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Claudio, el látigo de Getafe

viernes, 05 de octubre de 2018
Claudio, el ltigo de Getafe Su padre le había llevado a los toros a Las Ventas del Santo Espíritu a los siete años y después llevaba más de cuarenta años atornillado en su delantera de grada del tendido siete. Se había convertido en el vocero indiscutible de los altos de este tendido intransigente, que hace que cuando los toreros brindan un toro lo hagan al respetable y al siete.

Echa la muleta p'alante!!! Era su consigna, su grito de guerra para que los diestros consiguieran la gloria. Furibundo admirador de Joselito. Látigo inmisericorde de los toreros tramposos, de los que no se cruzan y se obstinan en medirse con babosas,con medio toros.

Eso házselo a un toro!!! Bramaba Claudio, este hombre bajo de estatura y grande de alma. Tocaba el clarinete en la banda de Getafe‎ y detestaba a la banda de Las Ventas. Llevaba colgado al cuello unos prismáticos que le erigían en notario mayor del reino taurino respecto a las estocadas.

Es un torero de pueblo!!! Tildaba con su vozarrón a los toreros mediocres. No toleraba el trapazo va, trapazo viene, sin arte ni parte, Madrid no podía convertirse en una plaza de "carretas". Los visitantes ocasionales del aguerrido tendido se extrañaban de que se rechazara a los toreros pelmazos.

Eso en Sevilla!!! Defendía las esencias de Las Ventas,de este mítico tendido, que exige el toro, toro, el toro bravo, ante el había que instrumentar la faena. Ciertos detalles de arte ante un toro inválido o falto de trapío indignaban a Claudio, el látigo de Getafe.

Se emocionó, vibró hasta las lágrimas con el toro blanco de Antoñete, el del mechón blanco, el maestro de la media distancia. Subía a los cielos con José Tomás el místico del toreo que pisa un terreno que raya en el suicidio. Se arrodillaba ante toreros poderosos como el gladiador Ruiz Miguel o el colombiano Rincón y su estatura crecía ante la magia de Joselito con sus destellos de arte.

Era un castizo madrileño que iba a la Pradera en el día de San Isidro, comía las rosquillas las listas, las tontas y las de santa clara, sin olvidarse de las gallinejas, que se Claudio, el látigo de Getafetocaba con una gorrilla madrileña y que hablaba como los personajes de La Verbena de La Paloma. En días de lluvia, ante los nubarrones que venían de Toledo, bramaba y se regocijaba él a techo, de "las capellanías de agua", a las mozas y mozuelas que se cimbreaban en el tendido las llamaba con arrobo "chavalotas".

El pasado 28 de septiembre en el primer festejo de la Feria de Otoño no estaba en su delantera de grada. Su compañero de localidad Tomás un hombre bragado y recio de Villalpando había fallecido antes de la Feria ‎de San Isidro y le había dejado solo. Su salud había sufrido un gran quebranto años atrás con una operación difícil de corazón, pero se había recuperado y retomado su magisterio con muchos bríos.

Claudio había regalado más de media vida a su afición taurina, nuestro tendido siete fue envejeciendo y encaneciéndose, comenzaron las deserciones, Andrés el guru, el de la lágrima, el reportero del siete, se había fugado a una andanada del nueve acorde con la altura de su presidencia de los de José y de Juan. Los de Albacete seguían, los de Toledo se fueron y llegaron los recambios jóvenes como Javito‎ y sus coleguillas, Novillo en gran fotógrafo continuaba, pero ahora sin sus sonadas polémicas con Cossio, Falin el de los toros que barbean y su amigo el crítico Laverón. Mati la de Telemadrid con su aguerrido Antonio, apodado el diablo se dejaban ver a rachas y permanecía el otro Antonio el que siempre llega tarde,nunca ha sacado el pañuelo para pedir la oreja y se funde en abrazos a diestro y siniestro y sigue con su musa Luz.

Claudio era de los de bocata ‎después del tercer toro, que amorosamente le preparaba su señora y cervezas a discreción, que a veces nublaban su voz y la hacia más entrañable y su "Echa la muleta p'alante" resonaba con voz quebrada.

Una neumonía en agosto se lo llevó en unos pocos días y nos ha dejado un gran vacío a quienes estuvimos con él en tantas ferias, en tardes soporíferas, en otras teñidas ‎de sangre y las menos de gloria, como la corrida del siglo de los victorinos de junio de 1982 o las salidas triunfales por la puerta grande del monstruo José Tomás, se ha ido y con sus prismáticos divisara ahora esos cielos velazqueños, pero no desde su tendido siete, sino desde dentro, en las chicuelinas, en las verónicas, en las manoletinas de la eternidad.

Claudio vives en nuestra memoria. Gracias.

Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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