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Camino a la Fe

domingo, 06 de enero de 2019
El Señor es bueno para los que en Él esperan y lo buscan (…)(Libro de las Lamentaciones (3.17-26)

Dice ser la Navidad tiempo de fiesta y regocijo. Tiempo de felicidad manifiesta en las calles, en las casas y entre las gentes. ¿Por qué entonces se escuchan corazones que susurran: me han arrancado la paz, Señor?.

En las calles nos dejamos engatusar por ese denso níveo velo de invierno del que surgen músicas de campanas y voces blancas, y en medio de todo eso, sonidos atormentados repiten: siento aflicción y amargura, Señor.

Las explosiones de adornos, regalos y reuniones familiares se suceden pero un yo interno me dice: estoy abatido, Señor.

En nuestros corazones, como en nuestros hogares, hay sillas vacías, voces que ya no se escuchan, rostros a los que ya no podemos besar o acariciar.

Es en esos instantes en los que nuestra mirada se nubla y nos llora el alma, cuando debemos traer a la memoria el origen real de la Pascua: Dios ha nacido, está entre nosotros y su espíritu y nuestra esperanza han de llenarnos de júbilo diciéndonos que es justo el tiempo de caminar por la senda de la fe.

Así tendremos la certeza de que nuestra mesa está completa, de que las manos amadas sujetarán ahora las nuestras para continuar juntos. Se escuchan sus voces en el silencio.
Nadie se ha ido ya que el espíritu y el alma de aquellos que compartieron nuestras vidas están junto a nosotros ahora y siempre. Supliremos el dolor de las ausencias por la inmensa alegría de una vida eterna y celeste que un día también será nuestra.

Aunaremos pasado y presente, vivencias y recuerdos para caminar con esa fe hacia un futuro en el que esperaremos en silencio al Señor.

Este año haré mi camino en la fe hacia Begonte para contemplar el misterio, probablemente mi mirada se inunde de lágrimas. Lo haré huérfana, pero ante mí se representará el reflejo fiel de mi familia al completo: un padre generoso con sus brazos abiertos y una madre amor protegiendo con su mirada al hijo amado.

Esa es la imagen que da sentido a mi vida, ahora y siempre, porque la misericordia del Señor jamás termina. ¡Jamás!

A mi padre.
Begontina
Begontina


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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