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A guerra de Ifni (21)

martes, 02 de octubre de 2018
Escena 3ª

El Fassi, que saliera un momento, precisamente mientras se leía la arenga de Franco, se supone que para ir a los servicios, entra de nuevo en escena, eufórico, entonando el himno de Abdelkrim:

-Al yauma lijurobi hayu...!

A guerra de Ifni (21)
Historia
-Monsieur, actualícese, por favor, que eso del cabecilla Abdelkrim ya está juzgado, ¡por ante mí! Y tampoco es cosa de reivindicar las minas rifeñas de aquel conde, de aquel Romanones, por las que tanto se esforzaron los spaniois de entonces, que todo eso pasó a la Historia, hace tiempo! Ahora tenemos otros problemas, otras tensiones...

A propósito, que me dicen que usted viene de la Meca, de guiar a los peregrinos... ¿Llevó mucha gente? ¿Acaso tuvieron avalanchas…, en eso de tirarle piedras al diablo?

El Fassi
-En efecto, he ido; y vengo purificado, por enésima vez. ¡Purificado y glorificado, enaltecido! Así que, de no importarles, hagan el favor de darme el tratamiento apropiado, pues ahora soy hadj, o hach, como mejor se les acomode pronunciarlo! ¡Más peregrino que los de Santiago! ¿Quieren ver mi Compostela?

Historia
-En este caso, mi Hach, obtenido su amman, su gran perdón, confío en que se avendrá a razones, sin polémicas ni resentimientos, que así nos facilitará la Resolución de este embrollo!

El Fassi, atajándole con prisas por rematar el pleito:
-¡Por supuesto que sí! Lo que es por mí, ¡sobreseído! En vista de ello, pasemos a una Vista nueva, a una nueva litis: ¡Delenda es Sebta; delenda es Sebta; y después de Sebta, (15), Melilla! ¡Canarias, de momento, que quede para los negros, nuestros esclavos! ¡Bismillah...!

Zamalloa
-¿Vuelves a las andadas, Professeur, Profesor de Insurrecciones? ¡Poca enmienda fue la tuya con eso de la Meca! Ya os dijo nuestro Caudillo, in illo tempore, cuando os sulfurasteis, que transigía en el asuntito de Ifni, pero que de Ceuta y de Melilla..., ¡ni olerlas! Si no me creéis, aquí está Doña Historia, con sus archivos! A mayor aserto, ¿donde está vuestra amistad con nuestra España…, ¡con vuestra despensa!, tan cantada y poco decantada, durante ocho..., qué digo ocho, trece siglos, porque seguís beneficiándoos, sea directa o indirectamente!

El Fassi
-¿Amistad, mi viejo? ¿Dijo así, a-mis-tad? En ese caso pregúntele a nuestro Profeta, que nos lo tiene advertido, particularmente en las aleyas veintisiete y veintiocho, de la sura tres:

Los creyentes no tomarán por amigos a los infieles. Quien tal haga, no tendrá nada procedente de Dios...

Más adelante, por si nos fallase la memoria, vuelve a insistir, concretamente en las aleyas cincuenta y uno a cincuenta y seis de la sura cinco:

¡Oh, los que creéis! No toméis a los judíos, ni a los cristianos, por amigos vuestros. Quien de vosotros los tome por amigos, será uno de ellos! Dios no conduce a la gente injusta. Vuestros amigos son Dios y su Enviado, y también aquellos que creen.

¿Lo ve, mon Gènèral; ve qué compromiso para nosotros, para los fieles? Y luego que, por otra banda, las amistades con los spanois no pueden tener buen fin..., ya que tuvieron mal principio! Acuérdese de aquella Florinda... ¡Me refiero a Florinda de la Cava, de la Cava o de la Cueva, que ya no lo recuerdo, pues lo mío son las medersas y no los burdeles!

Zamalloa
-¿Querrás decir, aquella Fatima, aquella princesa de Sebta...? ¡Lo dicho, chocheas! ¿No será que vienes de darle al kif, y no de la Meca? ¡Se me hace que apestas a…, a cannabis índica!

El Fassi
-No tal, pues aquella dama, ¡o lo que fuese!, al renegar de nuestra fe perdió el nombre, el nombre y también la filiación. Aquí, nosotros, sabemos cómo fue, pero se lo recordaré en favor de su gente, pues, ustedes, los spaniois, son malos estudiantes en esto de la Historia…, ¡de la Historia que no les conviene! La verdad es que, a principios del siglo VIII, vuestro don Rodrigo fue cordialmente invitado a las bodas del Gobernador de Ceuta por mérito de nuestra legendaria buena vecindad con las Spanias! ¿Lo sabía? Y entonces… ¡entonces abusó de ese honor, de esa confianza, secuestrando una hermana de la propia desposada! Poco le importó al Gran Godo, al tal Rodrigo, que fuese huérfana; ¡huérfana y doncella!

