Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

A Guerra de Ifni (28)

martes, 20 de noviembre de 2018
Historia, reflexiva:
-¡Este globo, el grande, el terráqueo, está lleno de sondas, de contradicciones y de olvidos, que así sucede que quien hoy ataca, mañana se excusa, y además lo hace con excusatios non petitas...! También pasa con la política, que de mozos son de izquierdas, y de viejos se vuelven avaros! C'est un scandale!

Después de una pausa, dirigiéndose al banco de los Acusadores:
-¿Y luego, ustedes, los españoles, no acusan? ¿Tan bien les fue por allá, en aquel Territorio?

Soldado X, que es algo tartaja y acomplejado:
-¡Señora Maestra; digo, Señora Historia! No le sé qué decir, que el único Tribunal donde estuve, ahí abajo, en la Tierra, fue el de una Corrida de Gallos... ¿Sabe? Pero, ya que me pregunta, le diré: Mi padre fue un aparcero, allá en Bolaño, que le es de Lugo…

A este servidor, en las quintas, le tocó África, cosa que le roncaba la gaita, que de allá pocos volvían cuerdos: o locos, o tiesos; ¡quiere decirse, muertos! Ya sabe que me mandaron para el sitio ese, al Territorio..., ¡al Ifni! Que por eso estaba de guardia en aquel Polvorín del Cruce en la noche de los Autos… Fíjese como era la cosa: un polvorín en un cruce de carreteras, y con una garita delante que miraba a un bosquecillo de arganes y de chumberas, precioso y como hecho a propósito para que fuese utilizado por eses francotiradores del Marruecos. ¡Aquello no estaba de Dios: estaba de los hombres, aunque parezca mentira!

Allí, en Ifni, nadie me dijo que Marruecos iba entrar en guerra con nosotros... ¡Nadie! Sólo se me ordenó que no dejase entrar en el Polvorín..., ¡ni a mi padre! ¡Eso era fácil de cumplir pues mi padre a tal momento estaba en Lugo! Y pronto saldría el relevo, que dormía allí dentro, en un camastro de crines de palma, cuando..., ¡ris-ras, cataplum, rataplum! Me alcanzó una ráfaga de metralleta, en la tripa, ¡y con la misma, perdí cuanto sentido Dios me dio! ¡Cousas de morangos, fue lo que me dijeron en el Hospital!

Fíjese, Señora, qué bandidos fueron, que ni el Alto me dieron. ¡Gente sin instrucción aquella de Marruecos pues el Alto es lo primero que se hace, lo primero que se dice! Después viene lo del santo y seña…

Historia
-Prosiga, rapaz, pero hágalo sin comentarios ajenos al caso. ¿Entiende?

Soldado X
-¿Ajenos al caso...? ¡Ay mi Señora, que usted se olvida de que aquellas tripas, con más agujeros que una criba, eran las mías! Después de herido en ellas, me llevaron al Hospital, ¡ya se lo dije!, allí mismo, en Sidi Ifni, por la parte del aeropuerto, junto al faro…

Historia
-Aténgase a lo suyo, al caso concreto, sin complementos circunstanciales subordinados, ¡que ya los conocemos!

Soldado X
-Daquella ni le sé decir si he muerto de las balas, o..., ¡o si fue de la sed que me entró! Mire cómo fue la cosa que me visitó un vecino, uno que escribe libros, que era un mandamás del Banco, y con la misma le pedí agua, un traguiño, ¡por sus defuntos! Parece mentira en él, que yo le tenía por honrado, pero me hizo la traición de consultarlo con el Médico, que era un Capitán... Mire cómo fue la cosa, que allí, en ese Ifni, todos eran traidores, ¡que ni gota me dieron!

También me dijeron que aquel vecino está escribiendo un libro, otro, en penitencia por los pecados de los españoles... Por mí que haga lo que quiera, que nadie lo va a leer, pues las cosas de Ifni sólo le interesaban al Caudillo, que aquel hombre, de quitado en la voz, que la tenía un poco amariconada, aflautada que se dice, en lo demás..., ¡un tío cojonudo! Nada tengo que decir de aquel señor, pues tan señor era que incluso llegó a Generalísimo, a caballo de los Generales!

