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A guerra de Ifni (17)

martes, 04 de septiembre de 2018
El Fassi
-En este caso... ¡A lo que íbamos! Para ese tal Marcelino, España, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil...; ¡ni soldado! Pues bien, a fuer de justo, quiero reconocer, por ante la Historia, que tampoco fue así, que en Ifni, de todo esto, además de cantidad, enviaron calidad, ¡pero...! El pero estriba en eso tan repetido de que, ¡Dios, qué buen vasallo se hobiese buen señor! En Ifni les falló el mando, o, por mejor decir, el telemando, pues Madrid quedaba lejos...! ¡Más que lejos, alto! Madrid, desde que nos fuimos nosotros... ¡Hay quien dice que nos echaron de nuestro Magerit, pero no es cosa de entretenernos en quisicosas! Desde que les llegó el tabaco americano se dieron en ahumar..., ¡así que el humo no les deja ver el fuego, por inminente que lo tengan!

Aquí habría que preguntarse, o más bien preguntarles a los madrileños, ¿que influyó más en su africanismo, el testamento de aquella Isabel, la de la camisa sucia, aquella de Santa Fe, aquella Reina que hizo la promesa de no cambiar de camisa, ¡hasta tomar Granada!..., o la nostalgia de la plata y del oro rapiñados en América? ¡Parvos, pues la poca plata que nos quedase en el Magreb ya la teníamos puesta en obra, por obra y gracia de los maharreros; lo que es igual a decir, vendida bajo la fórmula de souvenirs! ¡Tomasteis por plata el peltre de nuestras teteras!

Otra cita que se puede encajar aquí al respecto es aquella interrogante que se formulaba Cambó en el Congreso de los Diputados, aquello de, ¿Qué empresa es la de Marruecos si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?

También tengo que darle otra lección, precisamente en su condición de gallego, y además no la pondré en la minuta de mis asesoramientos puesto que se la doy a posteriori: Pase que a Capaz no se le ocurriese, por muy capaz que fuese, pero una vez entronado don Francisco, si realmente profesase de gallego, lo primero que tenía que haber hecho, con el mismo dedo que luego utilizó para rebautizar de Provincia un Territorio que, de facto, ya estaba extenuado, reducido a su propia capitalidad, y máxime coincidiendo, a principios de los Cuarenta, con las horas bajas de Francia, en lugar de la quijotesca, y aún ridícula, ocupación de Tánger, lo urgente en aquel momento era oficializar el topónimo de Santa Cruz de la Mar Pequeña.

Si, ya sé que no lo era, que la Mar Pequeña estaba, está, en Agadir, pero, de puestos a transmutar, ¿cómo se le ocurre seguir con lo de “Ifni”, manteniendo una toponimia marroquí, y precisamente la del Santón, la del Sidi allí soterrado?

Repito: Si realmente fuese galaico, o se comportase como tal, lo primero que tenía que ocurrírsele era posesionarse, registrar la leira por su nombre prístino, e incorporarla así a sus mapas. En aquella época lo de calificarla como provincia sí que sería admisible, incluso internacionalmente. Acto seguido, así fuese con carretillas, poner a los cristianos y a los moros a transportar tierra para levantar un mínimo de espolón, y asentar pescadores, ¡la pesquera recuperada!, fuesen gallegos o canarios.

Mejor lo hizo su paisano, el también General, el también laureado, don Helí Rolando de Tella y Canto, que se hizo en Lugo, para él y su familia, un soberbio pazo utilizando los presos y las tropas de su propia guarnición. ¡Aquel sí que era gallego!

Lo dicho, que en lugar de caudillo, lo que tuvisteis fue un matarife, ¡un matarife de bayoneta calada, que no callada!

