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A guerra de Ifni (19)

martes, 18 de septiembre de 2018
El Fassi
-Palabras necias..., ¡ya sabe! Pero, a lo que íbamos: ¿No querrían que les mirásemos la boca a les vaques de Trubia para ver si estaban de canteiros? Recuerde que en las montañas de Asturias se fueron con Alá, lo menos, lo menos, cuatro de cada diez de los nuestros, de los de por acá. Tantos, y tan juntos, que entonces, aquí Arriba, en este paraíso de los luceros, se agotaron las huríes, ¡absolutamente todas! Y menos mal que en este clima, en este Edén celestial, se crían en seguida, ¡como los hongos en la humedad de su Galicia!

Mientras, en aquellos tiempos, los suyos, ¿qué? Los suyos, por entonces, que lo sé bien sabido, andaban de baranda, por las verdes cumbres, haciendo que lindaven les vaques, pero lo que hacían, de hecho, era ligar las vaqueiras..., en aquellos Pajares del heno! Por algo dicen en las Asturies eso de, primos hermanos...; ¡refiriéndose a los gallegos, naturalmente!

Zamalloa, teimudo:
-Mi viejo, retornemos al Treinta y nueve. Por aquel entonces, vencido, captivo y desarmado, el ejército rojo, con el oro y con la plata en Moscova, y con los recibos de la misma en la faldriquera del Canario, aquel primo vuestro, aquel Negrín, nos vimos negros para sostener los Protectorados; ¡y más aún para mantener los sargentos moros, que había un millar de ellos en las nóminas de España! ¡Un millar, que se dice pronto!

El Fassi
-¿Dijo, Protectorados; en plural? No recuerdo que le llamasen así al de Ifni, sino, y con toda fachenda, ¡Territorio de Soberanía! Por eso, precisamente por eso, para chafarles la soberanía, he promovido, yo, yo mismo, en el repetido Cincuenta y siete, aquel Ejército de Liberación..., ¡para liberarlos de sus responsabilidades..., históricas!

Zamalloa, que está que brama, incontinente:
-¿Cómo te atreves, osado...?

El Fassi
-¡Si, señor, que incluso en la semántica hemos copiado de ustedes! ¿O no es cierto que le llamaron Guerra de Liberación a la suya, a la incivil? ¡Estos de ahora son más pícaros que el Lazarillo de Tormes, y eso que le tienen de prototipo!

Historia
-¡Aténganse a los hechos, particularmente usted, Si Al-lal! Y no me venga con operaciones de divergencia, que si eso es admisible, a veces, o por lo menos disculpable, en un estratega, aquí, en un Profesor, como es su caso, no debiera serlo; ¡nunca! La dialéctica tortuosa o torticera no es rentable por ante mí, ¡por ante la Historia!

El Fassi
-¡Señoría, excusez moi, que también he sido un estratega, aunque auxiliado por el Capitán de las S.S., Herr Hans. ¿Le parece poca estrategia aquello de planificar el 23-N sin que ningún español lo descubriese, con la listeza de que presumen, y con lo bien que pagaban a sus espías? La dicotomía es esta: O el Servicio Secreto de España, aquel Servicio de Información inventado precisamente por el Almirante Carrero Blanco, veraneaba, en Noviembre del Cincuenta y siete, por ejemplo, en la Côte d'Azur, ¡mientras había moros en la suya!, o..., ¡o es que he sido más listo que un Sultán!

Zamalloa
-Lo que es a Sultán no llegaste, pero no por falta de ganas...! Lo siento por Su Majestad, por tu Mohamed V, que bien jugado anduvo contigo, que las jugabas todas, y todas a un tiempo: al populismo comunista, y también a la lealtad alauita. ¡Viejo rifeño, camaleón del Atlas! Por algo en mi tierra, en mi Galicia, de siempre se les llamó rifeños a los malos vecinos, a los túzaros!

El Fassi, desaforado:
-¡Pero qué injuria...! ¡Señoría, protesto; y va por la enésima...!

Historia
-¡Tiene razón; toda! Así que, nueva amonestación para los españoles. ¡Y que conste en Acta! ¿No escarmentáis? ¡Os sobra baraka, y os falta prudencia! Siquiera ya os lo decían aquellos rifeños de los tiempos del Teniente Ramón Franco, aquello de, ¡Españoles no saber manera: siempre de moras, y entremientres, el moro apuntándoles con fusila...! ¡No, no es eso; no es así!

