La política nacional sigue estando en una ciénaga de la que ni siquiera nos ha sacado el discurso del Rey,que pese a su perfección, no consigue sacarnos del marasmo en que
nos ha sumido el Divino Pedro con sus piruetas y sus equilibrismos. Felipe VI, que el 3 de octubre de 2017 fue muy claro en su discurso de condena de la deslealtad catalana ha optado esta vez por la prudencia.
En su línea de Rey normal que cumple magistralmente su oficio de Jefe del Estado,sin embargo no emociona, no levanta pasiones.Es excesivamente moderado y a veces a mi juicio no llega ni a tirios ni a troyanos.
Su defensa de la transición y de la Constitución son evidentes pero las envuelve en un discurso gris, monótono, sin contornos, ni salientes, demasiado perfecto.
No se entienda como una crítica a Su Majestad a quien apoyo, sino como un humilde comentario de perplejidad ante el rehuir de ciertos problemas que están en boca de todos. Ni se alude al vendabal suscitado por la moción de censura del Divino ni a su reciente visita a Barcelona.
El destinatario del mensaje es una juventud atrapada por la revolución digital, se alude también como no podía faltar a la mujer y a su lucha por la igualdad liberándose del machismo.
Se olvida de hablar del debate de la emigración que está tan vivo y de este éxodo no se dice nada. Europa esta desdibujada y la política internacional inexistente.
A mi me ha dejado frío. Ni en contra ni a favor. Creo que para sacarnos de la ciénaga hace falta sacudir las conciencias y no adormecerlas con recomendaciones flojas y débiles a la concordia. Es cierto que el Rey es el árbitro, pero el día 24 ha ignorado las faltas graves cometidas en ambas áreas, y aquí amigos no hay VAR.
Joaquin Antuña -joaquinant@hotmail.com