En definitiva, que sólo un pueblo de perdedores, el godo, es capaz de tropezar en la misma piedra, no dos veces sino tres. Veamos y recordemos:

Primero, y a pretexto de una lucha fratricida, recién estrenado el siglo VIII, una de vuestras facciones pidió ayuda a unos vecinos avarientos de mejorar sus tierras, que se encontraban en furiosa expansión demográfica, y por tanto, geográfica, con la fe expansiva, con el gas que les proporcionaba un credo reciente, efervescente, proselitista.

Segundo, que tardasteis siglos en reaccionar, en percataros de que en vuestra península habían arraigado los verdaderos spanois puesto que Spania, o Sbania, llamaron a las tierras ocupadas, que no a las otras, a las del Norte. Y entonces, los vuestros, en lugar de llamarle “Recuperación” a vuestras gestas, os montasteis el término vacuo, impreciso, de “Reconquista”, tal y como si se tratase de reconquistar algo que previamente hubiese sido conquistado por vosotros.

Pero no paró ahí la cosa, pues, en el 36, metidos los godos en otras discusiones fratricidas, a sus fagines no se les ocurrió mejor plan que el de llevar de nuevo a Covadonga, situándolos como carne de cañón ante los dinamiteros de las minas, galaicos en su totalidad, precisamente a los de allí expulsados por sus abuelos. ¡La del 36 esa sí que fue una reconquista, y para más inri vuestro, auspiciada, pagada, estimulada!

De Covadonga al Pardo, como guardia de confianza, de corps que se dice; ¡y para colmo, vestidos de gala! ¡Está visto que vuestra especialidad son los caballos de Troya, pero a la inversa!

Historia, ante el alboroto de los españoles, sublevados con aquellos recordatorios de Si Allal:
-¡Orden en la Sala; que haya orden! No consiento estas leyendas negras, que España no las da blanqueado..., ¡ni con todo el jabón del Quinto Centenario, del que tanto presumieron! No me hagan recordarles aquel dicho, tan popular en el Magreb, de que: ¡Inglaterra paga y pega; Francia pega pero no paga; y España, que no pega, pero tampoco paga! ¡Prosigan, s'il vous plaît!

Zamalloa, que pide la palabra:
-Mi honorable Matrona, que usted también sabe francés...; ¡demasié, para ser neutral! Le pido imparcialidad histórica, pues, si yo hablo en gallego, entonces, cuando me cambie el viento... ¡Ah, entonces...; entonces voy jurar en gabacho, y con eso ya se verá lo dulce que es Francia! En cuanto a lo de que Inglaterra pagaba..., ¡serán necios! Inglaterra siempre hizo el papel de ayudarle a Marruecos porque así desbloqueaba la presión de España con respecto a nuestro Peñasco!

Historia
-Señorías, no ha lugar para más protestas, pues para reviravientos llegó con la Volubilis de los romanos, que por algo le pusieron así a su colonia africana: ¡la enroscada, la voluble! ¡Tan enroscada y tan voluble, que sólo les duró dos años! ¿Como pretendían los europeos, fuesen ingleses, galos o spanois, convertir África en un criadero permanente de esclavos? ¡Esto es una cuestión climática, queridos amigos! Pero centrándonos en esta litis, tengan presente que ante la Historia son válidos todos los idiomas; ¡faltaría menos!

Prosiga, don Mariano, aunque lo haga a su modo, a estilo galaico; quiere decirse, en sánscrito!

Zamalloa
-¡Esto es hablar, si Señoría! Pues bien, volviendo al cuento...; ¡al cuento de los agarenos, grandes especialistas en eso, émulos de su Scheherazade! En nuestro Territorio, en aquel enclave que nos fue asignado en resarcimiento de aquellas Pesquerías de Santa Cruz de la Mar Pequeña, entonces, en el Treinta y cuatro, fuimos tan cordialmente recibidos que incluso nos invitó, espléndidamente, ¡a los nisara!, aquel chivani tan mujeriego, Sidi Ben Taki, después de depositar nuestra corona de laurus nobilis mismo al pie del morabito de Ifni, con agua mizziana, y con cuzcuz, sit, manteca, miel, mechoui, djajs, albaida, harira, kebabs, tajine, pan y sukar para el atai... ¡De todo y de lo mejor de cuanto tenían, que ni que estuviésemos en uno de sus ammougars celebrando la fiesta del Aïd al Kebir, la Pascua de Abraham! ¡Ah, que se me olvidaba: De postres, una sesión de haidus!

El Fassi, todo airado, da un puñetazo en la mesa:
-¡Protesto, Señoría! ¡Inevitable...! Aquella corona del Treinta y cuatro fue de espinas, que se la quitaron a un Cristo viejo de los rumies, ¡precisamente al que tenían en Cabo Juby! Como pueden deducir los Jurados de esta evidencia, clarísima e irrefutable, los españoles fueron a Ifni con intención misional...; ¡que se lo digo yo! Fue un abuso de autoridad; ¡de autoridad dominical! No sé si de índole sueva o goda, pero lo que es abuso, si, ¡en cualquiera de los casos! Donde no hubo abuso, ¡que la excepción confirma la regla!, fue por parte del también gallego, ¡vaya invasión de gallegos en su siglo, en el XX!, Monseñor Dorrego Aldegunde, arzobispo de Tanger, con el que llegué a entenderme cordialmente, pues aquel, además de suave, era suevo, por parte de madre. ¡Aquel sí, que predicaba con su propio apellido!

Zamalloa, persignándose:
-También protesto, Señora mía, porque Ifni fue, ¡lo es ante la Historia!, un Territorio de Soberanía. ¡Lo que es dominio, nunca, puesto que nunca llegamos a dominarlo! Este hombre me lía, me desconcierta; ¡es más fanático que el propio Al Mansur, aquel que nos robó las campanas de Santiago!

Historia
-¡Se aceptan esas protestas, las dos! Prosiga, mi General, pero hágalo en términos jurídicos apropiados, sin predicar, que usted no es un francisco, como era el caso de Monseñor Aldegunde, por más que ponga esa cara tan..., ¡seráfica!

Zamalloa
-¡Señoría, yo, allá abajo, prediqué con el ejemplo! Y si no me cree, repare en mis heridas de la guerra de España. Entonces, en las retaguardias de nuestro Movimiento, había inmóviles, había muertos, de cuando en vez, pero lo que es heridos...! ¿Heridos, en nuestra retaguardia...? ¡Nunca, que los tales seguían, y seguían..., hasta dejar de serlo! Pero, a lo que iba: Después de aquella oración en el morabito de Sidi Ifni, común y conjuntamente con los musulmanes por supuesto, aquel Notable fornicador, el Ben Taky, llevó a su aduar, a su Amezdog... (Se interrumpe, reflexivo...) ¿Dije lugar, o aduar? ¡Pues no, de eso nada: un simple lugarcito! Todo Sidi Ifni eran diez cabañas, de adobe para más referencia..., hasta que les llegó la talega española! ¡Como sería de pobre aquel páramo que ni fondouk tenía! De taberna..., ¡u´alo majanduchi! Encima de eso, siempre estuvieron quejosos, ¡aunque lo disimulasen! Siempre, ininterrumpidamente, los treinta y cinco años de nuestra pro..., protec...; ¡prodigalidad, coño!

Fuera de lo que dije que nos ofrecieron, fuera de aquel ágape, con la despensa abierta..., ¡nada, que nada más tenían, salvo piojos! Entonces, ¿eran, o no, una población seiba, sin orden ni concierto, sin soberano ni soberanía? ¡No hace falta ser historiador para reconocerlo así!

