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A Guerra de Ifni (24)

martes, 23 de octubre de 2018
Escena 4ª

El mismo Tribunal, constituido, sentado. Entra el Alguacil, aquel que fue Cabo Cartero del Simancas, con un paquete de cintas, que se lo pasa al Secretario.

Secretario, dirigiéndose a Doña Historia:
-Señoría, todo esto dio su trabajo, mucho, porque el Historial de Ifni es corto en años pero increíblemente enrevesado en los hechos... ¡En los hechos, pero también en los desechos! Para empezar, aquí está el Diario de Operaciones de la Policía Indígena... ¡Y qué operaciones, Señoría! Tan cierto como que Franco inventó la Ley del Movimiento Inmóvil es que estos de la teresiana inventaron la Policía Operativa! Con la venia:

Practicado en Sidi Ifni, en fecha Veinticuatro de noviembre del cincuenta y siete, un registro perentorio en el harén del Notable Si Mohamed Ben Taki, en busca de metralletas Thompson, bombas Breda, fusiles Tassía, y demás herramientas de guerra, que se suponía alijaba este Notable hijo de Tal, este hijo del Si Taki quiero decir, encontramos, oculta por una alfombra vieja, de las tejidas en lana con pelo de camello en la urdimbre..., ¡una rueda gallega!

En la chapa del Made, y después de limpiarla con Sidol, pudimos leer, como primera pista: “Nogueira de Ramuín. Ourense. Anno D. G. 1933"

Hábil y seguidamente que fue interrogado aquel eunuco guardián de su harén, nos manifestó apresuradamente, “descojonado” decía él, que aquel artefacto no tenía nada que ver con la guerra de aquellos días por canto llevaba allí, escondido u olvidado, envuelto en aquella alfombra, muchos años, ¡acaso desde los tiempos del Cheij Ma al-Ainin! En la segunda paliza ya nos amplió que su amo le tenía dicho que pensaba mandar aquel artefacto al Museo del Pueblo Gallego cuando el dies irae fuese llegado, y que lo mandaría engrasado, engrasado precisamente con los atributos sexuales del primero de los afiladores que volviese por Sidi Ifni con una de aquellas ruedas invasoras...

Nueva somanta, esta con cables eléctricos en las uñas de los pies, y para entonces añadió que su señor Ben Taki afilaba a menudo, y personalmente, una lanceta de las de hacer eunucos..., ¡para que no estuviese oxidada cuando apareciese por Ifni otro Afilador!

Como quiera que este Cabo, el Cigüeña, de la Policía de Ifni, insistiese en ver esa lanceta, el Eunuco la fue buscar. Receloso, nuestro Cigüeña lo siguió de cerca, así que bajaron al subterráneo de los aljibes, donde vio aquella famosa lanceta sobre un banco de carpintero, ¡guardada en una funda de cordobán...!

Pero esto, con ser mucho, no fue todo, pues el Cigüeña también se percató de que en el mismo antro, y colgados de una escarpa, o sea, puestos a curar, nuestro dilecto Ben Taki, ¡Notable hijo de Notable!, tenía colgados de un garfio un par de..., ¡de eso!

Aquello fue insuperable para nuestro compañero, para el Cigüeña, así que, ciego de ira, le aplicó las esposas al Eunuco. Ni que decir tiene que ese negrazo no declaró nada más pues no resistió las corrientes eléctricas aplicados con bornes de conexión en lo que quedaba de sus partes, ¡y eso que no era afilador!

El parte médico, que aquí se acompaña, dice que el Eunuco murió..., ¡de un ataque emotivo!
...

-Señoría, con la Venia : Permítame detenerme en este párrafo toda vez que en los siguientes sólo se habla de los méritos de aquel Cabo fidelísimo, más conocido, cordialmente por supuesto, por el apodo de, Cigüeña, como dicho queda, dada su gran altura, tanto moral como física!

Historia, dirigiéndose al Tribunal:
-Señores Censores: Con estas pruebas queda demostrada, entre otras apreciaciones que no les habrán pasado desapercibidas, la enésima andadura de los afiladores ourensanos, que en este caso superan a Marco Polo, por poner sólo un caso célebre.

