Es una fecha muy señalada en Italia. Es el día de las Fuerzas Armadas, que marca el final de la gran guerra para Italia con la victoria de las tropas italianas contra las del imperio austro húngaro.
Es también el final de la Unidad de Italia con la incorporación de Trieste y la Venecia Julia, así como la atribución del Alto Adige, que los austriacos siempre han llamado Sud
Tirol y que es de lengua alemana, pero la "victoria fallida" como la llamó Gabriele D'Anunzio fue la no recuperación de Dalmacia, la costa hoy croata de Venecia.
Italia no fue hasta el 1915 cuando cambió de alianzas y abrazó la causa de los aliados contra los imperios centrales. Fue una verdadera carnicería tapizada de orgullo patriótico y de fervor bélico. La batalla de Vittorio Veneto, la batalla de todas las batallas, llevó a un debilitado imperio austro húngaro al armisticio y a la derrota.
El Ejército italiano que tiene muy mala fama en el mundo por su falta de valor es exaltado en Italia para asombro de los extranjeros. Un embajador croata al que conocí en Irán me dijo que el ejército italiano sería el peor del mundo sino existiera el rumano.
Es increíble el patriotismo de este país y como te cuentan sus hazañas bélicas, con lenguaje digno de Fuerza Nueva, sus gestas heroicas pasando por alto Caporetto y Guadalajara. De lo que si pueden presumir es de bonitos uniformes, guerreras impecables, pantalones planchadísimos y camisas con cuellos perfectos. El sabato fascista donde todos se vestían con las camisas negras debió de ser todo un carnaval cargado de suspiros de las italianas por un Duce que hacía el amor en su despacho con las botas puestas.
Periódicos y televisiones redoblan sus loas a su victoria en la gran guerra, prescindiendo del contexto histórico y llevando la italianidad al paroxismo. En tiempos de Salvini, el rey de las trattorias, las tascas itálicas, compara su oposición a la Unión Europa con la del pasado contra Austria. Su "manovra", como viene llamada su política económica, su maniobra no se toca, no aclara de donde van a salir los seis mil millones necesarios, ni como se financia una renta ciudadana. Retórica toda, batirse los puños contra el pecho como el hombre de las cavernas sin cesar.
Este cuatro de noviembre llevo a Italia al fascismo del socialista inflamado de nacionalismo que fundó el fascismo, Benito Mussolini con su Popolo d'Italia su periódico pasquin de enganche a las glorias patrias.
La transición fue rápida del 1918 a la marcha sobre Roma del 1922. Su poeta el mítico D'anunzio. Su movimiento cultural El futurismo de Marinetti. Todo descarrila con la victoria aliada y la capitulación italiana y un nuevo cambio de alianzas de con el XXV de abril.
Tratar de trazar paralelismos de aquel cuatro de noviembre con el del 2018 es inutil, los tiempos han cambiado y la única cruzada nacional es contra los emigrantes clandestinos, no pasa de ahí, Salvini podría compararse en España por su campechanería con nuestro ministro de Fomento, aunque no por sus exabruptos claro, que lo emparentan con Trump y Bolsonaro.
Las últimas encuestas refuerzan a la coalición de los dos populismos que aprueba para casi un 60 por ciento de italianos y que les sacan un poco del pesimismo que los envolvía como un lastre muy pesado. En alza está Salvini en el ministerio del interior y su ley de Seguridad Nacional frente al joven Di Maggio, al que le viene muy grande su vicepresidencia y su ministerio de trabajo.
Mi pronóstico es que la aventura hacia ninguna parte seguirá pero se llegará a algún tipo de acuerdo con la Unión Europea para salvar los muebles. No es tan fiero el león como lo pintan.
Escribo estas líneas en el avión de Ryanair que me devuelve a mis ocupaciones en Madrid. He tratado en estos artículos italianos de trazar un fresco de la Italia de hoy para mis queridos lectores y amigos de GD. Como en la comedia clásica perdonad mis muchas faltas. Vale.
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