Zamalloa
-¡Le importó mucho, muchísimo, que por eso la envolvió en su capa de armiño! Y con la misma, levó anclas, Estrecho a través, de seguida, ¡remando toda la noche! Pero has de saber...; ¡mejor dicho, debieras saber, tienes que saber!, Professeur Magnífico, que don Rodrigo la requirió de amores, de amores formales; ¡y todo iba bien en Sebta hasta que se habló de la dote...!

A propósito de aquella dote: Ese mismo Corán, o Alcorán, o Al-qurán, que tanto invocas..., ¡cuando te conviene!, creo que es en la aleya dos, de la azora cuatro, dice lo siguiente:

Dad a los huérfanos sus riquezas. Non cambiéis mal por bien. No comáis sus riquezas junto con las vuestras, que eso es un gran pecado.

Si esto fuese poco, puedo abundar en el tema invocando la aleya cuatro, que concuerda con la antedicha:

Dad a las mujeres, espontáneamente, sus dotes...

¿Que, te llega con esta taza, o quieres otra...? ¡Esa fue la cuestión! El moro Mussa, aquel cuñado-tutor de la doncella Fatima le quiso pispar la dote a su cuñada...; ¡tal que te lo cuento! Todo lo más que le ofreció a nuestro don Rodrigo fueron esas islas costeras, a las que chamamos Alhucemas, y vosotros, Al Hoceima. ¡Ah, y también un Perejil, que por mínima se me olvidaba! ¡Mira que hacerle semejante desprecio al Gran Godo! ¡A quien se le cuente...!

El Fassi, en plan despectivo:
-¡A mí me lo está contando, Mon Gènèral! Pero ya sabe, por una oreja me entra, y por la otra..., ¡chis-pum-fuego!

Zamalloa
-Lo tomas a coña, pero siempre voy en serio, talmente en serio, pues las epopeyas, aunque se refieran con humor, son cosas intrínseca y terriblemente trágicas.

Don Rodrigo, para no seguir rifando, dijo que se iba a la cama, ¡pero no dijo a donde, ni con quien! Cando aquel Sidi Mussa dio despertado, el Visí ya dormía, en paz y en compañía, pero..., en Carteya!

Su lección, la de nuestro don Rodrigo, esa sí que fue magistral, y no otras que me sé, tal que aquellas que se dieron allá por Fez, en los años Cuarenta/Cincuenta...!

El Fassi
-Remate con sus especulaciones, s'il vous plait, que usted no es un erudito, ¡ni mucho menos!, que una cosa son las laureadas y otra, ¡a veces muy distinta!, los lauros, los lauros parnasianos. Acuérdese de lo que dijo aquel señor, aquel paisano suyo, aquel manco que procedía de su país, allá por el Cervantes de la Sanabria, hijo de un casero de aquel conde de Lemos...; aquel distinguía perfectamente entre el discurso de las armas y el de las letras!

Zamalloa, que hace que no escucha y sigue impertérrito con su perorata:
-¿También tengo que recordarte que don Rodrigo fue tan delicado que para que Fatima pudiese seguir usando las mismas iniciales en su ropa, la hizo bautizar con el nombre de Florinda? ¡Pues sí; así te fue; cierto! Cando le preguntaron por el significado de la ceremonia, aquel visi-godo..., ¡qué quiere decir, más que godo!, se explicó de esta manera, con toda precisión:

El nombre que nosotros le damos, eso de Florinda, procede de Flor Linda, que bien veis que esta doncella es la flor más linda del jardín de Alá...!

Con eso, con estas explicaciones, las mozas de por acá se entregaron a la resignación.

¡Ah, y también sabrás que la bautizó aquel obispo tan famoso, dom Oppas...!

El Fassi, siempre coñón:
-¿Si, de verdad? ¡Ahora lo entiendo! De eso, de ese obispo, creo que viene esa cosa del Opus, esa Congregación tan pía y tan política, tanto, que incluso nos ayudó a liberarnos de España; ¿no es cierto?

Zamalloa
-¡Chico, no mezcles el tocino con la velocidad, aunque te suenen parecido! ¡Señoría, perdónele a este infiel que no sepa lo que dice, que no conozca el Camino…, el camino de aquellos Ministros…, manirrotos!

El Fassi, que sigue coñón, cada vez más:
-Ya se lo demostraré, ya, que sé muy bien, perfectamente, lo que hago; y también lo que digo! Tan bien, tan bien, se lo demostraré, que incluso les desecaré las lagunas de la Historia, Janda incluida!

