Las 400 bombas inteligentes, aunque sea un sarcasmo llamarlas así, estuvieron a punto de causar un estrago económico por la crisis de conciencia de la Ministra de Defensa, que tuvo que recoger velas y rectificar su negativa a cumplir un contrato que los saudíes habían ya abonado.
Naturalmente no presentó su dimisión y siguió con el pesebrismo. La disciplina se impuso y la fontanera prodigiosa Susana pudo respirar y tranquilizar a los trabajadores de Navantia.
Los chicos de Podemos se rasgaron las vestiduras no por que sean pacifistas, que son partisanos, por su odio visceral a Arabia Saudí. Si hubieran sido para Venezuela o Nicaragua hubieran aplaudido. Lo que vale para tanquetas y material antidisturbios que sirven para reprimir las manifestaciones. El servicio de apoyo a la tiranía les parece de perlas para siguiendo a Chomsky incendiar el mundo con revoluciones de los siglos XIX y XX.
La industria armamentista es un verdadero cáncer que padecemos los pacifistas y que para clausurarlas sería necesario una economía de paz, en que se reconvirtieran en usos de paz, en vez de bombas por ejemplo lavadoras, pero es necesario que sean rentables y permitan conservar o incluso fomentar el empleo. Esto es válido también para los cultivos sustitutivos de la droga,que no deben arruinar a los campesinos.
Cuando Barry Goldwater propuso cerrar las industrias armamentistas de Estados Unidos en su campaña contra Nixon hubo gigantescas manifestaciones de los trabajadores de

estas fábricas y su derrota fue rotunda.
Es una asignatura pendiente hacia una economía de paz, reorientar la economía hacia consumos públicos y privados. Todo lo que se haga en este campo es poco y la ministra tenía razón, pero la pierde al no tener nada que ofrecer a esos astilleros, salvo mandar al paro y sumir en la pobreza a miles de trabajadores.
A la política los políticos tienen que llegar "enseñaos" y no ser simples aficionados incompetentes o majorettes de relumbrón, para corear las alabanzas.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com