Por cierto, que no me duele reconocerlo en público: Los gallegos ya me tienen acostumbrada a este tipo de descubrimientos. ¡Siempre entraron y salieron del templo de la Historia sin descubrirse, como Perico por su casa! Cumple decir que llevan provocadas increíbles conmociones históricas, y después de eso, en la hora de recoger los laureles de su gloria, se esfuman modestamente, de tal forma que ni se sabe qué fue de ellos. ¡Así ocurre que vienen a mis páginas los Américo Vespuccio para suplir las líneas que dejaron vacías estos próceres!

El Fassi
-¡Con la venia, Señora, que ya está bien de truculencias y de fastos históricos! Dije eso, truculencias, truculencias galaicas, ¡que incluso acaba de reconocerlas usted misma! Con esto sabido, será cosa de revisar la que nos afectó a los marroquíes del Movimiento de Liberación, que también es Historia, ¿o no se lo parece?

En aquel Acuerdo, en el Hispano - Marroquí, firmado en Madrid el Siete de Abril del Cincuenta y seis, así, con mayúsculas para que quede indubitable, es bien cierto que se estipuló que entraba, y que se respetaba, ... la integridad territorial de Marruecos, tal y como está garantizada por los tratados internacionales en vigor...

Dígame, Señoría: Con esto firmado, asignado y rubricado, ¿qué ambigüedades galaicas no manejaría ese Caudillo ferrolano para retener su enclave de Ifni? ¿O es que no era un enclave, una espina, una cuña de la misma madera? ¿Qué entiende un gallego por integridad territorial? ¿O es que en esa tierra siguen ordeñando la vaca después de venderla? ¡Desconcertante, Señora! ¡Sin duda que sí; una duda histórica!

Ya sé, ya lo sé, que ser gallego es una carrera. ¡Lo sé perfectamente, y lo sé desde Tánger! Pero, entender un Tratado, o un Acuerdo Territorial, celebrado, pactado, con un galaico, también es una carrera, ¡otra! Por algo tuvimos que acudir al Tribunal de La Haya...; ¡por eso! Y por lo que a mi respeta, ¡de esta me doctoro en galleguismo! Con aquel híbrido, que no se sabía muy bien si era franco o gallego, con aquel recalcitrante, ¿que podíamos hacer, nosotros, impacientes devotos de la causa alauita, en aquel Contencioso de Ifni? Lo que hicimos, ni más ni menos: ¡echar a nuestros inquilinos, desahuciarles, a fortiori que fuese!

Zamalloa
-Ya que tanto sabes, ¡o dices saber!, y tanto que hablas, por supuesto que sin entender ni diferenciar, te haré unas precisiones elementales:

La primera es que hay gallegos y gallegos.

La segunda, que muchos de los francos se llaman así, en Galicia, sin serlo; séase, que ni de los francos vienen, sino de judíos; ¡acaso una rama ferrolana…!

¿Lo vas entendiendo, Monsieur? Si fueses tan listo como presumes, entenderías que nadie odia tanto a los judíos como un judío converso, ¡que ese fue el caso de Torquemada! Ni tanto a los masones como pudiese hacerlo quien de masones fue rechazado, despreciado. ¿Me sigues? ¡Pues, en ese caso, no me tires más de la lengua, que podría írseme a tus malabarismos tangerinos!

Por otra parte, te voy explicar que cualquiera de los gallegos de nuestras aldeíñas conoce y sabe que, además de justos títulos, aquellos que nos venían de la fundación de aquella Santa Cruz de la Mar Pequeña, en el fundo Ifni, en el Treinta y cuatro, adquirimos, ex-novo, la possessio, ¡por el cuerpo y por la intención!

Como ves, Professeur sabiducho, en aquella Ocupación concurrían el corpus, que bien sabes que es la tenencia efectiva de la cosa; y también, ¡también!, el animus, o sea, la intentio, de comportarnos como tales propietarios. ¡De iure et de facto, pues! En aquella posesión de bona fide, ¡y si no me crees, pregúntale a Capaz!, nuestra possessio ad usucapionem nos convirtió realmente, como te dije, de iure et de facto, de posesores en propietarios. ¿Albiscas? ¡Máxime tratándose de un blad al-siba, que tal era aquel pedazo de tierra, inhóspita y estéril!

