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A Guerra de Ifni (23)

martes, 16 de octubre de 2018
Historia, que interviene con energía, vistos los fallos de su moderación en su propio Tribunal:
-¡Ténganse vuesas mercedes, je vous en prie! Envainen esas tizonas, esas dialécticas tardías, trasnochadas, impropias de la cultura toledana, aquella de tan grata y productiva colaboración y convivencia de las tres culturas del Libro... ¡Aquello sí que era hacer Historia!

El Fassi
-¡Excuse moi, madam! Pero, ahora que habla del Libro, recuerdo que también debían estar aquí los judíos, que algo tienen que ver con estas trifulcas territoriales, ya que, caída del árbol muslime nuestra Granada, que tanto terciaba en el equilibrio peninsular, estos vecinos, los españoles, se pusieron a barrer nuestras pisadas, ¡de inmediato! ¿Que los echamos de Ifni? Ellos, de expulsado Boabdil, arremetieron contra los judíos y los moriscos, con tal diligencia que ya asignaron el decreto de su expulsión el treinta y uno de Marzo del mismo 1492, dándoles como plazo perentorio el primero de Julio de igual año. Ya lo venían tramando desde las Cortes de Toledo de 1480, en las que acordaron aquellos godos spanioles someterlos, como ensayo y como aviso, a un cierto aislamiento urbano. A continuación, y para repoblar Granada con gallegos, particularmente nuestras Alpujarras, arremetieron contra los moriscos, imponiéndoles bautismo y…, ¡cuaresma! ¡Como si no tuviesen bastante con las privaciones de nuestro Ramadán!

Señoría, le agradezco que conste en Acta esta denuncia paralela…, ¡por si procede otra apelación!

Historia
-Si Al-lal, le recuerdo que una cosa es la Historia y otra muy diferente las historias...; ¡en este caso, secundarias!

Deben templarse ya que las injurias están prohibidas desde aquella Declaración de los Derechos del Hombre. Pero, ítem más: Espero que a El Fassi, con su formación francesa, le serán bien conocidos aquellos usos diplomáticos desarrollados precisamente en la Corte de Versalles. Le ruego que los use, ¡precisamente aquí y ahora!

En un aparte:
-Tanta chilaba, tanta manga ancha...; yo, mal que me esté decirlo, históricamente prefiero los puñetes de los gallegos, por calados que tengan, ¡que los tienen!

El Fassi, que se da un buen sorbo de té, y se dispone a hablar con parsimonia, a la vez que se seca los labios:
-Hágase cargo, Señoría, que venimos de batirnos, ahí abajo, ¡a morterazo limpio! Tanto me afectaron aquellas preocupaciones, que transité muy pronto, concretamente en nuestro 1394, o por mejor decir, para que lo entiendan estos analfabetos rumíes, en su 1974.

Historia
-¡Ya lo sé, ya, que en términos históricos aún humean aquellos cañoncitos de la guerra de Ifni!

Zamalloa
-Doña Historia, también he sufrido de los mismos achaques, que incluso me anticipé al Sidi, que me fui al allende delante suya, exactamente en Septiembre del 73, ¡y no precisamente por culpa de aquellos vasodilatadores que me servía Manolo, el del Casino! Aquello de la A.O .E. fue una guerra enfermiza, sucia, noxenta; ¡non sancta, que también se dice!

Dirigiéndose a Si Al-lal:
-¡Así estás de grasiento…, a pesar del tute que te dan esas huríes! ¡Sí, sí; tú, el chilabero, el de la manga ancha! ¿Me oíste, viejo de la mangancha?

El Fassi junta las manos, como clamando justicia al Cielo, pero la Historia, de suyo impasible, no le hace el menor caso:

Historia
-¡Prosiga, Si Al-lal! Je vous en prie. Que si nos andamos con vueltas y revueltas, entre la retranca galaica y el suai-suai magrebí, este Contencioso, este pleito colonial, terminará ad calendas grecas. ¡Séase, para el XXX!