Historia
-Háblenos de aquel bancario, aquel vecino suyo, ese que hizo, o está haciendo, un libro de Historia; ¡por si le conozco…!

Soldado X
-Señora, si no fuese por aquello de que me dejó morir de sed..., ¡en lo demás, normal! Y luego que me dio noticias, allí, en el hospital, de que nos atacara un tal Ejército de Liberación... El también pasó las suyas, que unos meses antes, allá en Safí, que iba para España con su familia, les embistió, adrede, un camión del Istiqlal, y les dejaron abandonados en la carretera, dándoles por difuntos… Como no lograron matarle en aquel accidente, después le apuntaron en la lista negra de Sidi Ifni, para fusilarle cuando entrasen ellos… También me dijo no sé qué de un tal Ben Hamú, pero no recuerdo, o no le entendí, aquellas explicaciones.

Historia
-¿Rapaz, qué más sabes de aquella guerra…? Y déjate de apretar las tripas, pues ahora, en tu cuerpo etéreo, ya no te duelen.

Soldado X
-Señora, o Señoría, o como coño le tenga que llamar... En mi cuartel teníamos un letrero que decía, Todo por la Patria, pero en ese todo entiendo que no entraba mi bandullo porque mis tripas estaban vacías, hambrientas, y no como aquellas de los jefes, que tal parecían parrulos cuando desfilaban...

Historia
-Soldado, omita los comentarios y limítese a acusar..., ¡ya que como Acusador está citado!

Soldado X
-¿Mi señora, más tengo que acusar..., aún más? ¡Ya me dirá a quién! Conmigo no contaron para hacer aquella guerra, ¡así que los que la hicieron que la deshagan! Decía mi abuelo, aquel da Fonsagrada, que donde hay pleitos comen todos, ¡pero en este caso ni pensión de guerra le dieron a mi madre! Supongo que sería por tratarse de una guerra secreta…

Mire como fue la cosa: Allí abajo, en el Hospital, todo se les volvía decir que aquello de Ifni era un follón de cien mil diablos. Así que los militares de carrera, después de la Generala, ¡baremo al canto! Solicitudes a tuti-plen, ¡pero no les daban el traslado!

Señoría, ahora que reparo: También está aquí, y también citado de Acusador, como yo, ese morito, el de la al-ma-luz, que así le llamaban en Ifni a la dulce... Este Gallina, que tal era su apodo, ese sí que me tiene dado agua, cientos de veces, cada vez que pasaba con sus burros por el Cruce de los Polvorines, que otro tanto no hizo, ni le dejó hacer al Bancario, aquel Cirujano del demonio..., ¡con perdón!

Al Gallina, aquí presente, ¡y si no es verdad, que yo vuelva a vivir, o mejor dicho, a malvivir!, le tengo ofrecido, desde el día en que le conocí, de aquellos chorizos tan buenos y tan picantes que me mandaba mi madre, por Correos, desde Castroverde, que es la mejor tierra de chanfainas del mundo por lo bien mantenidos que andan los cerdos del lugar, que le tienen maíz, castañas, landras..., pero este muchacho nunca me aceptó aquellos convites, que siempre me decía que no, que baraka lahu fik, ¡porque eran de jalufo! ¡Hace falta ser maleducado para llamarles jalufos a los cerdos de mi madre! Cando no decía, ¡Kelb rumis!, me soltaba aquello de, ¿Jalufo? ¡U'alo majanduchi! ¿Qué picardías son estas, mi Señora, que yo sigo sin entenderlas?

Historia.
-“Gallina”, ya que está aquí, defiéndase.

El Gallina.
-¡Señoría! Hablaré en castellano, en mi castellano de infinitivos, ¡que así también acusar España, que no ser capaz de mi enseñar lo suficiente!

