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A Guerra de Ifni (31)

martes, 11 de diciembre de 2018
Escena 2ª, del 2º acto


Al-Ainin. Como a este personaje de la Historia de África Occidental le tiene España por un parásito Notable, o más bien por un Notable Parásito, deberá desperezarse poco a poco, con indolencia, visiblemente grosero, apretando su notable barriga.
-¡Oh, vosotros, los que creéis...! Comed de los manjares que os hemos dado, y dadle gracias a Dios..., ¡si es que lo adoráis!

Comandante P., con gesto de repugnancia:
-Tanto hemos llenado al Fulano este, allá en Ifni, que se vino a la Eternidad sin percatarse de que en el Cielo no se come, ni tenemos sed, que cuanto hacemos de orden material es un virtualismo, una simple apariencia...

Tampoco se fornica con las huríes, por lo menos de un modo carnal, que esa es otra de las apariencias..., ¡mi señor Patriarca de las Chumberas!

Dirigiéndose a los otros concurrentes:
-Esto es lo que le ocurre a este Notable hijo de...; hijo de otro Notable, quiero decir! Hijo de uno que si lo fue, ¡aquel Sultán Azul...! ¡Siempre despierta con la misma obsesión! Un día de estos, si Doña Historia me lo permite, le he de meter una teresiana en la boca..., ¡a falta de balas, que aquí no tengo!

Al-Ainin, desentendiéndose de aquellas amenazas:
-¿Que, que pasa aquí? ¡O se reinicia este Jurado, o me vuelvo a mi sueño califal!

Comandante P.
-El Jurado se reinicia, pero, de banquete califal..., ¡naranjas de la China! Aquí en la Eternidad, como no te metas en las perolas de tu compadre, ese tal Pedro Botero, pues lo que es nuestra España ya te destetó, ¡hace medio siglo! ¡Tarde, pero definitivo, bandullo del diablo!

Al-Ainin, mostrándose digno:
-¡No me trataba usted así, en Ifni, cando me pedía, confidencialmente, y casi de rodillas, el favor de que le calmase aquellos nativos, aquellos tenderos sublevados! ¡Cuatro semanas seguidas que estuvieron los españoles viviendo de aquellas latas del Economato! ¿Se acuerda?

Comandante P.
-Dijiste bien, ¡nativos!, que tu ni eso eras, que te llevamos para Ifni con el cuento de tu descendencia del famoso Chej Ma el Ainín, que aquel antepasado...; ¡aquel si, aquel fue un hombre de bien! Te llevamos a Ifni desde el Sahara para que fermentases una hornada de Notables, ¡notable calamidad!, pero convertiste aquel palacio, aquel mirador que te hicimos, bajando a las Palmeras, en un nido de..., ¡de boas constrictoras! Perdón, que rectifico, que no lo dije bien: ¡quise referirme a las víboras conspiradoras! Basta con verte, o con oírte, para no tener dudas de tu veredicto. ¡Que Dios le perdone a quien de ti se valió para enfollonar Ifni!

Al-Ainin
-¿Se refiere a Franco...? ¡Tanto que hizo por ustedes...! ¡Por ustedes y por Carmencita, que incluso se montó una guerra para que no se aburriese en su Comandancia de Canarias!

Comandante P., que no le quiere oír:
-Si tantos años estuviste en la nómina de los Notables de Ifni, aquello fue una permisividad nuestra para no levantar la liebre de tu incompetencia. De la política, que lo otro..., ¡un bandullo de mierda!

Al-Ainin
-¿Yo; incompetente, yo? ¿No dijo que he vivido del cuento? ¡Luego es que soy un literato! ¡O se está contradiciendo, o...; dígame de otro más competente! ¿Y si por aquel entonces llega a haber Premios Príncipe de Asturias…?

Comandante P.
-Rectifico gustosamente, que más que incompetente, lo que fuiste fue traidor; ¡un traidor y un botarate, un cuentista! ¡Me desespero con sólo verte delante!

