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A guerra de Ifni (32)

martes, 18 de diciembre de 2018
Gallina.
¡A ese señor le pusieron en órbita precisamente los suyos! Nosotros no teníamos aviación, pero la española procedía de la Guerra del 36… Y como decía la canción de Manolete…, si no sabes torear, a qué te metes? Si no tenían aviación apropiada, gonios, y todo eso, ¿para qué querían territorios en ultramar?

Comandante P., que se dirige a su desertor:
-¡Cristiano..., digo, mal cristiano, cretino irredento! ¡Hiciste bien en desertar, que tu no servías para policía, que ni retienes una nueva ni captas una metáfora! Tu Comandante Chas, ¡y a ver si te enteras de algo!, salió en Agosto del cincuenta y siete, en el vuelo de un Heinkel 111. Iba de Informador para señalarle al Piloto la línea fronteriza con el Marruecos independiente, que tal era la categoría de tu Comandante, ¡más de fiar que los planos de nuestro Estado Mayor! De regreso al aeródromo, con niebla espesa, no distinguieron la otra frontera, la del mar, así que, o hicieron amarraje en el océano, o se quedaron arriba, en órbita, que de cierto nunca se supo.

La otra parte, la gloriosa, esa sí que la conocieron nuestros enemigos, y bien de inmediato; ¡todos, menos tú, un inútil desertor!

Desertor P., con ingenuidad y sin ofenderse:
-¿Así que los pilotos de España llevaban mapas humanos, guías-apuntadores de sus objetivos? ¡Como en el cine, en aquellas caravanas del Oeste...! ¡Vaya, vaya! Así se explica lo del Canarias, apuntando con el dedo, con el alza que les señalaba un Teniente de Infantería..., ¡para no cañonear de nuevo sus propias posiciones! ¡Yo seré un retrasado, pero me consuela saber que no fui el único!

Comandante P., visiblemente indignado:
-No seas insidioso, rapaz, que te llega con la ignominia de ser un desertor de nuestra Policía, ¡después de evadirte del arado!

Si aludes a aquella mentira que circuló entre tus Jefes adoptivos de que el Canarias, por un error de cotas, bombardeó sobre nuestras posiciones, y que nos mató veintiséis soldados..., ¡contados por el propio Ben Hamú!, tienes que saber lo escrupuloso que era para sus bombardeos, ¡y para sus salmones!, aquel gran Almirante del Eume, Nieto Antúnez. ¡Y lo que sufrió cuando le mandaron asustar a los de Agadir, precisamente el día de Nochebuena!

Fíjate qué precisión de tiro no exigiría un hombre de tanta conciencia que, ¡vida por vida, prefería las marroquíes! Otra cosa sería si el siroco les desvió alguna trayectoria, que del resto..., ¡nada, en absoluto! Tampoco es probable que hubiese errores topográficos, ni siquiera de los campos de minas… Nuestras posiciones siempre estuvieron perfectamente localizables; ¡y si las hacían saltar los chacales sería porque se parecían a ti, desertando de donde les convenía estar!

Intelectual
-Creo que ya está bien de pecados veniales…, ¡teniéndolos capitales! Propongo una condonación de penas… Como decían aquellos católicos preconciliares, una oculta compensación…, habida cuenta de que nosotros también tenemos el pecadillo de pasar nuestras armas por delante de sus narices, ¡en el propio Desembarcadero de Sidi Ifni!

Comandante P.
-Eso que propones no me parece colacionable, ya que vuestras metralletas, las de aquel contrabando, segaron vidas y haciendas…

Enfermera
-En eso tendrán razón, pero de seguida les equilibro el plato si pongo en la balanza, para hacer el rectus, aquella leche de las vacas de la Granja del Gobierno, que iba por garrafas para el café de ciertos pabellones, mientras se descalcificaban los niños y las paridas musulmanas. ¡Malditos protectores!

Pero como esto, más que un Jurado está pareciendo un Muro de las Lamentaciones, propongo que corramos un velo, ¡como el que yo me saqué!, sobre estos remordimientos, sobre estos escrúpulos tardíos, tardíos e inoperantes…, salvo que este Comandante de Tiradores, tan discreto él, quiera apuntar más alto.

Comandante T.
-Yo callaba porque sólo estoy arrepentido de una cosa: ¡de ahorrar pólvora! Aquellos ataques, alevosos y nocturnos, que hicisteis a nuestros Destacamentos de T´Zelata de Esbuia, de Tagragra, del Tenin de Amel-lu, del Mesti, de Tiliuin, de Tamucha, y de tantos otros, con los que nos disteis motivo para cubrirnos de gloria, de sangre y de polvo, si en aquella ocasión en la que Alcubilla nos llevó la orden del Generalísimo de que regresásemos a las posiciones defensivas, iniciales, inmediatas, se le hubiese extraviado aquel cuatrimotor, si pasase de largo cara al mar, emulando el Heinkel del pobre Chas, ¡maldito si no quedaríais bien chamuscados!