Aquí donde me ven, ya no es cosa de seguir con mi secreto. Nací en el Treinta y cuatro; y soy hijo de la mora Aisa, aquella de Tabel-kuct, para más referencias, que me tuvo de quien Usía ya sabe… ¡Toda una vida infame, además de esfameada! Cando empecé a hablar, los otros niños de Tabel-kuct dieron en llamarme, Español. Pues bien, aquel apodo le gustaba a mi madre, mucho, que se sonreía cuando le daba quejas de los otros niños, pero yo, entonces, cogía un cabreo aún más grande..., ¡en vista de que no le daba importancia!

Un día me disgusté con aquellas bromas de los musulmanes, mis vecinos, y con aquellas contradicciones y sonrisas de mi madre; tanto, que robé el burro más grande de nuestra cabila; y sin casi tenerme, a pelo, marché cara a Sidi Ifni. ¡Eran treinta y cinco kilómetros, por una pista de tierra!

Ya en la entrada de Sidi Ifni, allí donde nuestro Sidi Hassán hizo construir, en el Setenta, ese arco triunfal que da la bienvenida, ¡en todos los idiomas menos en español!, divisé un palacio enorme, grandísimo, que me dijeron que eran los Cuarteles del Grupo de Tiradores. En aquel momento sentí una alegría muy grande, tanto, que se me hizo la boca agua al imaginarme que tan importantes protectores me darían de comer y de beber, y que me protegerían de allí en adelante...

Pero no, Señora, nada de eso, que mi alegría se trocó en hiel, en humillaciones inolvidables cuando me bajé del burro y eché a andar cara al centinela de los Tiradores, ¡entumecido y escarranchado que me encontraba...! Figúrese, tres días en el burro, bamboleándome con la debilidad que llevaba encima... ¡Aparte del polvo, del sudor y de las lágrimas! Pero, en el mismo instante, ¡la madre que los parió!, se abrió el infierno ante mí: Unos soldados españoles que husmeaban en el portalón del Cuartel dieron en reírse, ¡sin más ni más!

Madame, se pusieron a berrear como locos, apuntándome con el dedo, ¡y menos mal que sólo fue con el dedo, pues tenían fusiles! ¡Mírale, mírale; se bambolea igual que una gallina; este morito es una gallina; Gallina, Gallina...! Me atolondré de mala manera, miré al rededor, y no se me ocurrió mejor cosa que buscar protección en el centinela, pero éste se puso a pasear, de un lado al otro, ¡de garita a garita! Aquel maldito lo único que no hizo fue reírse como los otros, ¡que de lo demás...! ¡Malditos españoles, malditos colonizadores!

Historia, compasiva, muy humana:
-¡Pobrecito! ¿Y no te atendieron en la Enfermería del Cuartel?

Gallina
-¡Que poco conoce a los españoles! Para hacer mestizaje, para eso, y sólo para eso, nunca fueron racistas… Tan apocado me sentí, que incluso perdí el conocimiento, que de todo eso me quedó la aversión por los centinelas…, ¡así me ofrezcan chorizos!

Historia
-¡Rapaz, has dado un testimonio muy honroso de tu nobleza, pues, a pesar de tales humillaciones, les ofrecías aquellas restauraciones de tu al-ma-luz a los sedientos!

Gallina
-¡Natural, Madame; era mi negocio, y luego que mis tiempos aún no llegaran! En aquella ocasión, cuando recobré el conocimiento, me encontré sentado en las rodillas de un Sargento..., ¡negro!, procedente de aquellos esclavos del antiguo Magreb, que ese sí que me trató con humanidad, e incluso me dio de beber, por su propia cantimplora.

¡Después de aquel infierno me sentí en el Cielo! Y le dije al Sargento Abdel-lah, que así se llamaba mi protector, ¡el verdadero!: ¡Tú estar mi padre! Abdel-lah, que era hijo de un esclavo, y por ello entendía de sufrimientos, asintió, ¡y así fue como nos adoptamos recíprocamente! Desde que libró Abdel-lah, bajamos a la Medina de Sidi Ifni, ¡los tres!