El Fassi
-¡Bien, pues, en ese caso...! ¡Siendo así, sigamos! Sucedió que, viendo y sabiendo nuestro Malik Muhammad V, Grande entre os hijos de Alá, y Creyente que era, ¡por supuesto! Señor de los Creyentes y de todos los Territorios del Magreb, Sáhara incluido, ¡también por supuesto!, que España eludía su compromiso de Madrid, aquel de Abril del cincuenta y seis, dispuso que yo, su humilde y fiel servidor, ofreciese plegarias, y convocase a mis seguidores, ¡que también eran suyos!, para afilar las gumías y para liberar sus cabilas, aquellas que aún seguían sometidas, en el enclave ifneño... ¿Me entiende, Doña Historia?

Zamalloa
-¡Señoría; con la venia! Que precisamente de eso, de afilar gumías quisiera hablar... Mire cómo fue la cosa: Pepiño, el de la Rueda , séase, el Querellante, ese Afilador ourensano…, ¡ya sabe!, tomó posesión del Territorio de Ifni, en Enero del treinta y cuatro…, ¡anticipándose en tres meses al Coronel Capaz! ¡Esto le es histórico, Señoría, así que no mire para mí de esa forma tan..., desconcertante!

Pues bien, este es un tributo, también histórico, que se le debe a mi Galicia, pues en esto del Ifni, hay que reconocer, sin perjuicio de la modestia que nos caracteriza a los galaicos, que tenemos reportada una gran epopeya porque precisamente fue un gallego, otro, el que redescubrió aquella Mar Pequeña del Ifni.

¡Ya lo sabe: le fue cosa del Pepiño, el de la Rueda, que a donde no lleguen nuestros Afiladores...!

Años después, cando Ifni ya era medio Imperio, séase, de la entraña y de la argana de nuestro propio Imperio, ¡otro gallego, servidor, la defendió! Ya sabe, comandando en Jefe a los héroes hispanos, aquellos que repelieron sus ataques alevosos del Cincuenta y siete...

¡Qué le voy a decir que usted no sepa! Nosotros, en la verde Gallaecia, llevamos siglos disimulando, o minimizando si se prefiere, las epopeyas galaicas, ¡pero ya iba siendo hora de mostrarle alguna de ellas al mundo civilizado!

En canto al Pepiño, ¡un auténtico Correcaminos!, hizo aquella descubierta de Ifni saliendo de nuestro Marruecos por Alcazarquivir, esa Villa a la que ellos llaman Ksar el-Kebir. ¡Le es tirando cara al Sur, al Marruecos Francés, para concluir por la ruta Agadir-Tiznit-Mirlef!

Pasó aquellas Navidades royendo una corteza de pan de avena, que se lo dio en Tabel-kuct la mora Aisa… Si le dio algo más, no lo sé; ¡son cusas suyas! Aquella Aisa le puso en ruta para que llegase al morabito de Sidi Ifni, ¡que es algo así como ir de peregrinación a Santiago, con la particularidad de que en aquellos tiempos, en esta parte de África, tenían Santón pero no caminos!

Historia
-¡No se pare en menudencias, que por algo es un laureado! ¡Hágalo por patriotismo, por economía política!

Zamalloa
-¡Señora, no se enfade conmigo, que ya fue patriotismo de Dios que aquel Pepiño se alejase de aquella Aisa…, con tanto que tenía para ofrecerle! Se fue para Ifni en solitario, para..., ¡para pasar por la piedra a los ifneños!

El Fassi, iracundo, da un puñetazo en la mesa:
-¡Señoría, protesto! ¿Qué es eso de pasar por la piedra a mis conmilitones de Ifni? ¡Este Marte, de diplomacia, cero!

