Diario estrafalario

Episodio carcelario
Hace escasos días se produjo un hecho insólito y relevante al que no puede ser ajena la redacción de este Diario.

El licenciado Pablo Sánchez -perdón por el lapsus- Pablo Iglesias, líder de Podemos y Barón de Galapagar realizó una peregrinación laica a la prisión-santuario de Lladoners, sita en Barcelona con objeto de visitar al beato Oriol Junqueras, preso político, encarcelado injustamente por el Estado español por su ideario separatista reversible y transversal. El Sr. Iglesias, como corresponde a su categoría, fue recibido con los honores de ordenanza en la sala Vip de la prisión, a los sones del Els Segadors.

La visita transcurrió en un ambiente de cordialidad y complicidad subliminal entre dos colegas que departieron distendidamente sobre la amistad, la templanza, la tolerancia y otros temas de similar entidad, tuvo lugar en la sordidez de una mazmorra, lo que da mayor valor moral a la acción humanitaria y solidaria del Sr. Iglesias.

Sin embargo, dicha visita suscitó las más repulsivas y oprobiosas críticas por parte de diversos sectores de la extrema derecha española, hecho por lo que manifestamos nuestra más enérgica repulsa debido al carácter puramente generoso y humanitario del encuentro, inspirado sin duda en el mensaje evangélico de las Obras de Misericordia: “consolar al triste y visitar a los presos”, fruto de los profundos sentimientos religiosos del Sr. Iglesias.

Aprovechando dicha piadosa visita se me ocurre, quizá ingenuamente, que la mejor muestra de lealtad y generosidad que podría ofrecer el eximio visitante al afligido Junqueras es quedarse en la prisión donde está injustamente internado, compartiendo celda y aflicción con tan ilustre penado.

Y como colofón de este comentario irreverente
se me ocurre una pregunta ingenua e inocente
¿quién pagará los gastos de una acción tan trascendente?
La respuesta es evidente:
el sufrido contribuyente.