Al-Ainin
-Descalifique cuanto quiera, que a más censura, más en ridículo se pone; ¡sí, usted!; y más ridiculiza a su Patria. A propósito: Gracias, Sbania, gracias sbanois..., por aquellos dineros, tan cómodos de recibir que sólo tenía que pasar por vuestra Pagaduría, ¡una vez al mes! Mi heredad, aquellos remanentes, ahora los tienen los míos, cien hijos, todos ellos Notables, ¡con sus letras en clave!, agachados en Suiza. ¿Qué le parece? ¡Menuda heredad: un ciento de hijos, y todos con su respectivo, uti, fruti, habere e possidere! ¿Los suyos, qué? Los españoles sois felices pagando réditos, como de costumbre, por vuestras deudas, por la interna y por la externa, ambas perpetuas. Unas, heredadas del franquismo; y las otras, heredadas de una perenne mala administración. ¡Hábitos faroleros, igualmente perpetuos!

Mi Comandante de la Policía, ¡Indígena, por supuesto! ¿Hay dudas, le quedan, de quien fue el incompetente, o el impotente, en aquel Territorio dorado, en aquel juguete colonial, que lo utilizaban para presumir de Imperio? ¡Por el Imperio hacia Dios! ¿No decían eso?

El Comandante de Policía calla, pero se le nota un ademán de asco y de cansancio; quien sale al desafío del gordinflón Ainín es el

Bancario
-Comandante, entiendo que llevamos nuestras deliberaciones por mal camino: Se supone que este Jurado, nosotros, tenemos que ser esencialmente objetivos, y aquí se palpan subjetividades muy…, ¡voluminosas! –Fija su mirada en la panza de Al-Ainín- ¡Le estamos haciendo un flaco servicio a la Historia Contemporánea! Así que, por mi parte, ya que se apagaron los Moderadores propuestos, sugiero rectificar los métodos de nuestro debate comenzando por confesarnos, aquí en público, por ante los siglos venideros, de nuestras respectivas circunstancias en relación con la guerra de Ifni.

Con esta transparencia, que ofrezco y sugiero, los Jurados aquí presentes podrán rebatirnos nuestras desviaciones, y de paso, neutralizamos las impurezas materiales que quedasen adheridas a nuestro espíritu; por ende, a nuestro razonamiento. ¿Qué les parece?

Los españoles asienten, así que el Bancario prosigue:
-Esto de la confesión purificadora me la enseñaron aquellos prohombres del OPUS, aquellos que tanto influyeron a través del señor Carrero Blanco en las decisiones liquidadoras, tanto del A.O.E. como de Guinea. Además entiendo que esto resultará aceptable para los musulmanes. ¿O no?

Ahora son los musulmanes los que muestran su asentimiento.
-¿Entonces confirmáis que allá abajo, en el fondo de nuestras almas, no andábamos tan separados, como parientes de religión que somos a través de ese Libro Santo, que es la Biblia? Aquí arriba nos situaron en Cielos contiguos, ¡que ya es algo! Predicando con el ejemplo, en esta despersonalización objetiva que propongo, tengo dos resentimientos que deponer.

Como observa gestos interrogativos, el Bancario apresura sus explicaciones:
-¡Os prometo ser breve; breve, conciso y preciso, como buen gallego! Uno de mis remordimientos es que odié al Gallina por su ingratitud con su Maestra, pero también por su criminal atentado en contra de un simple soldadito, aquel que estaba de guardia el 23-N en aquel Polvorín del Cruce... ¡Un polvorín militar en medio de una ciudad! Me explicaré:

Aquella mujer, aquella Maestra, que no ejercía para dedicarse a su propia casa, si ejerció para él, dándole clases, enseñándole a leer y a escribir en las horas en que ambos tenían y merecían descansar.

Pues bien, en pago de esa predilección, ¿qué porvenir nos dio, él? Nos dio, y también lo digo como ejemplo ejemplarizante, que su fiera entrada en Sidi Ifni, en la noche de Autos, capitaneando aquel hato de fanáticos, le causó tal pánico y tal prevención que, cómo sería la cosa, que me aceptó, a primera propuesta y sin insistencia alguna, salir evacuada para la Península, de inmediato, con nuestro niño de meses, en uno de aquellos aviones militares que retornaban de traernos víveres y refuerzos. ¿Valoráis aquel pánico, aquella decepción?

¡Pues este daño, aquel trauma, sumado al que le recordaban sus cicatrices por el atentado del Istiqlal en la carretera de Safí, le implicó una depresión y una pérdida de fe en la humanidad! ¿Y qué no pasaría con las otras Maestras, con las de plantilla, con las del Colegio, después de que aquellos afectos suyos, casi maternales, las hiciesen suponer una transición, una descolonización, adecuada y pacífica, de partijas fraternas, como cabía esperar de una generación indígena lustrosamente educada por nuestra generosa España?

