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Lugo Ayer (12)

jueves, 18 de octubre de 2018
Memorias de un maestro lugués (3)

Para este planchado artesanal, se utilizaba una plancha de hierro cuya energía le era dada por unas ascuas que doña Carmen preparaba en el hornillo a base de leña de carballo. Como última faena, le soplábamos por una pequeña abertura que tenía en la parte trasera para avivar las ascuas. Y, fíjense, los jóvenes de hoy en una plancha eléctrica de vapor y compárenlo con ésta. ¡Cuántos soplos nos ahorraría..¡

Lugo Ayer (12)A todo esto, se me olvidó decir que vivíamos en la calle de la Tinería aledaña a la Rúa Nova y destaco esto porque el otro extremo de la calle -Puerta del Carmen- era un cantón habitado por esas féminas que dicen ser putas pobres, pero honradas… de vez en cuando.

Doy marcha atrás para decir -y digo- que el ajuste en las condiciones de esta nueva residencia fue gestionado por mi querido padre. Recuerdo que entre aquellas condiciones figuraba la apertura de una cuenta bancaria a efectos del pago y que mis gastos -los particulares o personales- no podían exceder de una peseta para ir al cine los sábados y de la cual -de la peseta- aún sobraban treinta céntimos. Eso hizo que el padre de mi compañero de habitación, Elías, diera a doña Carmen las mismas órdenes.

También se daba la circunstancia de que ambos fumábamos y nos sentábamos en el mismo banco del aula por habernos matriculado juntos. Total, que hasta los archiperres de la fumada: tabaco, papel y cerillas -Paco, dame tabaco, que Miguel me da el papel y Evaristo me da un mixto y ya tengo el cigarro listo- nos duraba una semana con los céntimos que nos sobraban del cine.

El tabaco lo llevábamos en el bolsillo, indistintamente, él o yo, aunque más veces iba en el de Elías que en el mío porque él era remiso a dar de fumar a cualquiera y yo no lo era tanto.

Con el tiempo vas entrando en sociedad, dejando de lado el roñoso aldeanismo: es decir te vas, humanamente, cepillando y penetras en el alterne: ir a ver una película del Oeste en horario infantil de las tres de la tarde, a una cincuenta la butaca, lo que también te daba opción a poder sentarte a la verita misma de la compañera de tus apetencias. Eso, el heladero, la castañera o el barquillero que te perseguían, crean ansiedad y malo es no tener con qué remediarla.

CONTINUARÁ...
Esteban, Antonio
Esteban, Antonio


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