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San Óscar Romero, el santo que conoció a otros santos

jueves, 18 de octubre de 2018
Han pasado treinta y ocho años de aquel fatídico veinticuatro de octubre de 1980, cuando todos los medios de comunicación resaltaban el asesinato a tiros del, entonces arzobispo y defensor de los derechos humanos de El Salvador, monseñor Óscar Romero, por un escuadrón de la muerte ultraderechista, mientras celebraba la que sería su última misa en una pequeña capilla del hospital Divina Providencia de la capital salvadoreña.

Aquel día, vi a mi padre ponerse a escribir, con los ojos humedecidos, el corazón encogido y la rabia contenida. Hoy, he querido recuperar su escrito: «…Y lo mataron»,porque sus palabras no cayeron en saco roto y me sirven de homenaje hacia mi progenitor, por su buen corazón, y para el religioso y beato (mayo, 2015), monseñor Romero, canonizado el pasado catorce de octubre del 2018 por la Iglesia católica, en la ceremonia llevada a cabo por el papa Francisco, ante unas 70.000 personas congregadas en la plaza de San Pedro del Vaticano:

Al monseñor Óscar Romero, asesinado hoy, 24 de marzo de 1980,
«Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño»,
…Y lo mataron

Te mataron vilmente, como a Cristo,
por decir la verdad y no callarte,
por amar a «tu pueblo» y defenderles,
por reclamar la justicia con amor
y atacar con amor las injusticias.

Como Cristo al Buen Pastor,
pastor fuiste, de pobres y humildes,
de obreros sin pan y sin trabajo,
de campesinos sin tierras ni cosechas.

Te erigiste en abogado de todo perseguido
y de tantos injustamente encarcelados.
Fuiste bálsamo de todas las heridas,
secaste lágrimas y reconfortaste vidas,
así fuiste de tu diócesis el Buen Samaritano.

No pudo la infamia y la calumnia,
ni los avisos de muerte concertada,
acallar tu voz de amor y de esperanza;
¡tuvieron que quebrarla con las balas!

Más la voz que dijo verdades como puños
seguirá clamando por siempre la justicia,
lo dijiste: «la voz de la justicia no se mata»;
por tanto, ni ha muerto ni se calla,
tu pueblo salvadoreño la hace suya
y exige con ella y por tu sangre:
PAN, AMOR, JUSTICIA Y LIBERTADES

(Pedro Antolín Diego)

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, es el primer santo y mártir de El Salvador y de Centroamérica. Y ha conocido en vida a Juan Pablo II y Pablo VI, dos pontífices también canonizados. Habiendo sido calificado por sus detractores de«marxista, agitador y loco» por denunciar la injusticia y la represión militar de la época, fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979, y la ONU le reconoció como «un ejemplo para el mundo por su lucha por la dignificación humana, la erradicación de la pobreza y la desigualdad social». Su cripta, en la catedral de San Salvador, se convirtió en un lugar de peregrinación por la que han desfilado personajes tan variopintos como el expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, o los integrantes de la banda Iron Maiden, para rendir respeto al entonces ya conocido como «el Santo de América»quien, justo un día antes de su asesinato,y tras otro intento fallido de homicidio pocos días antes, había pedido a los integrantes de las fuerzas armadas que desobedecieran las órdenes de matar a «sus mismos hermanos campesinos».«Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor; como Cristo. No para sí, sino para dar conceptos de justicia y paz a nuestro pueblo», llegó a decir el mismo día de su muerte en la homilía; originándose una guerra civil que duró doce años y dejó cerca de 75.000 salvadoreños muertos y desaparecidos, entre 1980 y 1992, mientras luchaban por mejores condiciones de vida.

El asesinato de San Óscar Romero sigue hoy día impune.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


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