¿Le pidió perdón, a mi dueña, este protegido suyo? Pues no, no tal, que aquí está el interfecto, que lo podrá reconocer..., ¡si le quedan posos de aquellos ejemplos magistrales!

Gallina
-¡Si, todo eso es cierto, que este hombre habló bien! Entonces, por si aún es válido, ¡pido disculpas con efectos retroactivos! Las pido invocando esta fraternidad, o esta media fraternidad, que me da el que yo sea hijo de vuestro paisano, él tantas veces evocado Pepiño, aquel ourensano, aquel de la Rueda de Afilar.

Bancario
-Pues, como mi mujer salió un momento..., que debe andar por ahí, por ese Edén de las mujeres, en el servicio de las ídem, que aquí en el Cielo no mean pero se retocan el peinado, la toilett, yo le transmitiré las expresiones que acabas de formular.

Tu franqueza y tu arrepentimiento le servirán de estímulo para mirar por los nuevos ifneños, por vuestros gromos, por los actuales..., ahora que ascendió de Profesora a Ángel de la Guarda..., ¡y lo hará con renovada caridad, sin reservas mentales!

Se vuelve de cara a los españoles:
-¿Ven, queridos compatriotas, como es bueno barrer las tinieblas antes de emitir el Dictamen que nos encomendó Doña Historia? Tinieblas, algunas, montadas por nuestro propio Gobierno… Y aunque sea reiterativo: Después de aquella embestida de los vociferantes del Istiqlal, con su camión abierto y lleno de fachas, ¡de fachas, de armas y de banderas!, a nuestro auto, a nuestro De Soto. Después de aquellas tres vueltas de campana; después de haber retirado a mi esposa de debajo de una de las ruedas con la ayuda de un matrimonio francés, que luego nos llevó al Hospital de Safí, donde la cosió un Enfermero ascendido a Médico mediante un cursillo de tres meses... ¡Cuando vuelva, que os muestre sus medallas, digo, sus cicatrices! Después de haber perdido todo nuestro equipaje pues al volver al sitio del encontronazo, había desaparecido… ¡La chatarra no, el equipaje sí! Después de todo eso, después de esos sufrimientos por la Patria, a nuestro regreso a Ifni no sólo no nos quiso escuchar nuestro Gobierno sino que propaló a los cuatro vientos, de orden de S.E., que los hermanos musulmanes eran incapaces de semejante atentado, ¡y que todo había sido una impericia, mía! ¿En una recta, en un llano, y con ocho metros de cuneta a cuneta…? ¡Hemos sido víctimas de un terrorismo “fraterno”, inconfesable por España, y encima de eso, vilipendiados!

Pero aún me queda un fleco con el Gallina: Dime otra cosa, rapaz, ¿por qué nos asustaste aquella noche? Ya sabes, tiempo adelante, cando llamaste a nuestra puerta, que tardé en abrirte pues con los nervios no daba retirado una tranca de tubería de hierro que le habíamos puesto por dentro… Fuiste a visitarnos para vendernos uno de aquellos retratos en negativo de vuestro Mohamed V; y con esas, nos echaste aquel espiche independentista que tanto nos alteró, y del que me acuerdo perfectamente.

Gallina
-¡Paisa, tenía que hacerlo, que las órdenes procedían del mismísimo Si Allal el Fassi! Era parte de su plan de guerra, ¡de guerra sicológica! Como volví para entrar en la capital, en Sidi Ifni, fingiéndome inocente y diciendo que aquel Veintitrés yo estaba de compras, en Las Palmas, pude dirigir una Quinta Columna, que llamábamos en las viviendas de los civiles para sobresaltaros en aquella guerra psicológica en la que nos habían especializado los de la CIA! ¿Entiende la cosa? ¡En definitiva, que sus mejores amigos resultamos ser los peores enemigos! ¡Mea culpa!

Bancario
-¡Puñetas! ¿Y todo aquello, a cuento de qué…? ¡Ese Si Allal...!

Gallina
-Era, ¡que ya lo dije!, una trama psicológica..., ¡para mentalizaros de que en Ifni rematara vuestra tranquilidad, y con la tranquilidad, aquella soberanía fantasmal! ¿Entiende? ¡En otras palabras, que se jodiera la pax, aquella entente hispano-árabe!