Zamalloa, recordando, evocativo:
-Después de nuestra guerra se generalizó, se multiplicó, el esfuerzo español en esta África norteña, de siempre estéril e ingrata... ¿Cabe algo más fraterno, pongo por caso, que la Sociedad Anónima Hispano-Africana de Reconocimiento del Atlántico, también conocida por SAHARA, que para mejor reconocer su función atlántica incluso tenía una lancha de remos, eso que llaman un cárabo?

El Fassi
-¡Señoría! Les ruego a los taquígrafos que pongan su mejor atención para que nada se les escape, pues tengo el presentimiento de que estamos a punto de entrar en una auditoria de las grandes empresas, españolas por supuesto. ¡Ya verá, Señoría, ya verá qué gestas aparecen por estos contornos, entre otras, aquellas de, Gracias, Manolo, que se las daban a Arburúa por sus licencias de importación…, graciables!

Zamalloa
-Marraste, Professeur, que la cosa no va de xestas sino de toxos, de tojos arnais! Quería referirme a las grandes empresas de Ifni, tal que Barber Hermanos, que es precisamente un apellido de origen Bérber, barbero; luego estaban Elejabeitia, Raimundo Vázquez, ¡gallego por cierto!, Explotaciones Agropecuarias Africanas...; y tantas otras, que sin ellas, la Capital , Sidi Ifni, seguiría siendo un simple morabito, el de aquel Sidi, malamente entornado por los diez chamizos de su Amezdog. La iniciativa privada, la nuestra, la española, nos secundó positivamente en aquel esfuerzo territorial, ¡que lo cortés no quita lo valiente!

El Fassi, mordaz:
-En el concepto secundar estoy de acuerdo, que no tengo dudas de que esta cosa va de segundones; ¡y tanto que sí! Después está que, en buenas matemáticas, segundo de segundo, cuarto es; ¡menos que tercero! ¿Lo entiende, mon Martiño, mi santo de la capa compartida?

Zamalloa
-¿Me cambiaste el nombre? ¡Pues lo tengo bien sonoro: Para los íntimos, don Mariano; y para los moros, como aquel que cerraba España..., Iago!

El Fassi
-¡Hay que ver cómo son estos guerreros! Marte, para tus antepasados, para los gallaécicos, era el dios de la guerra, hijo de Júpiter y de Juno. ¿Lo sabías? Está visto: desde que nos fuimos, nosotros, de nuestro Toledo, eso de las Spanias..., ¡salvado es, que no harina!

Zamalloa
-Déjate de andrómenas, y vayamos al fondo de la litis: Hablando de las ganancias que os dimos en aquellos años de tanta penuria, ¡mundial!, tendré que recordarte, por ejemplo, como aquellos camelleros, ¡los de tus camellos, ya me entiendes!, recibieron importantes cuotas, o vales, con los que retiraban de nuestros almacenes aquellos bidones de ciento ochenta y ocho kilos, de aceite de oliva, ¡refinado!, que los arrojaban por aquellas laderas fronterizas con la Zona francesa. ¡Estraperlo de Estado, que os fue transferido, mientras los españoles de aquellos tiempos cocinábamos con manteca de jalufo! ¿Qué hacías tú, a tal momento, para no enterarte de eso? Ya lo sé: Ifni te caía de costas, de lado, pues estabas mirando a la Meca..., ¡a verlas venir!

El Fassi
-En cuanto al jalufo, bien sabe aquí Su Excelencia que no les servía para engrasar en el Magreb aquellos ejes de su espionaje, del francófono, ¡que en vez de espiarnos a nosotros espiaban a sus socios! Y no me haga entrar en aquellos secretos de Estado, algunos de ellos compartidos conmigo, aquellas putadas que les hicimos; mejor dicho, que les hicieron ustedes a sus amigos los franceses. Si, Vds., a los franceses, a sus propios socios en la colonización afra. ¿Lo quiere entender? ¡Sí que lo entiende, sí; tanto usted como sus sucesores en España, que bien se lo recordó Francia acogiendo con el mismo amor a vuestros etarras, y eso durante lustros!

Zamalloa
-Ahora que me lo recuerdas, hablando de la Francia de tus amores: En la de Vichy no se ocuparon, ni poco ni mucho, de tu zona, ¡precisamente de la francesa! Aquella fue la gran ocasión de España, que se pudo hacer con el dominio de todos los Magrebs, pero Franco, un caballero sin tacha, fue neutral, que incluso desairó aquella oferta del propio Hitler...! ¿Lo recuerdas, sabio historiador?

