investigación doctoral! Pero la Historia de las contiendas marroquíes, concretamente las del siglo XX, además de física tuvieron su química, como todo problema familiar! Me explicaré:

En España les quedó la mala conciencia de haber culminado las últimas colonizaciones, las tres: Ifni, Guinea y el Sáhara, con una suma algebraica de aciertos y desaciertos impresionante, que les dio, ante el mundo y ante ellos mismos, un resultado negativo, tan repugnante que hiede! Se resisten, por tanto, a poner en sus libros de texto una síntesis de la verdad objetiva aquí procurada.

En cuanto a Marruecos, el problema de mis compatriotas sigue en tiempo presente por las implicaciones personales que tuvo aquella guerra oscura, indigna e innecesaria. Por parte marroquí hubo un pecado de juventud y de impaciencia, y creemos, incluso, que poco coránica y poco pragmática. Sin embargo, atenúan su pecado aquellas reiteradas humillaciones coloniales, fuesen francesas o españolas; y también su reciente, y acaso aún verde, mayoría de edad política, con la consiguiente recuperación cultural como pueblo independiente. También concurrieron las simpatías descolonizadoras de medio mundo, que jugaron a nuestro favor; ¡ni sabemos cuánto! Queda alguna que otra razón adicional, que omito por brevedad, lo que no significa que les restemos importancia; lo hago simplemente por brevedad, pero conste que latían en las conciencias de entonces; ¡como mínimo, en las analíticas!

También acontece, y concurre, Mi Señora, que las torpezas de España, principalmente aquello de unos Impuestos extemporáneos, míseros y tardíos, como de trasacuerdo franquista, impuestos no tanto por lo que pudiesen recaudar los españoles sino como evidencia de que querían presentar, ante el mundo occidental, una cierta provincialización, con Registros de la Propiedad, etcétera. Y también la no menor de facilitar el asentamiento en Aaiún de aquellos contingentes civiles ifneño-marroquíes, comerciantes y/o retirados del Ejército español, que nos abrieron las puertas, las puertas y también las apetencias, saharianas, quedando el Territorio de Ifni como un estorbo, como un atranco viario, para una soñada anexión del Sáhara.

Con esa suma de incidentes se fomentó la asunción, pero también la consunción, históricas, del Caso Ifni.

Si en España mandasen los sabios, -es un decir, pues en democracia aún están verdes; ¡algo mejor que nosotros, pero verdes!-, no les pasaría desapercibida aquella repetición troyana que provocaron en el Sáhara, con el precedente de Roma cando nutrieron sus legiones con elementos bárbaros! Pues bien, en el A.O.E., pasó lo mismo: que llevaron, primero para Ifni, cantidad de rifeños, y después vino el poblamiento marroquí del Sáhara, principalmente Aaiún, una capital improvisada, que se hizo con gente y con dinero de aluvión, escatimando oportunidades a los aborígenes. ¡Una estrategia tan necia no se le hubiese ocurrido ni al que asó la manteca!

Llegados al momento propicio de hacerse con el Sáhara, nuestro Hassán II ni precisó de su proverbial astucia, que nada tuvo que inventar, absolutamente nada, para fortalecer sus reivindicaciones, ya que los propios españoles le tenían ensayada la receta milagrosa. Como dirían los gallegos, ¡que Marcha Verde nin que carallo! La marcha decisiva, la primaria y primordial, fue aquel trasvase, estúpido y calladito, aquella feudalización del Sáhara con tenderos y demás amiguetes llevados o expulsados de Sidi Ifni, a últimos de los Cincuenta, a título de premio/castigo por supuestas lealtades/deslealtades, causa y generación remotas de aquella reacción polisaria… Tales hechos oscurecen, y dificultan, Madame, que se asuma históricamente la liquidación del Caso que nos ocupa.

Como usted, Doña Historia, está discurriendo lentamente en nuestro Magreb, aquí tenemos otra causa de la incomunicación y del abandono radical en que tuvieron, y aún tienen, a Ifni, nuestros Maliks, resultando evidente que aún les queman en las manos aquellos tizones, aquellos rescoldos españoles. ¡Dicho de otro modo, el temple de las tizonas cidianas!