Historia
-¿Pero, qué tres...? ¿Se arrepintió el centinela?

Gallina
-Usted, Doña Historia, tiene fama de imparcial, ¡pero no sé si estará sonada! ¿Quiénes…? ¡Pues Abdel-lah, el burro y yo, tres almas gemelas!

Después de una breve pausa:
-¡Oh, y no se me enfada con lo que dije! En ese caso..., ¡disculpe! Voy a seguir con mi relato. Mire, aquella noche sí que supe cómo es una cama de colchón blando, ¡que tal me pareció aquel jergón de crin vegetal! Abdel-lah, aquel Sargento negro, ya tenía ocho hijos, ¡de dos mujeras! Así que yo, considerándome dueño del burro, lo dediqué a portar agua, desde el Oasis de las Palmeras, pero a los pobres, a los que no tenían ni para whisky, ¡se la regalaba!

Además de Abdel-lah, quien me trató con exquisitez fue Josefina, la mujer del Bancario, que siempre me hacía bocadillos cada vez que les llevaba agua dulce, y además me enseñó a leer, en español, cuando no había apuro, porque a las horas del colegio mi tener que llevar agua fresca a las casas, para las comidas. ¡Que Alá se lo pague, cuando venir, cuando subir al Cielo, que alguien me dijo que aún vive en Coruña…!

El Fassi, mostrando su desacuerdo con las misericordias del “Gallina”:
-¡Señoría! Permítame recusar a este Aguador tan blandengue, pues no me parece un testigo idóneo. Desde que lo envolvió en gasas aquella Maestra, la del Bancario..., ¡este chico perdió raza! Tan torpe es, que se dejó matar por el Polisario, ¡teniendo él mejores armas! Y además de eso, nos descubre, jactancioso, que es hijo de aquella Aisa..., ¡entregada a un Afilador ourensano! ¡Un paria, un mestizo!

Historia, con acento amable, conciliador:
-Si Allal, es bien cierto que tengo que ser imparcial, pero precisamente por eso, y sólo por eso, le diré que usted, de diplomacia, poco! Este chico se crece y perfecciona con el castigo. Repare que se juntaron en sus genes la bravura almorávide y la astucia gallega. ¡Esta clase de gente es la que hace país, y no los que lo dibujan en un mapa utópico!

Se dirige al Gallina:
-Rapaz, defínete, que tu Jefe pierde la paciencia contigo, ¡y eso que estamos en la Eternidad!

Gallina, con visible retranca, con ironía galaica, saliendo a su padre:
-¡Pues, si la pierde..., dos trabajos! Yo, a tal momento, sí que tengo un buen dilema: Por una parte, se me enfrió aquel odio recordando las enseñanzas de la madrina gallega; y también por culpa de los chorizos que me tiene ofrecido, tan cordialmente, este maldito centinela. Y por la otra, el abandono de mi padre, aquel ourensano de la rueda, ¡venganza requiere! ¿No se lo parece, Doña Historia?

Historia
-¿Rapaciño, que es lo que tienes oído contar de tu padre? ¡Interesa que nos lo refieras, con toda precisión!

Gallina
-¡Poca cosa! Que aquel Afilador, el tal Pepiño, fue a Ifni expresamente para joderles los aceros de sus gumías, ¡que las destempló haciendo que las afilaba! Y todo eso para que la ocupación del Territorio, la Ocupación Española, se hiciese por los soldaditos de Capaz sin derramamiento de sangre… Cuando se enteraron los del Amezdog, ¡burros sí, pero cobardes, no!, le persiguieron a muerte, que si no fuese así quien sabe si no volvería por Tabel-kuct, para casar con mi madre… ¡Seguro que sí! Como ve, este asunto de Ifni tuvo un fatalismo y unas contradicciones infernales; ¡cosa más atroz…!