También me arrepiento de no haber desertado, que en Tiradores sobraban voluntarios que me acompañasen para traspasar vuestras defensas, para colarnos por vuestras líneas, y con ello plantarnos en Rabat, ¡en un santiamén!

En ese coupe de force dinamitaríamos la Torre de Hassan…; ¡la del otro Hassan, se entiende, y con ello voltearíamos la guerra a favor de España!

¿Dios, por qué la Historia se escribirá siempre por el final? De haber sabido las consecuencias, claro que hubiese desertado, pero en positivo, que a veces la mejor forma de construir el futuro es destruyendo el pasado, haciéndose valer, reaccionando con valor…, ¡antes de que lleguen los diplomáticos, pues esos, además de llegar tarde, siempre se dedican a las laudas sepulcrales, a los oficios fúnebres, a las condolencias! ¡Por algo los americanos, tan astutos ellos, tuvieron de Secretaria de Estado a una tal Condoleezza…!

El dilema no era tal: ¿Ifni, Territorio de Soberanía…? ¡Pues de serlo, adelante, con todas las consecuencias! Y si no lo era, si todo consistía en una farsa imperialista, ¿para qué gastar la pólvora en salvas?

A un Ejército disciplinado, como era el nuestro, no se le puede poner en solfa: ¡Y por añadidura, silenciarnos en los medios informativos!

Desertor T., tan ingenuo como el Desertor de la Policía:
-¿Y luego, si así piensa, si está arrepentido de no haber desertado, por qué me abrió aquel expediente? ¡También por desertar!

Comandante T.
-¡Otro que no entiende el sentido figurado de las palabras! No olvides, aunque ahora de poco vale, que todavía hay clases al Norte del Estrecho; ¡muchas, mal que les pese a esos que te lavaron el poco cerebro que llevaste para Ifni! Bien pensado, poco tenías que lavar, ¡que contigo sólo necesitaron dos gotas de aquella al-ma-luz del Gallina!

Empleado de Boaida.
-Con usted…; ¡sí, con usted! Con usted tengo una cuenta atrasada, ¡pero activa! Se vino al Cielo sin pagarnos aquella radio…, la Blaupunkt

Comandante T.
-¡Voto a Judas, el de las treinta monedas…! ¡Si no fuese porque aquí no hay gravedad, ahora mismo te hendía el alma con un machete! Tiene razón mi colega, este de la Policía, que es una necedad desnudarnos mientras estos islámicos siguen con su conveniencia…, ¡envuelta en turbantes!

De pronto le da un arrute:
-Hablando de velos: tendré que darme una vuelta por el Séptimo, por el de las huríes, a ver si les pierdo este rencor a los infieles, pues con lo que aquí me cabrearon, con esta iracundia que me entró, no puedo seguir deliberando fríamente…

A la vuelta hablaremos. ¡Me voy! ¡A por ellas, al ataque…, con mi Talión alzado, que la mejor fusila en tierra de infieles es hacerles mestizaje…, ya que nos lo atribuyen!

Empleado de Boaida, que muestra la palma de su mano al Comandante de Tiradores para que no se vaya sin escucharle:
-¡A modo, amiguito, que de usted daré parte a la Historia para que juzgue su doble moral! ¿Cómo se atreve a censurar nuestros harenes si vosotros mismos, ayer, en el XV, que aquí se dijo, y en Acta estará, aún sosteníais el “ius primae noctis”? ¡Queda acusado, formalmente, de practicar en Ifni una doble moral!

Comandante de T.
-Ya que las huríes son para los victoriosos, me voy de caza, ¡a por gacelas, que así, de paso, le echo una mano al Polisario!

Este Comandante de los Tiradores de Ifni, dichas estas palabras, hace mutis por el foro, frenético, a toda velocidad. En vista de este plante, los otros miembros del Jurado cruzan miradas entre sí, con complicidad, y con la misma se van ausentando, pero más despacio, cada uno por separado, sin formar corrillos.
-.-

Escena 3ª, del 2º acto.

Vuelve a entrar el Comandante de Tiradores, pero esta vez parece satisfecho. Silba el Himno de la Fiel Infantería, ... ¡que por saber morir sabrá vencer!