Con esto asumido, que no tenemos dudas de que los conflictos, sean personales, sociales, o incluso internacionales, no se digieren sin debates racionales, y mientras tanto, no se pueden superar, entendemos que, abrogándonos una cierta representatividad magrebí, por lo menos en el campo de la intelectualidad, debo reconocer, y así lo hago constar a Su Señoría, aquella colaboración, aquella noble colaboración, del pueblo español, particularmente gallegos y canarios, gallegos en lo militar y canarios en lo civil, que tanto se singularizó en el desarrollo de este follón de Ifni!

¡Entiendo también, si se me permite otro inciso, que va siendo hora de que en España, tanto en la peninsular como en la insular, sepan quién les quitó las castañas del fuego, en plena hoguera bélica e independentista! Y si antes no lo tengo dicho, fue por dar la preferencia a los propios españoles, ya que estaría mejor que ellos mismos cantasen las loas propias, pero está visto que eses centralistas antes cantarían las cuarenta que hacerlo con las sagas brumosas de sus conciudadanos hispano -suevos!

Por aquí, por ante la Historia, desfilaron, o fueron evocados en estas diatribas:

Pepiño, el de la Rueda, cualquiera que fuese su apellido real, que encarna bastante bien ese conjunto disjunto de gallegos anónimos, anónimos pero decididos, que aparecen con frecuencia al comienzo de toda aventura y/o descubrimiento de rango universal. Pero como los gallegos, los enxebres, siempre piensan en gallego, los cronistas de habla castellana no suelen, ni saben, traducir estas singularidades.

Un alto porcentaje de los militares de graduación media, o no tan media, ¡eso sí, todos ellos castellano-hablantes!, que por eso se eclipsan, fundidos por los cronistas en la Historia General de las Españas.

En la enseñanza, en la burocracia y en la técnica aportada, los gallegos, en mancomunidad con los canarios, por supuesto, fueron mayoría relativa, muy importante si clasificamos a los españoles allí destinados, o incorporados sucesivamente, ateniéndonos a las Autonomías actuales.

Luego está el propio Franco, circunstancialmente en la cumbre de los galaicos, ¡que no colegas suyos!, quien por cierto ya no precisa palios; ¡ni palios, ni paliar sus hechos!

Yo resaltaría, en relación con Ifni, al casi anónimo, pero laureado, Gómez-Zamalloa, a quien todo España debe honores excelsos, inmarcesibles. Sin embargo, pienso que su nombre sería una buena pregunta para derrotar opositores de las más altas encomiendas. Sin la templanza, la valentía, la prudencia, y también la profunda humanidad, de este hombre, de este gallego baril, (del germano, baro, “hombre libre, apto para la lucha”), a quien yo parangonaría con el propio Xelmírez si les cambiásemos de siglo y si mutásemos el fajín de uno por el cíngulo del otro, pues, tal y como estaban las cosas en África en el Cincuenta y siete, con tan poca previsión y un material de guerra tan ruin y arcaico, si no fuese por semejante César, por este eximio laureado, me río yo del famoso desastre de Annual, del que se derivaron tantos y tantos incidentes, ¡por no llamarles accidentes!

Si, si, del Annual, aquellas posiciones del Rif, en la zona Igueriben, en el propio alfoz de Melilla... ¿Es que ya no recuerdan, no se acuerdan o no quieren acordarse de aquella vergüenza nacional, un auténtico descalabro, que ni para nosotros fue útil? ¡Pues es para acordarse, que el año 1921 no queda lejos; y nuestro Sidi Abd el-Krim está en nuestros altares patrióticos, bien fachendoso por cierto! Pregúntenle, pregúntenle al ánima del General Fernández Silvestre..., que se vino al Cielo, al nuestro, al Magrebí, muerto de vergüenza, más aún que de los gumiazos recibidos, no faltando quien crea que se autotrasladó a la eternidad, trastornado por sus remordimientos!

