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La estrella

jueves, 10 de enero de 2019
Ya han pasado los Reyes Magos y nos han dejado la estela de seguir a la estrella. Ese astro poderoso que nos guía en nuestra existencia. Recuerdo con mucha emoción la primera vez que visité Belén. Todavía distaba unos ocho kilómetros de Jerusalen. En la gruta no pude reprimir las lágrimas. Vivia en Italia donde a pesar del tercio de comunistas la presencia de la iglesia católica era poderosima. Se vivían tiempos de Juan XXIII, el Papa Roncalli bergamasco, en España su enciclica Pacem in Terris ‎propiciaba una renovación del cristianismo y de los ambientes intelectuales con Cuadernos para el La estrellaDialogo.

Jesús brillaba en los templos romanos. Era imposible ignorarlo. Los ateos lo combatían con escritos de Renan y de Nietsche, pero la inmensa mayoría de la población tenían incorporado a su imaginario ingenuo y entrañable la figura de un dulce Jesús y de su madre la Madonna. Los sectores progresistas lo veían obrero y revolucionario, prefiguraban la teología de la liberación. Era un ambiente cristolólogico‎.

En Belén a parte de la basílica de la natividad era imposible buscar huellas de su recién nacido más famoso. El campo de los pastores había desaparecido poblado de abigarradas viviendas y tenías que tener una fantasía digna de Julio Verme o de Emilio Salgari para imaginarte el pasado.

Quedaba una comunidad cristiana que iba despoblándose hasta quedar reducida a un cinco por ciento, aunque se respetaba la tradición de elegir a un alcalde cristiano. Había familias de raigambre jordana, aunque este país tenga una población mayormente palestina. En Nueva York un tendero de Belén me habló de la gran diaspora ‎hacia Estados Unidos.

Los vericuetos del trabajo de mi organización me condujeron a apadrinar un hospital de discapacitados en Belén y a contraer una gran amistad con su director Shehadeh y a enviar voluntarios como Jaime, Manuel y otros a ayudar a empujar las sillas de ruedas y pequeñas tareas de rehabilitación a cambio de alojamiento gratuito en este hospital de la Bethlehem Arab Society.

No os oculto queridos Arturo y José Antonio y mis amables lectores de GD que me sentía orgulloso de estar presente, aunque fuera minimamente en esta ciudad santa de Belén y que pensaba que un día cercano o lejano serviría para hacerme perdonar mis faltas, mis pecados y a asomarme a un rincon‎cito de cielo.

Estos pensamientos siempre me rondaban cuando financiabamos un nuevo quirofano o mejorabamos un reparto o renovabamos la cafetería del hospital‎. La justificación de los La estrellaproyectos era tortuosa, porque recibían muchas ayudas y a veces en vez del proyectado quirófano equipaban otro. Quebraderos de cabeza que conocen quienes han lidiado con estas labores. Belén lo superaba todo, la proximidad a Jesús, hacían que todas estas fatigas valieran la pena y al final del día cundiera la satisfacción del deber cumplido. Eramos hijos de la estrella. Como los druidas lo fueron del sol.

En otras visitas Jerusalén había crecido tanto que llegaba a Belén por un lado y por el otro a Ramallah la capital de los palestinos. En el año 1999 participé en Bruselas con mi amigo Nazmi Youssef, de la importante familia Salsa de Belen,en el proyecto Belén 2000, que congregó a todos los notables de la ciudad y que conto con la presencia del mítico Arafat, que había perdido su espontaneidad de militante y se había convertido en un símbolo del poder rodeado de toda una milicia disuasoria.

Belén se asomó también en tro viaje esta vez con mis amigos de la Federación interreligiosa‎ del Reverendo Moon, a quien Jesús se le había aparecido después del atentado de las torres gemelas y designado como Mesías que abriría la puerta de Jerusalén tapiada en su espera. Los invitados muy numerosos a estas perigrinaciones sui generis iban desde un almirante jubilado de Bielorrusia a un alcalde comunista portugués, es decir de cada padre y cada madre. Todos coreabamos Shalom,Salam y Pax, en un revoltijo ecuménico que tanto gusta a Francisco, en aquel entonces viajando en el metro de Buenos Aires e hincha del San Lorenzo Almagro.

En la visita a la gruta de Belén renové mis votos cristianos, reconfortado por un bautizo en un regato‎ del Jordan por una monja muy solemne compañera de viaje. Viví aquellos momentos con mucha intensidad. Conseguí despistarme de la pintoresca comitiva y visitar a mi amigo del hospital y fundirme con él en un abrazo.

La estrella ha dejado una estela, un rastro profundo en mi y trato de buscarla en todos mis proyectos.‎ A veces brilla con mucha intensidad en otras la contaminación mental me impide verla, pero como aquella Cruz del Sur que contemple por primera vez en Paraguay, se que esta ahí y que me guía.

Joaquín Antuña-joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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