Comandante Tiradores, que comenta, explicativo, expansivo, incorporándose a su asiento:
-¡A estos marroquíes sí que les tocó un buen Tercio! Aquí mismo, en el Edén: ¡El de mejora! Ahora me alegro de que recuperasen aquel Territorio para que esos agarenos de allá abajo tengan un cierto contraparaíso…

Intelectual
-Entonces, ya que hay consenso, lo mejor será sobreseer el contencioso de aquel follón Histórico. ¿Algo que objetar...?

Comandante T.
-¿Que te crees eso! En Ifni vertisteis la sangre de quinientos españoles, que serían hoy quinientos parados potenciales, o jubilados anticipados, todos ellos héroes, ¡amén de los desaparecidos! Este Jefe, con sus ocho puntas, y siempre a las órdenes del muy ilustre Zamalloa, ¡no se rinde! ¡Ni me rindo, ni traiciono aquella heredad, alcanzada, lograda, al precio de una vida, también galaica, la de aquel gallego de pro, Pepiño el de la Rueda...! ¡Así que, tres hurras por el Gran Pepiño!

Todos los gallegos, al unísono:
-¡Hurra, hurra...! ¡Viva Pepiño, el de la Rueda, aquel macho de parada, aquel Conquistador, un héroe del mestizaje, que por algo se le llamó a Marruecos, Protectorado, por lo mucho que protegimos, por lo mucho que consolamos..., en sus moritas!

En esto se acerca el Alguacil, aquel Cartero del Simancas, que permaneciera aislado, discreto, en una mesita auxiliar, a un lado, como si fuese un Ujier de las Cortes, escoltando la Historia. Después de un cachetazo en la mesa, que casi la rompe, da en bracear, inquieto:

Alguacil
-Yo no entro ni salgo de este Jurado, y lo voy a decir en castellano, que si lo digo en bable..., ¡la mi má que me pareu! Bien poca mestizaje se les hizo a estis cabrones, que non contentes con la somanta de Covadonga, luego, en el Treinta y seis, volvieron a por las nosas mullieres, pero..., ¡ellas mesmes les metieron un forquitu por el anu, só maricones, que los dejaron impotentes, que de aí les viene la chapa de su traseru...! ¡Si no fuese por mi respeto a la Historia, mesmo con les puñes...!

Gallina, que le contesta por todos, y entonces el Alguacil se vuelve a su sitio, tranquilizado, pero sigue haciendo señales de protesta:
-¡Hombre, eso está bien, que incluso un simple Alguacil, sin mando ni plaza, pretende influir en este Tribunal...; y con el Himno cantado por su Comandante, mejor aún! Según ustedes, en esa Colonia, en esa leira de Ifni, yo tengo una legítima, como heredero forzoso, ya que se reconoce que mi padre fue aquel Coocupador, de algún modo Cousurpador, de una terra nullius! ¡En este caso, siendo así, la tendremos a medias! ¿Es, o no, una legítima, un derecho legítimo?

Comandante T.
-Tú lo que tienes, bastardo, es mucha tierra…, en la Habana, ¡que aquella no es tuya ni de nadie! Sabiendo de quién eres hijo, debieras estar de nuestra parte, de esta banda, ¡que así no te prescribirían tus derechos sobre las glorias imperiales de nuestra España imperial! Fuiste de nuestra tribu… Ilegítimo, pero lo fuiste por aquello de, Pater, patris; ¡así que, causa finita!

Gallina
-¡No es así, mi viejo! España me perdió por..., ¡por reírse de mí, por negarme un simple vaso de agua, desfallecido en las puertas de vuestro Cuartel de Tiradores! En la tierra de mi padre, Galicia, sólo conocen, y reconocen, a los hijos de los emigrantes cuando vuelven ricos y triunfantes..., ¡así hablen en chelja! Los otros son, “retornados de caridad”, por la Xunta, ¡séase, Beneficencia!

Comandante T., cambiando de conversación, con visible intención de eludir este tema:
-¡Lo que no entiendo es como aquel Profeta, ese Mahomet, cando les dictó su Al Qurán, y sin haber muerto aún, supiese que en esta Eternidad os asignarían un paraíso de huríes! Los nuestros, nuestros profetas, nada nos dijeron de semejante porvenir. ¡Cosa fina estas Geishas! ¡Como que yo, con esta tropa disponible, descendería encantado a Capitán de muslimes...!

Comandante P.
-Y tú, honorable Colega, que vienes de inspeccionar esas huríes, esas mozas etéreas, ¿qué tal hacen la instrucción…?

Comandante T.
-¡Te lo diré sinceramente, que te lo juro por mi honor...! Tanto se bambolean, que el enemigo no tiene forma de apuntarles. Yo no he sido capaz de eso, de hacerles diana…, ¡ni con mi experiencia en esta clase de maniobras!