Pues bien, eso que alegas, sería, fue, en un mal Derecho, aquel fallo del Internacional de La Haya, ¡pero no es justo! También se nota que a vosotros os va la marcha, sea Blanca, Verde o Parda. Se os da mejor correr la pólvora que una honorable litis contestatio. ¡Pleitos agarenos, que tales son los vuestros!

El Fassi
-¿Que me dice, mon Gènèral? ¿Litis contestatio...? ¡Pues ahí le va! Como cristiano, aunque heterodoxo, usted acatará a Justiniano, ¿o no? ¿Que si? ¡Vale, pues con catorce siglos digiriendo la Digesta algo habrán digerido! Apande, de paso, con las Pandectas; apande con la Praescriptio longi temporis, recogida por los justinianeos, y que ya venía de Teodosio II... ¡Mon Gènèral, le son, como usted dice, treinta años, treinta, para que se produzcan los efectos de esa tal Praescriptio!

Ahora cuente usted; o reste, que da lo mismo: Desde el Treinta y cuatro al Cincuenta y siete en que tuvimos aquel fregado... ¡Perdón, que fregado era como decían en Melilla! Aquel follón..., del Ifni, sólo transcurriera veintitrés abriles, ¿sabe? Y para eso, con una circunstancia especial, especial y definitiva: ¡que los plazos se suspenden, no corren, cuando los titulares de la proprietas son incapaces, o están ausentes, tal que en Madagascar…!

¿Cabe, hubo, mayor incapacidad para Marruecos, para recuperar nuestro Ifni, para rescatarlo de su hurto, que aquella desgracia, nuestra, histórica, de estar ausentes de los foros internacionales dada nuestra soberanía restringida, nuestra servidumbre, nuestra interdicción, por culpa de aquellos Tratados impuestos por unas Potencias imperialistas, concretamente Francia y Spania? Señor laureado, que lo es de Guerras, y no de Leyes, ¡le recomiendo un repasito al Derecho Internacional!

Pero volviendo a tiempos recientes: En los Acuerdos de Madrid del Cincuenta y seis, en el momento en que alcanzamos nuestra libertad y nuestra reunificación nacional, magrebí, desaparecida la española e imperialista Patria Potestad, usted bien sabe que en la propia Mesa de Negociaciones les formulamos nuestra más rotunda reivindicatio.

Usted, y con usted todos sus paisanos, mayormente los de tierra adentro, no ignoran que reivindicatio es la acción que tutela al propietario que no posee. Pues bien, y con esto, resumo: ¡ese era nuestro caso concreto con respecto al enclave ifneño! Contra ustedes, contra aquel possesor de entonces, una España seudoimperial, o más exactamente, tardoimperialista, acaudillada por un gallego iluso, que no luso, implacable, acomplejado..., ¡como todos los enanos! ¡Pero Alá se apiadó de nosotros!

Zamalloa, en un aparte:
-¡Este professeur además de Derecho Internacional sabe Romano...! ¡Y nosotros, en mi ilustre España, que los teníamos por unos simples, por simples piojosos, miopes de tanto padecer glaucomas...! Bien nos lo decía aquel profesor de la Academia Militar, que siempre nos daba los buenos días con su estimulante, ¡Hospes, hostis!, para recordarnos y advertirnos que todo extranjero es un enemigo potencial.

El Fassi, que no se da por aludido y cambia de tercio:
-¿Cómo fue que se rescataron para Occidente los clásicos greco-romanos? ¡A través de Bizancio, Excelencia, que allí hicimos nuestra Reválida cultural! Acuérdese, de paso, que nuestra Volubilis estuvo bajo el dominio, directo, de los romanos, más de dos siglos, así que en el Magreb también fuimos latinizados…, ¡y doctorados en su Derecho!

Zamalloa, que se persigna, escandalizado:
-¿En Derecho? ¡Pero, hombre de Dios, digo, de por Alá, con qué cosas argumentas! ¡Eres más corto que el último de los picapleitos de mi tierra! ¡Pretendes aplicar un iuris civile cuando en este contencioso corresponde utilizar el iuris gentium, que ese Derecho, y no el otro, fue el que se aplicó en tu mencionada Volubilis ya que en ella no se llegó a implantar la ciudadanía romana; nunca! ¡Por tanto, suspenso en latinidad!