Con aquel pretexto de que nos compraseis el retrato de nuestro Malik, convenciéndoos, hipnóticamente, de que, mirado fijamente, y levantando después los ojos al Cielo, veríais allá arriba al propio Sultán... ¡Aquello era la guerra fría, el pánico...! Ahora que lo recuerdo, aquella cosa, aquella manipulación se llamaba mensaje subliminal… Por otra parte, aquella entrevista, aquella pamplinada, nos servía para pulsar vuestras reacciones… ¡Un test, que se dice!

Bancario
-¿Así que incluso los civiles estuvimos espiados? ¡Y España inventándose obras, nuevos proyectos…, para haceros felices, cuando ya estábamos acordonados por un sistema de trincheras y campos de minas…, a una legua de la plaza de España! ¡Esto del imperialismo…!

Gallina
-¿Y luego…? Aquellos tests también sirvieron, que los repetimos, más tarde, en el Sáhara, que allí fue para ponderar las reacciones que se producirían con motivo de la Marcha Verde. ¡Paisa, todo calculado, que por algo nos dirigía un eximio Professeur!

Bancario
-¿Puedo preguntar quién fue vuestro Psicólogo…, acaso un Premio Nobel?

Gallina
-¡No fue, fueron! Además de los Cías, anduvieron por Marruecos ciertos doctores nazis que se decía alumnos de Goebbels, refugiados en Sudamérica. Vinieron a Rabat para evacuarle consultas a su Herr Hans...

Bancario
-¿Quién os conectó, quien llevó esa trama con eses hijos…, del Tío Sam?

Gallina
-A ciencia cierta no lo sé, pero se dijo que los franceses tenían cuentas pendientes con Franco...

Bancario, como hablando sólo:
-¡Tiene gracia, por arrobas! Nuestros mandamás echándole todas las culpas a la URSS, incluso en la Prensa, cuando de cierto, por lo que aquí se aprende, aquellos comunistas tan sólo les ayudaron con su nombre, y si acaso con algo de pólvora! ¡Oh, España, qué Grande eres...; más que los cabezudos del San Froilán! ¡Mucha funda y poco cerebro! Y en cuanto a usted, Doña Historia, ¡cuántas curvas tiene, y todas anfractuosas!

Gallina, que alude al monólogo del Bancario:
-Ya que habla de contradicciones, le tengo apuntada otra, y bien gorda! Que conste que no pagó por ella en atención mía, o más bien por mi agradecimiento a su esposa. ¡Esto es para que no me tache de desagradecido!

Bancario
-¿Qué me dices, de qué hablas? ¡Explícate!

Gallina
-Le estoy hablando de una cobardía y de una traición, ¡suyas! A mí me llamaron Gallina por mis andares, pero a usted tenían que llamárselo por..., ¡por su comportamiento! ¡Y encima le dieron medallas y certificados de Ex - combatiente! No le dejaré intrigado, que también quiero ser transparente, y purificarme.

Comandante P., que se dirige imperioso al Bancario:
-¡Aquí arriba no te puedo poner firmes, que ya no mando en aquel Somatén de las Gabardinas, pero puedo apelar a tu sentido patriótico! Me parece que te estás pasando de..., ¡civilizado! Y que les estás propiciando una victoria moral a estos puñeteros sin puñetes, a estos morangos que tan honrosa y militarmente derrotamos en la Guerra de Ifni, ¡a las órdenes de nuestro invicto Zamalloa!

Acaban de insinuar, de amenazarte, valiéndose de sus trucos de guerra psicológica, ¡y tú continúas tirándoles de la lengua para que sigan justificando sus alevosías! ¡Hazme el favor de reflexionar, y de mantener la boca cerrada, pues una retirada a tiempo es una victoria!

Bancario
-¡Comandante, el tiempo de las retiradas ya pasó! Lo tuvimos propicio en el Cincuenta y seis: ¡Entregárselo junto con nuestra Zona, o negociar, con lo otro, nuestra permanencia indefinida! Su Generalísimo lo apostó todo a una carta; ¡y por parte, ustedes querían laureles…! Pues bien, ahora no tenemos pluses, ni laureles, ni Territorio, y cuanto nos queda es ser puros y sinceros con esta Dama aquí presente, con Doña Historia!

