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A Guerra de Ifni (27)

martes, 13 de noviembre de 2018
Escena 5ª

Contribuyente español, que entra con aire desenfadado y con un paquete de cintas de calculadora:
A Guerra de Ifni (27)-¡Señoría, con la venia! Servidor es un Contribuyente español, y en la representación moral que ostento tendría tanto de que quejarme que enloquecería si siguiésemos ahí abajo, en esa Tierra agotada de recursos naturales y tan escasa de oportunidades.

A propósito de mi representación: Vaya por delante que desde Calvo Sotelo esta es la primera vez que le encomiendan a un gallego la defensa de la Hacienda Española; así que, entre la coraje del caso y mi responsabilidad, estoy que no tiro del aliento.

Preparando esta intervención, ahí dentro, en ese Gabinete de las Huríes, me puse a hacer números, y como se salían de la calculadora, tuve que acudir al Host de la Historia. ¡Calculen, ustedes mismos, la magnitud de estas cifras, que yo estoy flipado! Las voy a dar, así, de súbito, antes de que me reviente el cerebro con tantos ceros..., a la derecha!

Sumando haberes, obras públicas, material bélico, estimación de los rendimientos perdidos, o dejados de obtener en otros lugares y en otras actividades productivas a las que pudieron dedicarse aquellos soldaditos, y también aquellos civiles; aquel inflado de Notables, etcétera. ¡La tira! ¡En definitiva, cuartos de nuestra fanfarria imperialista! Con esto añadido a lo que los economistas llaman, lucro cesante y daño emergente, nuestra España del XX, sin aquel agujero…, ¡negro, o moro, que para el caso da igual!, hoy sería un emporio, un imperio económico.

Se revisan otros acontecimientos históricos, de segunda o de tercera categoría, y se les dedican libros y más libros a temas de una importancia incomparablemente menor que la de este colonialismo estúpido y trasnochado, de tierras improductivas y malísimamente mal llevado! Esto sin contar los suspiros de tantas y tantas generaciones de padres; y con los padres, las madres, que esas sufrieron el doble.

¡Vaya riqueza la de España: Parásitos dentro y fuera, siglo tras siglo, y aún no estamos en bancarrota!

¿Tienen ustedes cabeza para asimilar tal cosa, semejante dilapidación? ¡Un crimen de Lesa Patria! Pues con eso y con todo no sé si habrá quien se anime para ahondar en esta revisión histórica, ni siquiera en la que estamos haciendo en este Tribunal..., ¡más bien por nuestro prurito de hidalgos venidos a menos!

Historia
-Señor Contribuyente, vaya directamente al grano, al fondo de la cuestión..., ¡si es que llega con la mano, si no está muy hondo ese pozo!

Contribuyente
-¿Qué les parece? ¡Ni la propia Historia es capaz de asimilar la ruina que nos acarreó aquel incapaz que se apellidaba Capaz! España, rehaciéndose de una guerra de desgaste, ¡que todas lo son!, y al mismo tiempo cultivando el ricino en Ifni..., ¡al precio antedicho! ¿Pero, qué hacen; por qué no se ríen, si esto es un melodrama? No entiendo este país, una tierra en la que triunfan todos los payasos del circo, y a tal momento, yo, presentándoles las cuentas del Gran Capitán Gildo, aquel de El Ferrol, y ustedes tan serios!

Rían o lloren, lo que quieran, pero hagan algo, no sean impasibles, que la cosa no es para menos, que si aquello de Ifni no fue una payasada, mejor comedia, imposible.

Para que se puedan hacer una idea más física, más perceptible de semejante despilfarro, que bien percibo que les desborda, pueden ponerse a matinar que el coste de esa dilapidación, en los treinta y cinco años en los que presumimos de tal Colonia, o Soberanía, ¡o cómo diablos se diga!, fue algo así como alquilar la paramera de Ifni a razón de cien euros en cada año de ocupación, en moneda actualizada…, ¡por metro cuadrado!

Ahora os veo llorando, y no es para menos, no señor. ¡Vaya lujo! Si las noches del franquismo en Galicia fueron de piedra, ¡lo que es en África fueron de arena! ¡Arenas de oro para los Notables, que no para los siervos! Esto, además de las vidas humanas que papó aquella guerrita, ¡tan discreta y tan secreta para más inri! El resto, las inversiones y demás gastos, ¡que fueron a más desde que ya teníamos las trincheras reducidas al Bu-laalam y al Id-Ufkir!, aquí las tengo, en otro colector..., por la cantidad de megas que ocupan!