El Fassi
-No se pase, amigo español, que aún me quedan argumentos legales, pues, debatidas las bases jurídicas correctas, definitorias y definitivas, podemos analizar, siquiera sea como anécdota, que nuestros derechos quedaron sobradamente definidos en esta Sala, en aquel asunto colateral, ¡pero contractual y actual!, de la Integridad de mí, de nuestro, Gran Magreb:

Primera cuestión: ¿No se cansaron los españoles de alegar ante Francia, en aquella ocasión en la que su León y Castillo fue vilmente engañado con una cartografía amañada por los franceses, que su, ¡su pretendida!, Mar Pequeña, había que situarla en Agadir, en un Agadir ya ocupado por su vecina, por su competidora, en aquella Xuntanza de las Algeciras del año 1906? En esta hipótesis, y que la Historia me dé testimonio de ello, aquella Ocupación de Ifni, en el Treinta y cuatro, fue una flagrante apropiación indebida. El erial de Ifni era lo único que quedaba libre en África; era, pues, lo que se merecían ustedes por..., ¡tardos! ¡O mejor dicho, petardos!

Agadir estaba, que en aquel tiempo ya lo estaba, repito, en pacífica posesión de Francia; y con ella continuó hasta la independencia de mi Marruecos, del central, del óptimo, también llamado Zona Francesa...

De los franceses, pues, que en eso también apelo a la Historia, recibimos la retrocesión de ese Agadir, en el Cincuenta y seis, sin atrancos ni cargas, sin gravamen de ningún tipo. Por tanto, Señoría, como el derecho sigue a la cosa, que así se viene reconociendo desde tiempos romanos, insisto..., ¡nuestra era esa cosa, nuestro el derecho!

Zamalloa, con el ceño fruncido:
-¡Vaya rollo ese que estás desenrollando, tanto el tuyo como el de esta Ifnada! No te cansas de invocar a los romanos, que total sólo estuvieron dos siglos, y para eso, en el berbés, en el berbés de la Berbería, ¡pero hablas como los griegos, en plan sofista, con circunloquios!

El Fassi
-¡Señoría, le ruego que tome nota de estas interrupciones, más bien imperialistas, del Representante de una Nación que se proclamaba Protectora, pero que actuó, en todo momento, como Colonizadora! ¡Y más que quería, o le apetecía! Acuérdese de aquellas proposiciones deshonestas, anexionistas, de Hendaya, ante el Caudillo de los Caudillos, ante el Conductor de los Conductores, que todo eso y más pretendía ser aquel Führer...

Lo que no sabe la Historia en un momento dado, tarde o temprano lo llega a descubrir... Así conocemos, hoy en día, que, después de declarar la no beligerancia, concretamente el 12 de Junio del 40, y ocupado Tánger el día 14, Franco le insinuó a Hitler la posibilidad de entrar en la Europea por medio de una carta que le entregó en propia mano el General Vigón, para..., ¡para obtener a cambio el Imperio Norteafricano!

¡Pero ahí es nada, que el día 19, una semana después, aquel apetito desordenado ya les medrara, así que, en aquella erección extemporánea, Beigbeder le comunicó a Sthorer los deseos de España de violar a la Gran Bretaña siempre y cuando nos arrimasen, además del Marruecos francés, el Oranesado; y también una ampliación de Río de Oro y otra en Guinea; con un buen aporte de armas, submarinos, etcétera! ¡Pero qué franqueza la de su Franquito…!

La Historia, como siempre, conciliadora:
-Si Allal, por favor, vaya sintetizando, que usted, como buen Professeur, es algo rollento; ¡y menos mal que estamos en la Eternidad!

El Fassi
-En tal caso, y con la venia, paso a la segunda cuestión: Esa España, esa Hespéride de los conejos, aquí representada por un milite ilustre, por un conquistador de estepas rusas, ¡otro Napoleón!, que padece el enquistamiento, también histórico, y en este caso, secular, de su codiciado Gibraltar, ¿cómo nos podía aplicar lícitamente a los magrebíes, y menos aún en el campo diplomático, un baremo conceptual tan diferente, extrapolado, para su enclave de Ifni? Cosa inefable, o por mejor decir, indubitable..., ¡incluso para gallegos! Y tercero...