Gallina, que se ríe con destemplanza:
-¡Eso está bien! Ser puros con la Historia, no falsificar Bulas papales, como hizo Isabel de Castilla para casarse con su primo, con el de Aragón, ni falsear Crónicas o Cronicones…; ¡todo eso es un talante español que me era desconocido! Paisa, para no tenerle así, sufriendo con la intriga, le voy a decir, de corrido, cómo vimos aquella cobardía suya, aquella traición, ¡y con esto le dejo exonerado! ¿Se acuerda de que, con algunos compañeros de su Banco, en Abril del cincuenta y seis, por curiosidad o por temeridad, que eso poco importa, repasaron aquel Campamento instalado por nosotros, los del Istiqlal, cerca del Grupo de Tiradores…?

Bancario
-¡Si, allí fuimos, y por allí pasamos! Y también me acuerdo de que un poco más adelante, en aquel cruce de las pistas de Tagragra con las de Tabel-kuct, tuvimos un altercado con unos marroquíes que cruzaran su voiture en la pista para impedirnos seguir en dirección a la que fuera frontera francesa…! ¿Te refieres a eso?

Gallina
-¡Vale! Ya veo que conserva su buena memoria… Ahora pregunto: ¿Para regresar a Sidi Ifni usted pidió una bandera, de las del Istiqlal, al tendero Sidi Mohamed Ben Abdel-lah Ben Mussa, que pasaba, casual y oportunamente, en route para nuestro Agadir?

Bancario
-¡Ahora que lo dices…! Pusimos aquella bandera, ¡prestada!, sobre el capot de mi coche, para así regresar, protegidos y disimulados, hasta Sidi Ifni... ¡El miedo es parvo, y en aquellas circunstancias…!

Gallina
-¡Cobardía española, pura cobardía, que muestra bien a las claras lo fanfarrones que erais en las Colonias cuando os protegía de cerca una bandera, o un Ejército! Matizaré algo más, para ser justo con usted: No fue exactamente cobardía personal suya, sino su mala conciencia de colonizador, pues, en el subconsciente, ¡estaban admitiendo que en el Territorio de Ifni la bandera triunfante era la nuestra!

Pues bien, cando pasasteis, de vuelta, por delante de nuestras haimas, un compañero apuntó con su metralleta a las ruedas de su voiture; ¡con la sana y santa intención, en pura yihad, de reventárselas, claro está, para que tuviesen una panne, panne y pánico, mismo delante nuestra! Y de paso, que os retratase en aquel ridículo, en aquella derrota, una periodista francesa, aquella del Deux Chevaux…, que viniera para hacernos un reportaje de nuestras concentraciones. Yo desvié el arma, así que los tiros de mi colega se perdieron en uno de aquellos arganes, después de la pista...

Por cierto, que mi compañero aún es hoy el día que me recrimina por lo que considera que fue debilidad mía, ¡con usted y con los suyos!

Bancario
-Hablaste de una traición... ¡Sigue!

Gallina
-Dije, traición, queriendo indicar el apresuramiento que os disteis en aquella situación, en aquel apuro, en retirar nuestra enseña, del capot, tan pronto como llegasteis a la cobertura de tiro de los centinelas de Tiradores… Pero dejémoslo en astucia gallega, que de esa virtud también participo gracias a la media sangre que tengo por parte de padre, tan citado o tan aludido que fue en este Tribunal de la Historia!

Pensándolo bien, ¿no era más noble decirle al Oficial de Guardia de Tiradores que aquella bandera, prestada, fue su salvoconducto circunstancial? Todos, civiles y militares, coincidisteis en disimular vuestro miedo. ¡Eso no es valentía sino fanfarria! Así pasó lo que pasó: ¡Que no llegaron a El Pardo, a tiempo, las noticias de un peligro ya inminente!

Esta circunstancia, esta ocultación, de todos vosotros, cada uno desde su atalaya, tácita, contagiada y contagiosa, influyó para que su Alto Estado Mayor, el de Madrid, no tomase en serio aquellas alertas, incurriendo en la negligencia suicida de teneros casi desarmados, y sin reserva de víveres ni otra logística, en aquellos diez, mal llamados fortines, del interior…

Bancario
-Ya que me sacaste los colores, ¿volvemos al caso general?

Desertor de P., al creer que rematara aquella intervención:
-Tú, Gallina, que todo lo viste y todo lo sabes, ¡más que el Cigüeña!, ¿qué fue de mi Comandante Álvarez Chas? ¡Aquel sí que conocía el territorio, y no obstante se perdió!
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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