¡Qué día tan nefasto, y a la vez de tanto alivio, aquel Treinta de Junio del 69, cuando arriamos nuestra bandera para replegarnos al Sáhara! Pero eso fue otro melodrama, con riquezas potenciales y estupideces políticas, ¡que vaya cóctel más explosivo!

Ahora, para ir desde España al Territorio ifneño, sólo tienen una carretera..., y para eso, de tercera, y casi sin turistas! Como turistas, se llega tarde, y para los arqueólogos aún es pronto. Ya mandaron borrar el nombre de nuestra provincia en esos mapas afrancesados, de su Magreb... Pregunten por la provincia de Tiznit y les darán la dirección que lleva al viejo Ifni. Por de pronto, en esa arcada que mandó poner Si Hassán II, a la entrada de nuestra cara ciudad, ya cerca del Cuartel de Tiradores, hay un letrero, ¡en árabe y en francés!, pues del castellano ni acordarse quieren.

Las casas y los edificios públicos de Sidi Ifni están desconchándose por los azotes del siroco, ¡como si tuviesen culpas imperiales! ¿Observan ese empeño alauita en borrar el origen de aquellas construcciones que consideraron ilícitas? Sin embargo, y no precisamente en honor y recuerdo de Zamalloa, ¡están repintando los pabellones con los colores de la bandera gallega, blanco y azul! ¡Vaya ironía!

Por todo esto, por esta gran desfeita, por esta imponente y secreta malversación española, por aquel farol franquista, lo menos que puedo hacer, en la Representación que ostento, es acusar a los marroquíes..., ¡por lo menos, de ingratos!

Hace que se tapa la boca como para hablar bajo, discretamente:
-También os digo, de paso y con igual secreto, que nuestros dirigentes del segundo tercio del XX fueron unos narcisos..., ¡y no solamente los que dirigieron la política de Ifni!

Historia
-Señor Contribuyente, vaya callando, que está tan cargado de razón y de rencor que igual se pone a hablar, todo seguido, y por añadidura, de la descolonización del Sáhara, y de Guinea..., ¡temas reservados en la España de entonces, que ni sé el por qué!

Contribuyente
-Ya no es mucho lo que me queda, Señoría, así que no me regatee el tiempo, ¡como suelen hacer en España con los oradores de la Oposición!

Simples puntitos, o puntualizaciones, según prefiera:

Ante todo permítame recordarle que ya pasaron aquellos tiempos en los que Justicia era igual que Jurisdicción; y Jurisdicción igual que Señorío. En el Medievo, y después también, las guerras y los pleitos solían tener como motivo el control de los señoríos jurisdiccionales... ¡Eso fue lo que pasó entre Franco y Mohamed V, con la particularidad de que los cartuchos los pagaba España, yo y mis vecinos, que incluso se aprovecharon las armas de nuestro Protectorado para desenganchar aquel señorío de Ifni! ¿Por qué no las retornaron a España, en su momento; por qué contribuimos a armar al enemigo potencial y previsible? ¡Otro error de previsión! Lo que no sé es si fue civil o militar… Más bien sería mixto supuesto que en el franquismo, igual que en la Edad Media, y también en el Islam, se confundía el ejercicio de la justicia con el gobierno de los hombres... ¡Todas las berzas al mismo pote!

Ya se hizo aquí cierta alusión a nuestros derechos históricos en materia de pesca... Pues bien, doña Historia, asiente esto en su Rationabus, y haga balance, pero no se balancee, pues incluso nuestra flota pesquera baila hoy en día el vals de las olas; ¡de las magrebíes, que son muy rentables para quienes usted y yo sabemos!

¿Ifni, una pesquería sin puerto? Además de lo que eso debía representar, tanto para la posible radicación de industrias, que podían haber sobrevivido a la descolonización supuesto que las divisas, o sea el capital, son internacionales, como para facilitar en aquellos años tanto los suministros como el urgente desembarco de tropas expedicionarias, en un posible, ¡y probable!, socorro, teníamos su repercusión en lo psicológico, en aquello que llamaban “asirocamiento”, (claustrofobia), que no en balde, ni de balde, se dio en aquel Territorio, fuese Protectorado o Soberanía, que estos conceptos están superados. Una verdadera y constante psicosis, una claustrofobia de castillo medieval, umbilicados tan sólo por Iberia, y de cuando en vez por los buses del señor Bernal. ¡Todo esto, administrativa y políticamente hablando, Señoría, fue de un anacronismo imperdonable!

