Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Memorias de un maestro lugués

lunes, 14 de enero de 2019
Entre los currantes más madrugadores que topaba en mi camino hacia las aulas, estaban, en primera línea, los vendedores de periódicos, los asentadores del mercado de abastos, las lecheras, los barrenderos, algunos limpiabotas y hasta los curas, por aquello que se decía: "O cura e o zorro si perden a maña, perden o día todo".

Vendedores callejeros de periódicos, solo recuerdo dos: una mujer ya mayor, Inés, cuyo puesto de venta estaba en el entronque de la Calle de la Reina con Santo Domingo. La veía envuelta en una toquilla y con un fajo de diarios debajo del brazo y pregonaba, con voz tenue, como si se le helasen las palabras al salir: ¡El Progreso¡.

El otro vendedor, Joaquín, relativamente joven, afectado de una parálisis infantil en las piernas, no tenía puesto fijo como Inés y con potente voz y recorrido variado pregonaba una más abundante mercancía: El Progreso, La Voz de Galicia, El Faro de Vigo,La Voz de la Verdad, etc...

En las cercanías de la Plaza de Abastos había jaleo humano: camiones repartidores de pescado procedentes de los puertos lucenses o coruñeses; verduleras locales, etc...
Las lecheras que salían de las aldeas próximas, generalmente amas de casa, calzaban zuecas de madera de distinto sonar; llevaban cantarillo de hojalata a la cabeza, delantal cogido a la cintura y, en la mano, las medidas del cuartillo y recorrían las calles de la ciudad para abastecer a su clientela o a quien, al paso, asomase el cazo o la tartera de porcelana.

A los de este gremio de los lácteos no les era menester vocear la mercancía porque por la música de sus zuecos solamente puede ser imitado en las películas de dibujos animados y hasta los guardias iban a tiro fijo para -lactómetro en mano- hacer un análisis del artículo por si había sido bautizado con el agua del Miño, motivo por el cual, más de una vez, he visto vaciarles el cantarillo en cualquier sumidero de la calle y arrear con la lechera para el Ayuntamiento.

Los días de mercado también traían a la Plaza de Santo Domingo a otros madrugadores del entorno hortelano o a feriantes como eran las verduleras o vendedoras de verduras y productos de huerta: manteca de vaca, huevos, etc. un mundo de oportunidades en torno a la Plaza.

Llegando aquí vengo a recordar a don Juan Rof Codina, padre del doctor Rof Carballo que en unos cursos de Capacitación Agropecuaria a los que asistí y comentando la presentación de los artículos de mercado, vino a contarnos la siguiente anécdota: en uno de esos mercados entre cuyos productos figuraban dos puestos de pollos, unos comprados por las piteiras en las ferias y vendidos en Lugo y el otro con pollos de granja de un médico cuyo nombre no recuerdo y que era famoso porque introdujo la primera incubadora en la capital.

Como parece ser que los pollos de granja mejor presentados, eran más vendibles que los que hoy llamamos pollos de corral, se armó al trifulca entre los dos bandos que una de las piteiras empezó a gritar y a recomendar al público que no comprase tales pollos -los de granja- porque, según dijo, sonlles polos feitos a máquina.

Continuará...
Esteban, Antonio
Esteban, Antonio


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES