En política surgen candidatos inesperados que, de la noche a la mañana, se convierten en líderes políticos. Este es el caso de Bolsonaro en Brasil y lo fue también de Donald Trump en Estados Unidos.
Se le ha tildado de candidato de la extrema derecha radical. Es decir, lo contrario del régimen que tenemos en España que es de extrema izquierda radical aunque la ciudadanía no se acabe de dar cuenta.
Unos y otros, de bandos opuestos, tratan de conseguir objetivos de prosperidad económica y de lucha contra la desigualdad. El problema que tenemos tanto en Brasil como en España es la falta de experiencia de los políticos que rigen los destinos de ambos países. De allí, las ocurrencias de decir una cosa y la contraria...
Bolsonaro para los brasileños supone el deseo de tener mayor seguridad en las calles y acabar con los asesinatos alevosos y, por otra parte, de conseguir que Brasil siga siendo un país puntero.
Los mundiales de fútbol mostraron un país caótico con manifestantes enfurecidos, infraestructuras y organización deficientes... Y, una verdadera humillación nacional su selección perdió 7-1 con Alemania...
Otro aspecto fue la corrupción que desarboló al PT, el Partido de los Trabajadores en que un buen gobernante como Lula da Silva, el hombre que quería que todos los brasileños comieran tres veces al día cayó también en este vicio de la corrupción.
Los ciudadanos han votado por un cirujano de hierro. Un hombre que, mediante el autoritarismo, levante a Brasil de su frustración.
Los mercados y sus países hermanos de Argentina, Chile, Colombia y Perú han saludado
con alegría la llegada de Bolsonaro. Desde su óptica significa negocios, inversión extranjera y prosperidad.
Asusta este singular personaje por sus brabuconadas y su falta de sintonía contra los que prefieren el buenismo, la política de género y el desbarajuste económico como en Italia, el gobierno de la alianza imposible.
Apoyar a la familia y al cristianismo no está bien visto en algunos países europeos que apuestan sin decirlo por el naufragio de la natalidad y el desquiciamiento de las relaciones familiares.
Carmen Igualdad no se entendería con Bolsonaro... El quid de la cuestión es: cuál sería la gestión social y económica de este aparatoso líder brasileño? Puede naufragar perfectamente por su falta de experiencia y por sus exabruptos que en un país plurirracial como Brasil están fuera del lugar... Será interesante ver sus relaciones con el nuevo líder mexicano López Obrador, ya que son los dos colosos americanos y, naturalmente, su relación con Estados Unidos.
Con López Obrador es un incógnita y con los republicanos de Estados Unidos no tendrá problemas.
Respecto a nuestra Plurilandia, que tiene importantes relaciones económicas con Brasil los vínculos serán a regañadientes basados en intereses comunes.
Nuestro país está secuestrado, vampirizado por extremistas sin escrúpulos cuyo tema estrella es dónde se entierra a Franco y por qué ha querido el Divino enfrentar a los españoles, resucitar la Guerra Civil y resurgir de sus cenizas a Franco.
Si esto no es radicalismo, que baje Dios y lo vea!...
