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Las bombas de la discordia

viernes, 21 de septiembre de 2018
Las 400 bombas inteligentes, aunque sea un sarcasmo llamarlas así, estuvieron a punto de causar un estrago económico por la crisis de conciencia de la Ministra de Defensa, que tuvo que recoger velas y rectificar su negativa a cumplir un contrato que los saudíes habían ya abonado.

Naturalmente no presentó su dimisión y siguió con el pesebrismo. La disciplina se impuso y la fontanera prodigiosa Susana pudo respirar y tranquilizar a los trabajadores de Navantia.

Los chicos de Podemos se rasgaron las vestiduras no por que sean pacifistas, que son partisanos, por su odio visceral a Arabia Saudí. Si hubieran sido para Venezuela o Nicaragua hubieran aplaudido. Lo que vale para tanquetas y material antidisturbios que sirven para reprimir las manifestaciones. El servicio de apoyo a la tiranía les parece de perlas para siguiendo a Chomsky incendiar el mundo con revoluciones de los siglos XIX y XX.

La industria armamentista es un verdadero cáncer que padecemos los pacifistas y que para clausurarlas sería necesario una economía de paz, en que se reconvirtieran en usos de paz‎, en vez de bombas por ejemplo lavadoras, pero es necesario que sean rentables y permitan conservar o incluso fomentar el empleo. Esto es válido también para los cultivos sustitutivos de la droga,que no deben arruinar a los campesinos.

Cuando Barry Goldwater propuso cerrar las industrias armamentistas de Estados Unidos en su campaña contra Nixon hubo gigantescas manifestaciones de los trabajadores de Las bombas de la discordiaestas fábricas y su derrota fue rotunda.

Es una asignatura pendiente hacia una economía de paz, reorientar la economía hacia consumos públicos y privados. Todo lo que se haga en este campo es poco y la ministra tenía razón, pero la pierde al no tener nada que ofrecer a esos astilleros, salvo mandar al paro y sumir en la pobreza a miles de trabajadores.

A la política los políticos tienen que llegar "enseñaos" y no ser simples aficionados incompetentes o majorettes de relumbrón, para corear las alabanzas.

Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
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