Si aparcamos por un momento estos aspectos socio-económicos, permítaseme un cierto lucimiento con pluma ajena, ya que le tengo oído a uno de esos profesores de nuestro Ministerio, ¡pues Si Allal comía de otra mesa!, más o menos, según lo recuerdo, que en el XIX, e incluso en la primera mitad del XX, la actitud de la mayoría de mis paisanos, ¡de nuestros contribuyentes!, comprendidos intelectuales, políticos y gobernantes, en relación con Marruecos, o más exactamente con los vecinos sureños, estuvo guiada, frecuentemente, sistemáticamente, por el escaso conocimiento de la realidad vecina. Unas veces por la altura de nuestro Mapa, ¡aquellas barreduras, mal relatadas, de la Reconquista!, y otras desde el olvido de que Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada..., fueron, con mucho, las mejores de nuestras escuelas. ¡Yo asumo ese criterio! Y luego que también hay quien dijo, ¡pero no se le entendió, ni atendió!, que, con lo que aprendimos de los moros, y con alguna aportación europea recibida, poco a poco, por el Camino de Santiago, en España, ¡todos licenciados!, y con la misma, para las Indias, ¡a dar clases! Desde que perdimos América, ¿dónde tuvimos alumnos? Doña Historia ya nos lo dijo, ¡pero no es fácil ser maestro de Maestros!

Dirigiéndose a la Historia, que ya estaba tocando una campanilla, como para invitarle a rematar su Informe:
-No se impaciente, haga el favor, que en España estamos hartos de desviaciones y de tergiversaciones históricas; ¡hartos de tanto seudohistoriador! Mire, Señoría, la Historia, ¡y perdón por la alusión!, no se depura, no se hace objetiva sin someter la subjetividad, la realidad de los propios hechos, al colador temporal. Pero tampoco me vale como tal una Historia obtenida del prensado de los papeles, sean privados o de periódico... ¡La Historia, como un huerto, precisa labor de campo, riegos, purgas, cardas...! Requiere contrastes y diatribas, ¡tal que estas! Y todo eso con conciencia crítica, sin pasiones rastreras, sin intereses o conveniencias personales. No se trata de justificar, que de eso ya se encargan los vencedores, ¡y en particular los cronistas a sueldo!

Historia
-Le sugiero que haga turismo por el Gran Marruecos, por el actual, para que compruebe que sus aportaciones, aquellos impuestos..., algo tuvieron de positivo, que no todo fue estéril, pero llévese un diccionario de francés si quiere que le entiendan, y no sólo en la que fue Zona Francesa!

Contribuyente
-Como gallego, y como español, hasta que me hablen en cristiano no pienso ir...; ¡ni a pescar, ni a predicar! ¡Así que, en el ínterin, yo me siento!

Historia, señalando al Comisario del Ejército de Liberación, en adelante, Comisario, que se levanta para hablar, a la vez que saluda al modo musulmán, llevándose la mano al pecho, y después a la frente:
-¡Con todos los respetos, Madame Historia! También estoy que trino, aquí, en este Tribunal, pero es por un motivo diferente: Estoy arrepentido de haber empujado a los nativos en aquella estúpida guerra, en la secreta, en la de Ifni, pues, visto con mirada retrospectiva, aquello no tuvo éxito, ni éxito ni objeto.

Fue un error de cálculo, un error suyo, mon Professeur, que le dejamos llevar las riendas del negocio. Un error matemático, y por ende, histórico. También yo digo que si las faldas de la Historia tuviesen vuelta... ¡Ay, si tuviesen vueltas, yo, y conmigo, muchos, nos agazaparíamos en ellas esperando que pasase por la puerta el cadáver de nuestro enemigo! Pero eso ya no tiene remedio, así que me voy sincerar, ¡que ni Ejército de Liberación ni rayos!

La mejor liberación para Ifni, para aquel Territorio tan costoso como costeño, ¡tan pesquero, y sin barcos de pesca!, era seguir chupando de la madrastra española, por correosas que tuviese las tetas; y con ello, trasvasar a las cuentas de Suiza, a las nuestras, en lugar de mercar aquellas armas de Hong Kong, tan caras! Con esto dicho, nada más, ¡que ya se entiende! Con aquel ritmo del gasto ifneño, y con la esplendidez de estos hidalgüelos de caldo a la merienda..., ¡nosotros sí que nos poníamos las botas, como poco, por días de vida caudillesca! ¿Que acabaría llegando la democracia a España, y que la oposición insistiría en retirar las tropas, como hicieron en Irak? ¡Para entonces, a lo hecho, pecho, y lo comido, digerido!