Zamalloa, sin esperar a que hable Doña Historia, en un aparte:
-¡Que tío tan mal pensado...! (Explicativo) ¡Pasarlos por la piedra, mon Professeur, significa, lisa y llanamente, afilarles las gumías! ¿Estamos? Pues bien, llegado que fue aquel Pepiño al lugar de Amezdog, aquellas diez chozas de adobe, al Este del morabito de Sidi Ifni, que era una especie de distrito federal de las esmirriadas tribus Aït Ba Hamram, el Afilador no pudo más y vomitó, allí mismo, por detrás de un argán, aquella leche de camella, que se la ofrecieran al llegar. ¡Pobre, le estoy viendo: cuanto se acordaba de su vaca Teixa...!

Historia
-¡Que le digo, que le mando, que obvie esos detalles, por…, nimios! Diga lo que pasó realmente, allí, con aquellos Aït Baamaranís; ¡pero hágalo a grandes rasgos!

Zamalloa
-¡Pues..., casi nada; que de seguido montó un esmeril en su rueda, rodeado por la cofradía de aquellos papones paleolíticos, que nunca tal vieran; pero en lugar de poner un esmeril suave, lene, nuestro Pepe, astuto que era, montó la amoladora de los azadones..., ¡precisamente esa!

Historia, imperiosa, exigente:
-¿Para qué, para qué lo hizo? Explíquese..., ¡de una vez por todas!

Zamalloa
-¡Señoría, que no se diga que la Historia, de vieja que es, está abobada! ¿Para qué iba ser? ¡Para destemplarles las gumías! Como hay Dios que lo hizo, que así es como facilitó la pacífica y subsiguiente ocupación de Ifni... ¡Quiero decir, la oficial, aquella que hizo Capaz con unos saquitos de plata sobornil! Gallego tenía que ser, el afilador, pues en materia de previsión..., ¡nosotros!

Historia
-¿Y después de eso, después..., qué? ¡Cuente, diga; no se haga de rogar!

Zamalloa
-Mire cómo fue la cosa: Entonces, cando se percataron los Aït Baamaranís de que habían sido objeto de un sabotaje armamentístico, de una derrota...; incruenta, sí, pero derrota, la emprendieron con el Pepiño, que tuvo que huir, a cien, por el Bu-La-Alam arriba, abandonando, allí mismo, aquella rueda, y con ella sus esmeriles! ¡Sólo se llevó su apellido...! ¡Eso, Madame, para que vea la soledad de los héroes!

El Pepiño se dio de piernas, monte arriba, ¡como si lo llevase el diablo! Cando llegó a la cumbre, repelió a los ifneños a pedradas, ¡que ni que fuese otro Pelaio! Después de eso, cando se hizo de noche, tornó a correr, amaneciendo mismo, mismo, por junto al aduar de Tiliuin, donde pasó un día entero debajo de un argán..., ¡hasta que le despertaron los ladridos de los chacales! Después giró, en la noche siguiente, en dirección a Poniente; y aceleró en busca del faro de Cabo Juby, que así le llamábamos entonces a la vieja Tarfaya, la Tarfaya de nuestro Bens, que le dijeran al Pepiño, precisamente en Tetuán, que por aquellos desiertos del Sáhara también era protectorado español, ¡una especie de Zona Sur!

Por fin, cando ya estaba reseco de tanto tomar el sol, alcanzó a ver los reflejos del faro, pero entonces, dándose por salvo, se echó a dormir, satisfecho pero desfallecido, en aquel colchón infinito de las arenas del desierto. Pronto amaneció, pero como si nada, pues el Afilador precisaría del Miño para apagar su sed. ¡Nunca más de la arena se levantó!

Al día de hoy, que bien lo sabe doña Historia, y también se dijo aquí, en el estrado, aquel Pepiño está reencarnado en los chacales, precisamente en aquellos que le devoraron..., ¡que por algo se cría de lo que se come! Su cuerpo, por supuesto, que en canto al espíritu aquí por el Cielo anda, ¡un lucero más de los del Camino de Santiago, ese al que los ateos llaman vía Láctea! Libre y decidido, como buen patriota, ¡que lo fue!