Insisto en que, si frente a nosotros, a los atacantes, en tan histórica y crucial ocasión, no estuviese el temple y la sagacidad del General Gómez-Zamalloa, España tendría en la guerra de Ifni dos o tres mil muertos, en lugar de los quinientos, ¡y a ver quién ocultaba semejante sangría, con o sin censura, en la vehemente España, en aquella España de una Dictadura ya tambaleante, sostenida tan sólo por la baraka de Franco, como la Historia, la propia Historia, está harta de demostrar. Este análisis del salvador Zamalloa, que yo sepa, aún está sin hacer, y es asombroso que nadie se parase en analizar a fondo semejante epopeya, semejante heroicidad, tal suma de aciertos en un militar aparentemente tan rudo. ¡Es una omisión imperdonable para la cultura hispana, particularmente para la nacionalidad gallega!

Por otra parte, Zamalloa fue demasiado sol como para dejarle lucir en el Campo de Marte, y por supuesto que su propio Caudillo fue el primer interesado en acuartelarle con honores internos e ínfimos. ¿Le dio Franco otra laureada? ¡Estaría bueno, pues con la envidia que siempre le tuvo a Varela, por las dos suyas, don Francisco Teódulo de esta vez no picó! Comparaciones aparte, que Zamalloa es incomparable, tengo para mí que el César es más César si gana las guerras con un mínimo de caídos. Pues ese fue, exactamente ese, el caso de este guerrero, pero la cretina Spania siempre encubre a los héroes verdaderos, en su crónico daltonismo!

Basta, para este aserto acerca da su valía, y para la ponderación de tan singular taumaturgo como fue Zamalloa, con detenerse a considerar las estadísticas del armamento y de la munición habidas en los respectivos campos de batalla:

Por nuestra parte, en un mínimo y somero inventario, los magrebíes disponíamos de: Un ciento de morteros; ametralladoras modelos francés y checo, así como algún que otro fusil ametrallador; metralletas y subfusiles a pares, como las alpargatas; fusiles de todo tipo, y también escopetas de caza, con postas; bombas de mano, por camiones; pistolas americanas de largo alcance... ¡Y mil cosas más, todas ellas de precisión y modernas! De hombres adiestrados, perfectamente adiestrados, muchos de ellos ex-combatientes de las últimas guerras, un contingente caralludo, que diría Zamalloa. Tan sólo en la concentración de Guolimine tuvimos, bien adiestrados, armados e dispuestos, arriba de los cinco mil. Eso no lo sabían en España, ni siquiera los de su Estado Mayor, que con semejante desinformación se cubrió de telarañas aquel ínclito Servicio Central de Documentación, remedo de la CIA, también, ¡qué no tan bien!, fundado por el eximio alter ego franquista, Almirante Carrero Blanco, aquel prohombre que lo era todo porque se le suponía ojo clínico..., en la tierra de los ciegos!

Por parte española, tal era vuestra prepotencia en lo meramente personal, tal vuestra ingenuidad, tal la confianza de vuestro Caudillo en la fraternidad hispano - árabe, pero, sobre todo, y como queda dicho, vuestra desinformación crónica, vuestra indocumentación del tal Servicio de Documentación que, para entonces, en la armería de vuestra África Occidental, poco más teníais que tambores viejos, rasgados de tanto tocar marchas triunfales. ¡Ah, y guantes; guantes blancos, para los desfiles!

Dije concretamente que vuestro potencial podría ser de dos o de tres mil muertos, pero no aclaré que eso sería el primer día, en la noche del 23 al 24 de noviembre del Cincuenta y siete, pues ni vosotros os apercibisteis del riesgo que corrió el franquismo, ni nosotros midiéramos por extenso nuestra capacidad detonante, detonadora de un batacazo político - militar, que lo tuvisteis a las mismísimas puertas, en las del Pardo! Si hubiese caído Ifni aquella noche, ¿cuál sería el amanecer de la Guardia Mora? ¡Eso sí que lo calculó Franco, que ordenó su inmediata salida por el aeropuerto de Barajas! Por todo esto no me cansaré de repetir cual fue el milagro de tener disponible en el A.O.E. un guardacostas del temple y de la capacidad militar del eximio Zamalloa. ¡Fue otra baraka de las de Franco, otra más! ¡Que conste!

En esta indolencia española, conscientes como debíais estar do vuestro incumplimiento del Tratado del Pardo, aquel documento del 7 de abril del Cincuenta y seis, que decía, bien claramente, que España nos reconocía... la integridad territorial de Marruecos, tal y como está garantizada por los Tratados Internacionales en vigor...