Atiendan y vean como aquel Tarik-ben-Zeyad le demostró a su Rodrigo, al raptor de la Florinda, allí mismo, en la susodicha Janda, que quinientos caballos árabes, pura sangre, fueron bastante cubrición para las mil yeguas visigodas, que más no tenían! ¿No sabe lo que dice la leyenda? Que tan pronto como las bestias españolas ventearon la proximidad de los pura sangre, de los árabes, debajo se les metieron..., ¡y sin esperar a que se apeasen los godos!

Esto es cierto, que está reconocido por los propios historiadores de la parte vencida, así que es una prueba irrefutable de vuestro potencial raquítico, que entonces, como ahora mismo, se os iba la fuerza, y con la fuerza, la producción, en bizantinismos internos!

¿Exigió vuestro Rodrigo, aquel bárbaro de las Spanias bárbaras, por dote un reino? ¡Pues en eso erró, que se quedó sin el suyo! Como ve, la Historia se repite, sea en el fondo o en la forma, que nada, o poco, hay de nuevo bajo el sol. Y luego está que algo así ya ocurriera antes, con aquello de la Elena de Troya…, ¡pero no me hacen falta argumentos tan arcaicos!

Los spanois tienen arraigada esa costumbre de enseñar bobadas a quienes creen que no sabe. ¡Ya, ya! Pues, aquí y ahora, viene al caso que se ventila en esta Sala que su Caudillo, cando fue a Madrid mi Sultán, en aquel Abril del Cincuenta y seis, precisamente en el momento en que tocaban nuestro himno, el magrebí, Franco, listillo él, gallego él, dándose aires de Protector, según solía hacer, le indicó a mi Sultán que podía seguir revistando las tropas españolas..., ¡sin detenerse! ¡Vaya insolencia! Pero no le sirvió de nada pues Nuestra Augusta Majestad, tan digno y tan patriota siempre, siguió cuadrado, en plan militar, tieso, y le contestó, ¡Baraka-lahufik, mon Gènèral, pero no se canse, que ya soy grandecito, además de Rey, y sé lo que hago!"

Zamalloa, enojado, fuera de sí:
-¡Eso es una calumnia, una fabulación fementida, una inventada pseudohistórica..., acaso francesa!

El Fassi
-¿Usted cree que si? ¡Pues, mire, en tal caso la difamación será de otro General, de aquel Franco Salgado-Araujo, nada menos que Secretario Militar y pariente del propio Caudillo! ¡Lea, lea la página ciento setenta del libro Mis conversaciones privadas con Franco, al que ya me tengo referido! ¡La Historia es la Historia! ¿Sabe?

Zamalloa, conciliador:
-De aquel viaje de tu Sultán a Madrid mejor harías en callar, que también puedo referir la declaración de cierta azafata de Iberia, aquella que...

El Fassi, interrumpiéndole:
-¿Azafata; dijo, azafata? ¿Y usted me habla de lecciones? Pero si incluso nombra a las aeromozas con étimos árabes…!

Zamalloa
-¿Quieres azafata, o quieres aeromoza? ¿No te satisfacen las huríes...? En ese caso tendrás aeromoza, cuanta quieras! Escucha:

RESULTANDO que en Abril del cincuenta y seis cando iba tu Sultán en el avión de Iberia cara a Madrid, y

CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que el pobre señor, después de aquellas fiebres independentistas que cogiera en los pantanos de Madagascar, cando los franceses...

¡Si, sí; no pongas esa cara de disimulo, que la Historia tiene constancia de ello!

RESULTANDO que tus amigos, los franceses, con la complicidad del Bajá de Marraquech, el tal Glaoui, derrocaron en los incidentes del Cincuenta y tres a tu Sidi Muhammad ben Yussef, desterrándole a Córcega... Y trasladado después a Madagascar...

¿Qué no? ¡No le des a la testa, que esto es rigurosamente histórico! Pero sigamos, camino de la Meca, sin reparar en los canes:

CONSIDERANDO nuestra gentil aeromoza que tu Si Muhammad no resistiría las humedades del Guadarrama, tuvo la gentileza de indicarle que el Pardo no era Madagascar, ¡ni la Alambra soleada!, así que mejor le sería llevar botas, tal que unas cordobesas, de las de montar... ¿Y sabes qué tal las hubo, mon Professeur? ¿No lo sabes, o es que disimulas? Pues que el muy Sultán tuvo la frescura de insultar a la moza diciéndole, con todo cinismo, que precisamente iba a Madrid..., para ponerse las botas! ¡Vaya abuso de un protegido, que ya olvidara que los franceses lo descargaran, a contra gusto, de él y nuestro, en su Madagascar...! Pese a lo que parecía, a lo que aparentaba, resultó ser más bruto, más desagradecido, que aquel Brutus sobrino del César...!

