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Así andamos todos ciegos y mudos

lunes, 24 de diciembre de 2018
Me gustaría ser menor para ayudaros a salir del atolladero donde os han metido, queridos colegas y sin embargo amigos. El caso es que yo ya no estoy para emprendimientos, ni siquiera para reivindicaciones, que ya quisiera subirle los colores a los que han causado este desastre de sociedad que no repunta y a la que nadie ve futuro, ni siquiera mi amigo Iñaqui Gabilondo que se dedica ahora a dar lecciones magistrales de alta política, ya que los políticos no están para darnos nada.

Pero a mí, mi gente, ya no me queda ni la esperanza de llegar a ver como recuperáis las libertades usurpadas por esos dos personajes siniestros del periodismo actual, cuyas aspiraciones pasan por encima de la verdad y de la vocación: los editores y los productores, quienes, con el poder que les ha conferido el dinero de la subvención oficial, han vejado esta profesión hasta extremos inauditos… Se han vendido por unas monedas y comen las sobras en la mano de quienes detentan el poder.

—- Oye… ¿Y a que viene esto hoy?

Ayer he subido a la ciudad universal para pasear las viejas calles y no era la lluvia lo que las mojaba, sino las lágrimas del alma de los viejos compañeros, unos en paro, otros con la misma chupa que vestían hace una década y otros cuantos con cara de funcionarios de tercera de la Xunta.

Los sumisos productores y avaros editores han destruido aquel periodismo que presumía de libertad de expresión y ya son demasiadas las informaciones que no se cuentan y se quedan en un despacho, escondidas entre un montón de carpetas censuradas. Más claro: actualmente, el periodista que quiera malvivir de su profesión ha de esconder las vergüenzas de los intocables y si estos se lo piden tendrá que ponerse su uniforme y hacer de abogado defensor en las tertulias, televisadas, radiadas o de café.

Esto, desde aquel día en que Zapatero nos hizo creer que toda la sociedad tenía la culpa de la burbuja inmobiliaria y sobre todo desde que Rajoy llegó a la presidencia para regalarles sesenta mil millones de dinero público a los bancos y a todos los demás bajarnos el salario a la mitad con su reforma laboral.

Cada uno defiende a los suyos, por eso a mí me preocupan los periodistas y los trabajadores del audiovisual, pero el poder tiende sus tentáculos a toda la sociedad. Y así andamos todos ciegos y mudos.

Ni siquiera nos interesan las mentiras que cuentan las estadísticas.

He escuchado decir en la Radio Galega a un alto funcionario de Facenda:

—- Xa se consolidou a tendencia á alza das retribucións que perciben os traballadores galegos. O pasado ano foi o terceiro consecutivo no que se rexistrou un incremento dos salarios, que no caso de Galicia supuxo unha suba do 1,92 % no salario medio anual, un crecemento maior que no conxunto de España, onde foi do 1,78 %.

Espero que a esos indecentes y a sus secuaces se les atragante el turrón que otros ni siquiera podrán ver en su mesa. También espero que algún día se hagan realidad aquellos versos de Nicolás Guillén:

“Cuando llegues, donde quiera que estés, será una pena que no exista Dios… Pero habrá otros dignos de recibirte”.

(www.galiciaunica.com)
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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