Bancario, mostrando picardía, interesado en el tema:
-¿Que, cuantas son...? ¿Hay almejas para todos, a cuantas tocamos?

Comandante T.
-Querido Contable, tantas son, que ni caben en un libro de los tuyos, de esos de Contabilidad, ¡de los de hojas cambiables! Pero tú, que estás casado y con la carabina cerca; tu, que presumes de puritano, casi tanto como Zamalloa, no debes pensar en las huríes..., ¡que te son del prójimo!

Bancario
-¿Luego...? ¿No son mujeres de la vida, no viven? Tanta amistad que tuve con mi compadre, con el Páter de Tiradores, y nada me informó acerca del futuro de los musulmanes. ¡Se lo reprocharé!

Comandante T.
-Son privilegios suyos, ¡que sólo comparten con los que venimos célibes, como yo! ¿Lo entiendes? Entonces, aguanta, que también aguantó el Cartero del Simancas, que ese no desertó..., ¡y eso que se las ponían a tiro para invitarle a pasarse al enemigo! La especialidad de tu compadre eran los iconos rusos, que los coleccionaba, pero en islamismo el experto era su primo, Aldegunde, aquel arzobispo del Corgo, aquel que tradujo a Hans Küng…

Bancario.
-¿Y quién era ese Hans Küng, si puede saberse?

Intelectual
-Ese no es tema para un Comandante… Permítame que le conteste yo mismo: Hans Küng fue uno de los grandes impulsores de la Teología ecuménica. Su tesis fue: “No puede haber paz entre las naciones sin paz entre las religiones; y no puede haber paz entre las religiones sin diálogo entre ellas”. En Ifni el diálogo estaba atribuido a los PP. Franciscanos, y funcionaba perfectamente, tan perfecto que los españoles, en su crónica miopía, ¡una miopía de Coloma, colómica, que no de Gallegos!, no pararon hasta lograr su expulsión del Territorio. ¡Uno más de sus errores, y no el menor!

Volviendo al tema: Es bien cierto que no debéis tener malos pensamientos...; ¡y menos aquí arriba, con las huríes!

En lo otro, a los españoles nadie les censuró, nunca, en toda la arabía, eso de que hubieseis reconquistado vuestra Península, ¡parte de ella!, así que, en reciprocidad, va siendo hora de que admitáis, históricamente por supuesto, la licitud de nuestra reconquista integral, la del Gran Magreb, la del Gran Ocaso.

Comandante P.
-¿Incluyes, claro está, al Sáhara Polisario, ese de los tuaregs, que bien sabes que eran, que son, supuestos descendientes de aquellos balears expulsados de las Islas? Primero, en la época de las persecuciones neronianas; y después, por los propios vándalos… Tengo entendido que por entonces, mayormente cuando los vándalos entraron por Marruecos abajo, en aquellas tierras había unos cinco mil cristianos. ¿Se acuerda de eso, Doña Historia?

La Historia, aunque está presente, procura no interferir con los Jurados, así que no se da por aludida; mientras deliberan, ella conversa, en voz baja, con su Cartero - alguacil, y también hace punto; ¡hace en la media, como se suele decir!

Intelectual
-¡Por supuesto que sin el Sáhara no hay Imperio jalifiano posible, pues sin él no se forma un Gran Magreb! Y eso que en Rabat saben poco de la Historia balear, ¡que si llegan a enterarse…! Ahora que caigo, por algo se les da bien el castellano a los Polisarios: ¡Claro, les viene de su latín, del balear, aquel de Publio Metelo...!

Pero dejemos la cuestión del Sáhara a los pobres del Polisario, que ya lo sabrán perder, ¡con o sin ayuda de España!

Farero
-Pido la palabra..., ¡si es que sigo de moderador! Aquí estamos desconectados, la Profesora y yo mismo, que ya llevamos dos sesiones viendo como navegáis en círculo, pero así non salís de nada, ¡ni de la Mar Pequeña! Señora Maestra, ¿quiere hablar usted primero? ¡Sería mejor, pues si yo enciendo aquel faro, aquí veremos las estrellas!

Profesora
-¡Gracias; es usted muy amable, y aun así no le querían en el Casino! ¿No se dice que la lección magistral siempre es la última, por definición? Entonces déjenme para luego, a ver si se me serenan los ánimos, que por lo de ahora no me atrevo a intervenir. Y también para ver si con su faro se ilumina esto, un poquito, que me parece que estos señores aún no se toparon con la verdad absoluta, ¡y eso que estamos en el Cielo!
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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