¡Hay que repetirlo para que quede claro, claro y definitivamente sabido!

En estas circunstancias, con estos Acuerdos/Desacuerdos previos, ¿se puede culpar a Marruecos de que intentásemos rescatar, liberar, por todos los medios a nuestro alcance, aquel Enclave, esa cuña de Santa Cruz de Ifni, disponiendo, además, de una juventud enfervorizada, exaltada por los inciensos de una independencia reciente, por una increíble victoria obtenida nada menos que frente a la grandeur de la France, alentada por un Istiqlal visionario y reivindicativo, con un Movimiento de Liberación que estrenaba armas? ¡Espero, por tanto, Señoría, que su exoneración con respecto a Marruecos y a sus Guías, a sus Conductores, va a ser total y perfectamente laudatoria! ¡En rigor histórico, ello es inevitable!

Doña Historia, Madame, llegados a este punto tan esclarecedor, en estas Convivencias Contenciosas, permítame tenderle la mano, con toda fraternidad, ¡ahora sí!, a estos españoles tan calladitos, que soportaron el principal peso histórico de la labor y de las penalidades coloniales en nuestro indiscutible Ifni. Entiendo que tienen bien merecido nuestro respeto histórico. ¡Lo digo y lo suscribo con toda sinceridad y con la mayor admiración! Por eso, con estas premisas, definidas y definitivas, y con su venia, voy a ser franco con los de Franco.

No debiera ser indiscreto, no debiera haber dicho, así, en público, todo lo que aquí me oísteis, pues por esta franqueza, nunca monumentos me elevarán en mi Magreb, en el chauvinista Magreb, pero no quiero achantarme en la autocrítica en justa emulación de estos nobles contrincantes.

Por otra banda, como se dice en vuestro paraíso, en esa Gallaecia siempre verde, entiendo que también hay patriotismo en mi franqueza, en la presente, ya que de este modo contribuyo, o pretendo hacerlo, para que se les quiten a los españoles esos errores, históricamente enraizados, de considerarnos holgazanes y perezosos, sucios y torpes, traidoramente dúctiles, precisamente a nosotros, a los magrebíes, cuando de hecho lo que visteis vosotros, en aquellos años de aquel pseudo-protectorado, fue una postración temporal, humillante pero superficial, de esas cíclicas que soportamos, de cuando en vez, todos los pueblos, todas las civilizaciones. Recordad que el Magreb actual está generado por aquellos maestros toledanos, cordobeses, granadinos…, a los que debéis la única filosofía que tuvo España; y de paso, la horticultura, el riego, la ecología, la gastronomía, el curanderismo…; y aún la mejor arte decorativa, además de una comprensión humana y de un fuerte humanismo, pues el vuestro, el importado de Grecia a través de Roma, os lo habían ahogado los godos.

Todo esto sin pasarnos a las artes prácticas y a tantos otros saberes recogidos por los árabes en todo el Oriente, Bizancio incluido, aquel refugio salvador-transmisor de la cultura greco - latina. ¿Verdad que es cierto, históricamente cierto?

Señoría, por lo que a mí respecta, entiendo que, a efectos históricos, esta Cuestión de Ifni ya la tenemos, a estas alturas del debate, perfectamente batida; o por lo menos, enérgicamente rememorada y agitada. No me duelen prendas en reconocer, aquí por ante a Historia, que si nos damos la mano de nuevo es, lo fue, gracias a los buenos oficios de los pescadores gallegos, que siguen a ser los mejores y más sutiles ladrones del mar. ¡Quiero decir, los mejores diplomáticos do mundo! Como logran acomodar las voluntades de los terceros, eso lo ignoro, pero lo visible es que son hábiles…, ¡más que los fenicios!

Señoría, este Jurado exonera a los nuestros, obviamente, desde Mohamed V a Hassán II; que Alá los guarde y los vigile por muchos años; pasando por el Eximio Professeur Si Al-lal el Fassi. En canto a Franco y a sus franquistas..., les perdonaremos aquellos errores coloniales, bien garrafales por cierto, y lo hacemos en gracia a la recomendación de estos defensores, de estos re-comandantes, particularmente los inimitables galaicos.