Zamalloa, que le interrumpe con visible impaciencia, irritado:
-¿Pero es que hay Tercio en tu Marruecos? ¡El Tercio es nuestro, que lo fundó otro coruñés! Copiado del francés, eso sí, pues Millán, para eso de la cultura..., ¡un as! ¡Pregúntenle, al respecto, a don Miguel de Unamuno...!

El Fassi
-¡Como se estará riendo Unamuno al acordarse de aquella bufonada de tu paisano, aquello tan paradójico de, Muera la inteligencia...!

Zamalloa
-¡Así que lo sabías! ¿Sabías lo de aquel incidente salmantino, en la apertura del curso 1936/37? ¡Cacho ladrón roba ideas, razzista del desierto...!

Historia, dando un martillazo en la mesa:
-¡Basta de interrupciones, que en este plan a la Historia no le llega ni con toda la eternidad para dilucidar sus arcanos! Prosiga, Si Allal, s´il vous plait!

El Fassi
-Entonces, asunto tercero, o tercera cuestión…, ¡para que Zamalloa deje de hacer juegos malabares con las palabras! Una España que hizo los posibles, por activa y por pasiva, para que Francia perdiese, o fracasase, en su Protectorado, antes de Hitler, con Hitler y después de Hitler, ¿cómo se atrevió, como osó, delante de las Naciones Unidas, quedarse agachada, rezagada, detrás de la decisión francesa, una vez que Francia acordó darnos la independencia, máxime tratándose de un Territorio de análogo statu quo, de igual fuero internacional? ¡No me dirá que fue un...! ¿Cómo se dice en gallego? Ya lo tengo: un trasacordo…; ¡eso, un trasacordo galaico!

Cuarta cuestión..., ¡que también la presento! Dado que abonan nuestra ética las explicaciones antedichas, ¿quién les privó a los negociadores españoles, aquellos de la noche madrileña del Seis de abril del cincuenta y seis, de imponer, en el mismo documento, condiciones bi o tripartitas, que regulasen la independencia magrebí enmarcada en ciertas previsiones para el Ifni, el Sáhara, Ceuta, Melilla, etc., y todo ello en un paquete contractual? ¿O es que el especialista en dejarlo todo “atado y bien atado” no consideró vulnerable el carro de las colateralidades? ¡De esto, calla, mon Gènèral!

Se lo voy a explicar, por más que sea obvio: En aquellos momentos ni en Marruecos teníamos un ejército de presión, ni había prisa para tomar decisiones parciales por parte de España. ¿O no sería más bien, que hubo torpezas, somnolencia, en la Mesa negociadora, en ese Pardo de tan ilustre pardillo? ¿O es que pesaban más que el sueño de los españoles, esos grandes cenadores, y observe que digo cenadores y no senadores, ni seniores, aquellos preacuerdos Made in USA relativos a ciertas políticas…, concomitantes?

En esta hipótesis tan probable, ¡tan cierta, diría yo!, aquí estamos haciendo el parvo, pues el Querellante real tenía que ser, en tal caso, don Francisco; y en este supuesto, serían Querellados aquellos de sus cerebritos que tan burdamente se dejaron engañar, o que engañaron a don Paco, cortando otras tartas, otras tajadas, bien diferentes por cierto, con el sable glorioso de un Ejército que supo conquistar, pero que en los momentos más decisivos le enviaron al Salón de los Espejos, en el mismísimo Palacio del Pardo, para que recontasen las medallas, las que ya tenían, junto con las USA, ¡que las esperaban recibir!

¡Así fue! ¡Increíble, pero así fue! Y todo eso, ¡oh Cielos!, mientras los negociantes, ciertos negociantes, saldaban lo que otros conquistaran y defendían. ¡La Historia, Señoría, usted misma, por veces tiene cada contradicción..., inescrutable e ininteligible para las nuevas generaciones!

Historia
-Ahora tendría que hablar yo, yo misma..., siquiera fuese por alusiones; ¿no se dice así?
.../...
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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