En este momento Gallina le da su mano al Soldado X, y le dice, todo afectuoso, cordial:
-Bien que siento lo de aquellos disparos, ¡pero yo no compré la Thompson, que me la pusieron en las manos…! ¡Lo que no sé es si fuimos manejados por el Destino o por nuestros Jerarcas respectivos!

Soldado X, visiblemente sorprendido, sobresaltado, como despertando de una pesadilla:
-¿Que es lo que dices, qué escucho! ¡Dios mío! ¿Así que fuiste tú, tú mismo, el que me hirió de muerte? ¡Maldito hijo de…, de Aisa! ¡Si pudiese volver al día de marras…!

Gallina, sin perder su aplomo, sereno y conciliador:
-No te sulfures, rapaz, que son cosas de la vida... Y por cierto, mide bien lo que dices, pues Aisa, mi madre, no era ninguna mujer de la vida. Ella, la pobre, oyera cuentos de cristianos, igual que a ti te contarían que había moras, princesas moras, en los castros de tu tierra... Con su imaginación de niña bien creyó, al ver al Afilador, que la visitaba, que la poseía, el mismísimo Santiago. ¡Pienso que su entrega fue mística, o casi!

Si bien lo miras, el puto fue aquel Afilador, padre mío y paisano tuyo, ¡que abusó de una menor! Y también coincidió que una de las mujeras de mi padre adoptivo, aquel Sargento Abdel-lah, guardaba de sus antepasados la llave de su casa de Granada... Sobre ella juraban todos sus hijos que darían la vida por echar a los españoles de Sidi Ifni, en justa reciprocidad y con la misma urgencia con la que echara de España a nuestros ancestros vuestra Reina Católica, aquella Isabel, que mira ti que si no llega a ser católica..., ¡lo que nos haría!

Como ves, querido amigo, esta tragedia, la nuestra, ya estaba escrita en varias hojas de nuestra Historia, ¡en la común! Yo sólo hice, modestamente, lo que tenía que hacer: ¡ejecutarla!

Se encara con Si Allal:
-Mientras tanto, mientras yo le disparaba a un buen amigo, al centinela del Cruce, usted, Si Allal, ¿qué es lo que hacía? ¡Si, entonces, mientras nosotros, los desharrapados, los hambrientos, cumplíamos sus consignas! Usted estaría cenando en Rabat, y seguramente en un buen restaurante, bien visible para que los españoles no desconfiasen de usted, hecho un hadj, ¡un hach, sin riesgo alguno y amparado por los mejaznies de Palacio, lejos de todo peligro! En este caso, amigo, Salam Aleikum!

Historia, con la vista alzada, orante, como hablando con la Divinidad:
-¡Ciertamente estoy asombrada de que un Territorio tan pequeño me saliese tan revoltoso! Y menos mal que España, y Marruecos, cada uno por su conveniencia respectiva, disimularon aquellos contratiempos, que si no fuese por su vergonzoso hermetismo habría que dedicar tanto papel a referir tales follones que la desertización avanzaría, ¡por lo menos, una legua!

Ahora se dirige a los Jurados:
-Entiendo que con cuanto aquí se dijo, y con lo que ustedes saben por sus experiencias vitales y personales, ya podrán hacer un balance de la situación.

Después de eso, y sin dejar de mirar a los Jurados, pero dirigiéndose más bien a un supuesto público, añade:
-Habrá que aclararles a los historiadores que en este Juicio también fueron muchos los llamados y pocos los escogidos. Algunos de los más comprometidos no pudieron acudir a esta Citación porque están en el Séptimo…, ¡Infierno! Y de los de segundo orden, de esos, pocos habrán salido del Purgatorio…, ¡del Purgatorio de sus mentiras!

Sólo encontré indicios de criterio racional en estos Jurados aquí presentes. Y lo siento por ustedes, que tendrán que apechar con las subsiguientes responsabilidades del Fallo. ¡He dicho!

Se retiran todos, lentamente, con solemnidad.
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES