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Ni las lenguas ni los territorios tienen derechos

sábado, 10 de noviembre de 2018
El martes, en Coruña, hubo un encuentro organizado por Ciudadanos que tuvo como protagonistas a Paco Vázquez y a Albert Rivera, al que acudí invitado por Olga Louzao (sí, ya saben, hoy toca decirme que busco acomodo en su lista, otros días me dicen que Ni las lenguas ni los territorios tienen derechosen la del PP y otros en la de Lara… Reconozco que siempre me sorprende el interés que despierta lo que hará mi modesta persona en las municipales).

Entre otras grandes verdades que resultan ciertamente incómodas para el mundo ficticio en que vive gran parte de la clase política, se dijo por parte del exalcalde coruñés que hay que hacer una pedagogía de lo obvio, y explicar cosas que deberían darse por sentadas porque son difícilmente discutibles. Una de esas obviedades, que afirmó Albert Rivera, es que ni las lenguas ni los territorios tienen derechos, solo las personas.

Es curioso el revuelo que se arma cada vez que alguien dice eso, porque no hace falta ser doctor en leyes para entender que es una verdad indiscutible. El derecho, como tal, solo reconoce como sujeto, es decir, como unidad sobre la que se pueden imputar deberes y derechos, a las personas. Hablar por lo tanto de que las lenguas no tienen derechos no es ningún disparate sino una simple realidad jurídica imposible de rebatir. Es lo que hay.

El problema no viene realmente de la frase sino de sus connotaciones, o mejor dicho, de las connotaciones que algunos buscan para justificar su rechazo a tal verdad. Se interpreta automáticamente que quien afirma eso está atacando a las lenguas o los territorios, que pretende reducirlos o destruirlos, que es un enemigo a batir y que por eso dice lo que dice. Puede ser cierto, no les digo que no, pero cuando haga esas cosas es cuando hay que darles cera, no cuando afirman algo que es básico en la teoría del derecho.

Por ponerles un ejemplo ilustrativo que cualquiera puede entender, no ser sujeto de derechos no quiere decir que se esté desprotegido. Por ejemplo las Meninas, la Muralla de Lugo o el Moisés de Miguel Ángel no tienen derechos pero no por ello puden ser destruidos. Nadie puede decir que “la Muralla tiene derecho a no ser derribada”, sería una estupidez, pero no por ello “tenemos derecho a derribar la Murall”. No confundamos los términos.

Decir que quien tiene derechos es la persona no quiere decir nada más que algo obvio: que hay que proteger a esa persona y sus derechos como tal. Si una persona quiere hablar castellano, gallego, catalán, vasco o lo que le venga en gana hay que proteger ese derecho, independientemente de todo lo demás (lo mismo ocurre con el lugar donde resida dicha persona), pero por el derecho de la persona, no por la lengua o el territorio.

Defender el derecho de la persona quiere decir que tiene las mismas obligaciones y derechos esté donde esté, frente a los “derechos territoriales” que, por definición, son una sandez que pretende decirnos que unos territorios valen más que otros. Abandonar el ilegal concepto del derecho de los territorios implica, lógicamente, que hay que acabar con ciertas aberraciones como que en Lugo la Sanidad pública no te cubra cosas que sí hace en Sevilla o viceversa. Porque es la persona, insisto, la que tiene derechos, no el territorio.

También implica que cualquier agresión a las personas por los supuestos derechos de una lengua o un territorio son un disparate. Eso quiere decir que es igual de grave obligar a alguien a usar un idioma que no quiere como prohibirle hacer uso de su lengua. Normalmente el nacionalismo (el que sea) oculta sus aviesas intenciones y sus abusos sobre las personas escudándose en el "derecho de las lenguas" o de "los territorios", una ficción que el derecho afortunadamente no reconoce.

Tener que explicar estas cosas suena ridículo en una sociedad que presume de moderna y de preparada, con gente que en el Facebook afirma saber de lo que habla (aunque no lo respalde con otro argumento que “porque lo digo yo”) pero recordando nuevamente lo que dijo Paco Vázquez, hay que hacer pedagogía de lo obvio.

Pues es obvio: solo las personas tienen derechos.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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