El Fassi
-¿Lo fue? Pero, ¿con qué herramientas iban a ocuparse de la vecina, pero no pacífica, Zona Francesa? ¿Con cuatro máussers, viejos, añascados; y luego aquel asunto tan feo de su ocupación de un Tánger internacional e internacionalizado...! Tan ingenuos fueron, que incluso se hicieron ilusiones de que Hitler les consentiría anexionarse el Marruecos Francés, entero, con sus linderos, con su limes. ¡Media África; y de paso, Gibraltar! Aquello era para que comulgasen con la Roca, ¡ya que solían hacerlo con las piedras de sus molinos manchegos! ¡Pobrecillos, si hasta lo sabe aquí doña Historia, esta reina de los arcanos, que llegasteis tarde a Hendaya porque ninguna de vuestras locomotoras cogía presión, y eso que engancharon tres o cuatro, simultáneas! Mucho se cabreó entonces, aguardando a pie firme, en aquel andén húmedo, que lo midió cien veces aquel bigote de mico, el tal Hitler…

Zamalloa
-Esa versión no resiste un análisis histórico... Si llegamos tarde a Hendaya fue por..., por cálculo gallego, para demostrarle al Fhürer que la gente importante se hace esperar, pues si él era un fhürer de esa Alemania de los alemanes, nuestro Carlos V, aquel que fue a Coruña a buscar la pasta para su propia coronación, ya lo era antes, ¡hace más de cuatro siglos!

El Fassi
-Tan importante, tan ridículo fue aquello, que en el famoso tren fuisteis haciendo la comanda del Zoco para ver que les podíais hurtar, sisar, escamotear, a los alemanes: ¡Quilitos de esto, litros de aquello...! Pero la logística de la Alemania nazi tenía que llenar las neveras del invierno ruso. ¿Sabes que os contestaron? ¡Qué vais a saber si por entonces aún no fueran los obreros gallegos aprender su alemán, que eso fue...; ya lo tengo, en la emigración de los Sesenta/setenta! Me lo contó el propio Hans, exactamente en Noviembre del 57...

¡Lo lógico, dadas las circunstancias! Según nuestros Económetras, -os dijo Ribbentrop, en persona-, no es que os falte harina sino que toda España, una, grande, y libre..., ¡está vacía! ¡Es salvado, cáscara de molienda, ruina absoluta! Y sobre eso, como abono infecto, un millón de muertos...

Aturdido, Serrano Suñer le respondió al tun-tun: -Ja, mein Herr. ¡Que no, no señor, que sólo fue medio millón, que los otros son desaparecidos; o desaparecidos o expatriados!

Ribbentrop, que se tronchaba a reír, no aguantó más parvadas, y le gritó a la oreja: ¡Un millón de muertos..., de hambre, entre preagónicos y tuberculosos, Herr Cuñadísimo!

En aquella situación, con las deudas pendientes, les enviasteis una división de mendigos, encapuchados con aquellas mantas de campaña sobrantes de las guerras de África; borra de algodón que olía a ratas y a vomiteras, para ser exactos! Y menos mal que también os dijo el alemán que les darían rusas a los sorchis, ¡en cantidad! Rusas, por si lo ignoras, son, eran, aquellas zamarras con pasadores de madera en lugar de botones, ¡casacas de cosacos! Pero como del alemán sólo sabéis decir, ja, mein Herr!, que lo usáis, en vuestra ignorancia, incluso para negar, para rehusar, pues eso le contestaron los tuyos, ¡y con eso os tomó la palabra!

Zamalloa
-No, que no es correcto, que yo estuve por allá, entonces, con la Azul, ¡y no precisamente robando iconos...! Si no contuviésemos en aquella ocasión a Stalin, aquel Yugachvili de la tierra arrasada, aquel Hijo de la Gran Matriusca, se hubiese papado media cristiandad; y de sobremesa engulliría al Islam, todo, entero, mezquitas y medersas incluidas. Aquellas heroicidades, las nuestras, aquellas de los campos de Checow, sólo pueden compararse con las de Carlos Martel, aquel Señor de los Poitiers; ¿entiendes?

El Fassi
-No, no fue ético que colaboraseis con Hitler, un criminal, un loco, un avasallador de pueblos... ¡Impropio de la prudencia galaica!

Zamalloa
-¡Mon Professeur, tu enseñarás lo que quieras, pero lo que es Ética, nada, cero! Acuérdate de como atacasteis en Ifni, donde había una población civil, mayormente canarios y gallegos. Canarios de pura cepa, guanches puros, y gallegos auténticos, de los del nabo de Lugo. ¡Los mejores! Y para más inri, de noche, ¡sin declaración de guerra! En la División Azul sí que dimos la cara, la cara y también el culo, que bien que reptamos por aquella nieve, tan blanca y tan limpia que por donde pasábamos sólo quedaba un reguero con los colores de nuestra bandera...