El Fassi, por enésima vez irónico:
-¿Se puso las botas, o no? ¡Por las trazas, entiendo que sí!

Zamalloa
-¿Que botas, las de cien leguas? Pero no fue por culpa de los militares, por culpa de mis colegas; ¡eso que conste en Acta! Por aquel entonces, ya sabes, mangoneaban en Madrid ciertos tecnócratas, aquellos que decían creer en la igualdad de los hombres...; ¡de los hombres con mando en plaza, se entiende!

El Fassi
-Bien pensado, eso de ponerse las botas en España, o a costa de las Spanias, para un musulmán siempre fue pan comido. Recuerde que en tres años, ¡simplemente en tres!, subimos desde Carteya a Roncesvalles; y tan bien les trillamos, de paso, el Camino de Santiago, que lo borramos del mapa, pues tardaron siglos en redescubrirlo, en rehacerlo, y eso que les alumbraba la Vía Láctea!

Esto de los caminos siempre les sirvió de pretexto para hacer y deshacer en el jersey de su Historia... ¡Claro, los trenzaban radiales, desde Madrid punto cero, en la Puerta del Sol, y como el de Santiago no pasaba por Madrid...! ¿Sabe aquello de que no hay caminos, que se hacen andando? ¿Sí? ¡Pues eso: se hacen cando se anda por el mundo con humildad, y no por los aires, como dicen que hacía aquel caballo blanco, el de su Iago! Por cierto, ¿cando dejarán de llamarle Matamoros a ese tal Iago de Compostela?

Zamalloa, secundándole en la sorna:
-También es verdad, que ya no me acordaba de eso, que nos deshicisteis el Camino de Santiago..., ¡pero sólo hasta Poitiers! ¿Oyes, de paso, por qué no hablamos de Carlos Martel...? ¡Ya te entiendo, que con Francia no te metes, que ni la nombras! Si quieres ser justo, no podrás comparar nuestra independencia con la interdependencia que os endilgaba vuestra amada Francia, en el Cincuenta y seis, que se quedaría a medio camino, ¡todo un siglo!, si no fuese por la hidalguía de nuestro García del Valiño.

¡Para Hidalgos, España; y para Notables, Notables Chupópteros, Marruecos, que no es poca la diferencia!

El Fassi
-¡Don Mariano, no me sea heterodoxo, que le percibo un cierto tufillo, como a..., de masonería galaica! ¿Así que, subrayando la galleguidad de su Alto Comisario…? ¡Pues está mal informado, mi señor Gómez de Zamalloa y de Quirce, pues aquel Comisario, el tal Valiño, era oriundo de la parte de Asturias! ¿Lo sabía? Si tuviese más reciente su ascendencia gallega, peor nos hubiese ido a los marroquíes; ¡estoy seguro de eso!

Zamalloa, con un rictus de asombro:
-¿Qué me dices? Ya veo que lo tuvisteis bien estudiado; ¡bien estudiado y bien espiado! Por cierto, ¿te acuerdas de aquel lema de Epicuro? Hombre sabio, si quieres ser feliz, no preguntes. Tu manía de inquirir me lleva a otra galleguidad indiscutible: La de Dom Paio de Lugo, Comes de Flammoso! Vosotros le llamasteis, allí mismo, en la propia Cova D´Onga, esa gruta que tiene nombre y apellido gallegos, dado su descubrimiento, entre peleas e layos, aquello de Pelayo, que más significa Peleón que Pelágico. ¡Oh, Dios; cómo os hizo recular; y para eso, cuesta arriba! Si era suevo, que tal parece, vaya suavidad la suya! Y si era godo, ¡una gozada! Aquel rife-rafe fue con palos y piedras, en aquellos riscos de la montaña sagrada… ¡Mira que si el tal Payo llega a tener las espadas largas, aquellas espadas y aquellos dardos lanzadores que solían portar los hombres de don Rodrigo, aquellas armas que perdieron en su huida de la Janda, entonces..., qué te voy contar!

En un aparte:
-Cuando tenga ocasión, cuando esté tranquila, le preguntaré a Doña Historia por aquello de si era suevo, de familia sueva, el tal Comes Pelaio, aquel führer de nuestra Cova D´Onga...

El Fassi, que escucha atentamente este monólogo:
-Suevo sería, o Bretón, pues hay quien tal opine, pero lo que es suave, aquel Pelayo..., ¡un rayo!

…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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