Propongo, Señoría, que los Académicos de la Historia levanten una rueda de bronce en memoria de nuestro Pepiño, aquel héroe que hizo la mili en Tetuán... ¡La merece tanto o más que Cascorro…! ¡Ay, si ese Caballero de la Rueda fuese madrileño, o vasco, o catalán, lo que es a estas horas...!

El Fassi, cáustico:
-¡Señoría! Estos sardineros de Galicia…, ¡que siempre arriman su ascua! Permanecí en silencio, haciendo para ello un gran esfuerzo, porque estaba ávido de conocer la extensión de su fantasía, pero llegó mi hora, que no en vano he sido confidente, y colaborador recíproco, de la CIA! Nada más histórico que el hecho histórico de que nunca se planeó una invasión territorial, desde los tiempos de Alejandro el Magno, sin el desplazamiento previo de uno o varios informantes, vulgo, espías, al territorio codiciado… Pues bien, esa tal proeza de un trotamundos galaico, disimulando con su herramienta, con la repetida rueda de afilar…, ¡no fue otra cosa que un maldito espía introducido en Ifni a través de la zona Francesa!

Zamalloa, que se pone rojo de cólera al verse descubierto:
-¡Maldita CIA! ¡Y mi Jefe dándoles Bases, cuando lo que tenía que haber hecho era darles por el sacro…, con una bayoneta!

El Fassi
-¡Señoría, con todos los respetos! Pasé por la improcedencia de esta Querella con un denunciante anónimo, y por consiguiente incapacitado para ejercer la acción popular; no obstante, habida cuenta de que Su Señoría está facultada para proceder de Oficio, no presenté obstrucción alguna a este Juicio. Ahora bien, esta leyenda, esta epopeya de un Afilador ourensano... ¡Esto es una coña marinera!

¡Estos gallegos tienen bastante con su mundo mágico, con el de las meigas! Le pido, en consecuencia, que semejante propósito carnavalesco, ¡ni en Acta conste! Más aún: Yo mismo hablé, en su momento, con aquella Aisa, la de Tabel-kuct, y me juró, sobre el Al Qurán, que ella sólo estuviera con un hombre, ¡nada más que uno!, de cabello negro y de caballo blanco, pero que eso de las chispas… ¡De eso no se acordaba!

Obviamente, Señoría, se trató de un sueño de aquella mocita influida por los cuentos de mil antepasados guerreros retornados al Magreb. Y también pienso que esa Aisa sabría distinguir un Correcaminos de un Santiago Matamoros, ¡aunque los dos fuesen morenos y gallegos!

Historia
-¡Si Allal, por favor, no se excite y atienda: Por ante mi tiene habido otros juicios galaicos; ¡muchos! Por cierto, tan contradictorios o más que este, así que, por si acaso, esta Sala se tomará un receso, que la cuestión se presenta ardua. Mientras, que busquen en mis Archivos aquellas grabaciones de los Anales de Ifni.

Vuelve a dirigirse a El Fassi, como si recordase algo importante:

-Hágase cargo, mi señor Allal, de que a la Historia no le puede pasar desapercibido un hecho tan singular, incluso tan heroico, como pueda ser el alegado por Gómez-Zamalloa. Ahora bien, si resultase incierto eso de su Afilador, aquí el Jurado tendrá en cuenta las circunstancias concomitantes, que en este caso serían negativas para la Causa Española.

¡Señor Secretario! Usted, siempre diligente, ¡como le corresponde, claro!, sírvase formular esta Diligencia para que se practique en mis Archivos la pertinente busca y captura de los datos precisos para este esclarecimiento. De ser habidos, numérense y adjúntense a esta Causa Histórica.

Tomaremos, mientras, tanto Nos como los estudiosos de este tema, un nuevo receso; ¡con café o con té, un gahwa bi lahlib o un atai, según las nacionalidades! ¡Cúmplase...; a cuenta del Erario Español, por supuesto, que ya está acostumbrado a las prodigalidades, sean o no históricas!

En este momento cae el telón.
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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