Este es, en resumen, nuestro Dictamen!

Señoría, yo he hablado, aquí y ahora, por los míos, y lo hice para la Historia Definitiva, para la Universal. Recordad, vosotros, impíos españoles, que quien rompe un pacto, cualquier pacto, sea de Dios o del Pardo, rompe lo que Dios mandó que estuviese atado, y bien atado! Los que propagan la corrupción del verbo contractual, ¡eses, eses serán los malditos; esos son los extraviados!

Los musulmanes le aplauden, fuerte y prolongadamente; los españoles también, pero algo menos, por simple cortesía.

Historia, mayestática:
-¡Oh, Alá, qué lección tan magistral, verdaderamente histórica, la que nos dio este alumno de aquellos Maestros españoles que ejercieron su magisterio en Sidi Ifni! De todo lo cual se deduce que no debió ser tan nefasta su protección, o su Protectorado, por más que le llamasen, Soberanía! Tomo la debida nota para mis Archivos, para los Históricos, y concedo la palabra a este Farero tan majo, tan garrido, que hace de Portavoz de los Galaicos.

Farero
-Señoría, los míos delegaron en mi como Portavoz, y deduzco que sería por una cuestión de encaje. ¡Naturalmente, ya que soy natural de Camariñas..., el país de los encajes!

Reconozco que, como gallegos de pro que somos, nos fue difícil llegar a un veredicto unánime pues en lo único que, en definitiva, coincidimos, es en que este Intelectual, este mauri, fue una pena que no estuviese de parte de sus Maestros en aquel follón de Ifni. Sin embargo, le admiramos y le agradecemos sus buenos oficios, los diplomáticos, en este Juicio histórico.

Comprendemos la fogosidad de una población que estrenaba independencia, ¡eso sí!, pero lamentamos que el Professeur Si Al-lal no aplicase, en su momento, aquella filosofía de nuestro Caudillo, cuando, refiriéndose a Gibraltar, opinó eclécticamente que no hay que preocuparse por las frutas maduras. Con esa filosofía fatalista, tan propia de vuestro Credo, hubiésemos ahorrado mucha sangre, en ambos frentes, y hoy tendríamos, en los dos países, unos cuantos parados más, ¡pero vivos!

Por otra banda, no sé si por la de babor o por la de estribor, ya que ahora, por nuestros caídos, sólo podemos responsar, ¡por si alguien no salió aún del Purgatorio!, nuestra propuesta es que, en memoria de aquella pesquería, nos dejéis pescar libremente..., ¡qué bien poco pedimos en este Acuerdo histórico, transaccional!, en aquellos bancos canario-saharianos, en aquellos a los que nuestro Diego García de Herrera llamara aquello tan bonito, y tan sonado, ¡tan sobado y tan reivindicado!, de, Santa Cruz de la Mar Pequeña. Yo me encargaría de apagar los faros…, para evitarnos el conteo de esas millas de protección!

Por supuesto que sin trabas, ni chanchullos con las millas marinas; quif-quif, sin limitaciones en el calibre de las redes, sin capitales mixtos, sin cazos ni intermediarios... Nada de zaragatas ni zarandajas, ni frenos ni atrancos de los vuestros, tan habituales, tan onerosos y tan incómodos de cumplir!

¿Que, lo hacemos así, hermanos del Libro, que es tanto como decir, pescadores todos, hermanos del Mar de Galilea? ¿Rematamos en tablas el pleito hispano-marroquí; y de paso, que esos Polisarios se apañen como puedan?

La respuesta puede ser comprometida, así que ninguno de los presentes abre la boca, pero los musulmanes hacen gestos extraños, dan indicios de asombro, cínicamente asombrados. Por su parte, después de una cierta indecisión, los gallegos rompen en aplausos; eso sí, evidenciando un cierto trasacuerdo, admirados por la sagacidad y por el oportunismo del Farero, su Portavoz.

Historia, dirigiéndose a los galaicos, no sin cierta ironía, bien perceptible:
-¿Que, se les acabaron los trasacuerdos pesqueros? ¿Va la definitiva? En ese caso, aquí tienen una Sentencia histórica, mi
SENTENCIA
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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