¡Menudo placer el nuestro, tomando el sol panza arriba en aquellas playas de Ifni, en las que nos dejasen libres estos panolis spanois, que también había sus acotamientos en ellas! ¿No se acuerdan de aquella discriminación? Eso, bien mirado, poco nos importaba. Nosotros de chupadela, dos o tres décadas más, mientras Juan Español se reventaba a pagar impuestos, ¡con los cuartos de su emigración! Sobre todo, indirectos, que eran los que pasaban más desapercibidos.

¡Impuestos bien impuestos aquellos, eso sí, que la mejor tajada era para nosotros, para los Notables de Ifni, según quedó demostrado en este Tribunal!

Es bien cierto que la España soñadora no nos destetaba de motu proprio, por lo menos mientras no la provocásemos, o mientras viviese aquel Innombrable de los Cinco Nombres, que ya visteis cuanto duró, ¡pues lo que es bicho malo...! Por el contrario, en todo este tiempo, por descuidado que se le tuviese, Ifni fue oneroso para Marruecos. Así que nos perdimos varias décadas de teta ibérica, de teta ubérrima, ¡que serían muy oportunas para el desarrollo magrebí, para el nuestro! En este caso, y por añadidura, quedaríamos ante la ONU por víctimas de un imperialismo trasnochado, con todo lo cual nuestro provecho sería plurianual…, ¡y pluridimensional!

Le repito, Si Allal, que usted, y con usted sus asesores, sus conmilitones, en aquello se precipitaron..., ¡mucho! Y además perdimos la diversión de ver como la democracia española, o sus adeptos, le rogaban a nuestro Hassán que se hiciese cargo de la Mar Pequeña, por muy provincia Cincuenta y uno que fuese, que así la bautizaron, ¡nada menos que en su BOE!

Entonces sería el momento de decirles a los españoles: ¡Vale, faroleros; por nosotros, conformes; ya que ese Ifni no tiene encaje en un Estado de Autonomías, dada su atipicidad; nosotros cargamos con la moza, y de paso, con sus hijos, pero tenéis que darnos el Sáhara en dote, todo el Sáhara, libre de Polisarios!

Mon Professeur, hágale caso a este alumno, y deje las cosas como están. Pero aquí, en este Tribunal de la Historia, disimulemos delante de los gallegos, que a estos no hay Mohamed que los engañe, ¡por inocentes que parezcan! Estos miñaxoias llevan en sus venas sangre sueva, ¡que por algo son suaves y escurridizos! Además de eso, ahora tienen Autonomía... ¡Fíjese en lo que digo: Autono-mía!

Con esa cosita cosa se sienten fachendosos...; ¡tanto, que no hay quien les tosa, ni siquiera en árabe! ¿No ve lo que pasa aquí, aquí arriba, aquí mismo, en este Tribunal de la Historia? ¿No ve que nos la están pegando, montándose, prácticamente de nada, una epopeya, una Ifnada? ¡Cómo serán, que tiran una epopeya de lo que fue una derrota vergonzosa! En un aparte: ¡Y ya no sea una OPA, una OPA hostil!

Castilla lleva cinco siglos tratando de castrarles..., pero ellos, mientras tanto, poblaron de gallegos los cinco continentes! ¿Dije cinco? Pues me equivoqué, que también hay gallegos en la luna, que se supo recientemente por culpa de una canción ferrolana, pues ahora El Ferrol ya no es del Caudillo, sino de los cantantes; ¡otro tipo de cantantes, quiero decir!

Nada, Professeur, que tratándose de gallegos lo mejor es dejarlos por imposibles. Nuestra baraka la tuvimos con Franco, ¡mientras él pensaba que la tenía con nosotros! Acaso porque era un gallego recastado de judío..., ¡y rodeado de godos! Esto es Historia, que el resto..., ¡unturas! Fíjese cómo cambiaron los tiempos, que incluso se ponen debajo de nuestra bandera, de la magrebí, con el truco de sus empresas mixtas, para quitarnos la pesca delante de nuestras propias narices! ¿No sabe que les enseñó a pescar el propio Santiago, aquel pescador de Galilea, aquel hijo del trueno? ¡Cómo ve, de Galilea a Gallaecia sólo faltaba una letra…, de cambio!

Si Allal el Fassi, que lo estuvo mirando de reojo todo el tiempo, ahora apunta con el dedo, directamente, a su propio Comisario:
-¡Oyes, tu, recuérdame que tenemos que hablar, pero a solas, ambos! De un millón de cosas; feas por supuesto, que ya me entiendes!
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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