Fue la dinastía musical de los Strauss la que supo conferir a las sencillas formas de polcas y valses los hallazgos orquestales que las transportan al mágico sinfonismo de la gran orquesta transformándolos en símbolos del ambiente tan especial de la romántica y eterna capital de la música por excelencia, Viena, muy presente y celebrada en estas

fechas navideñas gracias a su tradicional Concierto de Año Nuevo seguido por miles de personas en todo el mundo. Compases seductores, de brillante e ingeniosa instrumentación, plenamente coloristas y de inagotable inspiración melódica, rebosantes de alegría e incluso de humor, sonaron en Compostela gracias a la Real Filharmonía de Galicia y la batuta de Paul Daniel, recuperando el pulso del latido musical vienés en el Teatro Principal con el tradicional Concierto de Reyes y un atractivo recorrido a través de las melodías de la singlar saga de estos compositores. Comenzamos con la Obertura de
El Murciélago, obra maestra de la opereta cómica, para después simultanear los antológicos compases de
Salve Hungría!, los de la
Polca del Cuco, la
Vida de Artista, Bajo truenos y relámpagos, en donde la poderosa orquesta ejemplifica estos fenómenos naturales, las
Voces de Primavera, la
Polca Pizzicato, transformada en elegante y refinado baile para los nobles salones de la alta sociedad, la
Polca del Tren, la del
Champagne,
Tritsch Tratsch, retratando musicalmente la afición vienesa- y no tan vienesa- de esparcir rumores y cotilleos jugando con el vivo diálogo entre los instrumentos y la orquesta y para finalizar el Rey de los Valses, cuyos compases nacieron en un apunte de J. Strauss sobre el abanico de su esposa, el célebre
Danubio Azul, una música cargada de pasión y esperanza. Algo que quiero desear a todos los seguidores de mis ferrolanas líneas musicales de cada domingo para este 2019.