El Fassi
-¡Gráfico, si señor; mucho, que por fin concordamos en algo! Bien sé lo de aquel rastro: Dos franjas de sangre, con algo de morapio, de aquel de Valdavia... En canto al walda, al amarillo..., también lo tengo: procedía de la bilis española, de vuestra impotencia frente a las astucias y al tesón de aquel hombre de acero, el Yugachvili; para el vulgo, Stalin.

Zamalloa
-¡Tu sí que estás bilioso, pero a fuerza de ayunos...! Volveremos al tema cuando se ventilen las responsabilidades de tu Mohamed V, pero ahora tornemos a Ifni, que estas maniobras de dispersión por las estepas rusas son un truco dialéctico, uno de los muchos de este inefable Si Allal. Según te iba diciendo, cuál no sería nuestro dispendio, en Ifni, que, por ejemplo, estando los míos con las Regiones Devastadas, ya les hicimos, a los tuyos, en Sidi Ifni, aquellas aceras; entre otras, las que circundaban las casas del traidor Boaida, ¡tu futuro y flamante Gobernador de Tarfaya!

Roma nunca pagó a los traidores, pero, ¿España? ¡España incluso les dio anticipos! Si fueseis bien nacidos, que de bien nacidos es ser agradecidos, de vuestros colonizadores tendríais que decir, con Camöens, ¡Alta geraçâo, ínclitos infantes! Añadiendo, por comparación: ¡Oh ínclito Caudillo, franco y gallego a la vez, qué pupilos tan felones estos que amamantaste con tu flus, con el dinero español!

Después de un aliento, prosigue, con los ojos en alto, visiblemente emocionado:
-¡Oh, Ifni, mi provincia malograda, cuantos siglos de esterilidad magrebí fecundados en treinta y cinco años de presencia española, quince campañas, coloniales incluidas!

El Fassi
-¡Alto ahí, mon Général, que con esa fogosidad oratoria, se le escapan las verdades! Mas, para mí, lo debí dejar aupado en sus grandilocuencias, mi señor Don Mariano, Ex-Gobernador General de ¿su? África Occidental. Pero le voy a rebajar los humos: ¿Se acuerda de cómo se quedaron de fláccidos aquellos miembros de su..., de su séquito? ¡Más que con los huevos de aquella tortilla que los franquistas le ofrecieron al Dictador, a Primo de Rivera, en cierta ocasión...! ¡Veinte mil miembros fláccidos, veinte mil sobres de su Pagaduría, que se dice pronto! Acuérdese de aquel Plus...; si, aquello del ciento cincuenta por ciento en carácter de Plus de Residencia...; ¡de Residencia principesca!

Zamalloa
-España pudo, pudo y quiso, premiar nuestra dedicación, la de los Mandos Territoriales, que por algo estuvimos allí destinados, a las duras y a las maduras, escogidos por la Presidencia del Gobierno, ¡la flor y la nata de nuestra hidalguía!

El Fassi, con sorna:
-¿Gallegos, gallegos incluidos? ¡Estos llegan a las antípodas, que vaya proliferación...!

Zamalloa
-¿Y quién, si no; donde es que los hay mejores? Las avanzadas civilizadoras, siempre y de siempre, se hicieron con gallegos..., ¡desde Augusto, pasando por el Adelantado Fernández de Lugo!

El Fassi, que se troncha de risa:
-¡Veinte, veinte mil sobres, veinte mil bolsas vacías..., sin contar los escrotos! ¡Eso es mucha flaccidez, como para que usted venga presumiendo de su nabo, del de Lugo! ¡Muchos cestos y pocos huevos!

Zamalloa
-¡Eh, escuche, óigame un momentito, que España nunca colonizó por el huevo, que siempre lo hizo por el fuero! ¿Se entera, mon Professeur?

El Fassi
-¡Ah, mon Général, eso no, que España impuso sus fueros, de siempre y siempre, mayormente en las Colonias, a puro güevo! Desde Colón, aquel experto en ponerlos de pie, aquel que discurrió que la tierra era redonda, pero le salió ovalada, que entre su Fisterre y el Cipango lo que había era un promontorio ovoide, el de las otras Indias! ¡Oh, là, là, mi Zamalloa, cuanta tortilla podríamos hacer con aquellos huevos a poco que le diésemos al percutor de nuestras fusilas, pero nos pasamos de prudentes, con la prudencia de Alá, que no permite guerras ofensivas!
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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