¿Estamos en lo que estamos, o reinventamos la Historia? Aquel Territorio, aquel predesierto, nunca fue feudatario de Marraquech; por ende, tampoco lo fue de su derivado, o sea, del Marruecos actual. Tengan presente que la vecina Tiznit, ciudad próxima a nuestra frontera, no fue fundada hasta el año 1882, siendo esto otra evidencia de lo libre e insumiso que fue, que siempre fue, el circundo de nuestro Ifni. Los poblados beréberes (Chleuh, Cheljas) de aquellos contornos fueron ocupados por primera vez durante la..., ¿pacificación?, francesa de los años Treinta. Entonces..., ¡balak! ¡Y cuidado con lo que se dice, que podemos salirnos de la Historia! ¿Para qué reivindicar, mi ingenua España, aquellas pesquerías de Santa Cruz de Mar Pequeña en el Tratado de Tetuán de 1860 cuando, de hecho, aún no había moros en la costa ifneña, que ni su Tiznit fundaran? Pero ahora, a estas alturas de la Historia, no voy a ser yo la vox clamantis in deserto!

El Fassi, impasible ante aquellas evidencias que estaba aportando su contrincante.
-Señor, no sea ignorante, que aquellos honores de su desembarco, ¡un desembarco auxiliado por los nativos!, fueron reales; séase, propios de la gentileza y de la realeza de mi gente! Sólo se conceden en señal de bienvenida, lo que no implica acatamiento, vasallaje, o sometimiento. A mayores, después de aquellas honras, digamos que, diplomáticas, supongo que fumarían la pipa de la paz, que en mi imperial Marruecos siempre fue de kif; de kief; quiere decirse, de cannabis índica, cáñamo indio; o sea, hachis acondicionado...! Repare, Señoría, y también el Jurado, que este hidalgo, este spaniol, gallego por más datos, ¡un Gómez, de los Gomá suevos!, es tan soberbio, o más, que el propio Duque de Alba; ¡un Terciario, como aquellos de Flandes!

Zamalloa
-¡Está bien; vale! Llegué a suponer que ibas a decir Terciario Franciscano, y eso sí que no, que yo soy modesto...; ¡modesto, pero aguerrido! No soy de esos que ponen las mejillas por cobardía, y después dicen que fue por caridad, por amor! ¡A dónde íbamos? ¡Ah, sí: nos disponíamos a hundir la peseta, la pisita, como decían aquellos ifneños! Se trataba de hundir las monedas sobrantes de aquellas rifadas del Rif, de la década anterior!

El Fassi
-¡A ocupar Ifni, mon General; con tropas de ocupación! Le ruego que use términos precisos, apropiados, históricos..., ¡para no salirnos de madre!

Zamalloa
-¡Querido Professeur, con estas interrupciones nunca llegaremos a la Meca! Acuérdate de tres cosas: De aquellos rifeños, paisanos tuyos, que se pusieron a rifar en el camino de la Meca; ¡uno de ellos aún estará entretenido con los canes! Yo iba, de momento, al Amezdog, que fue el aduar, el núcleo, el origen, como vengo diciendo, de nuestra esplendorosa capital en aquella provincia, que hizo el número cincuenta y uno, todas ellas imperiales, pues por el Imperio estábamos yendo cara a Dios, que así nos lo enseñó aquel hijo del Gran Primo, quiero decir, Primo de Rivera!

El Fassi
-¡Lo que va usted es para chivani, (13) mon General! Deduzco que ya no rige pues me amenazó con tres cosas, ¡y sólo se acuerda de una!

Zamalloa
-¡Ya que insistes, y me provocas, tendré que avergonzarte, aquí mismo, delante de la Historia! ¿No es absolutamente cierto que aquellos de tus alumnos que sabían una pisca, aquellos que chapurreaban un español de infinitivos, se presentaban en nuestra Zona, en la Mejaznía de Tetuán, y haciéndose pasar por norteños, se apuntaban, todos, para ir de bóbiles - bóbiles en aquellas peregrinaciones de la Meca, en aquellos barcos fletados por nosotros, por la Alta Comisaría? ¡Ah, tunantes, hijos de...! ¡Hijos de Tarik y de Mussa; y de Munuza..., que vaya trío!

Se detiene en su argumentación porque El Fassi deniega con la cabeza, evasivamente:

-¿Qué no? ¡En ese caso te voy a refrescar la memoria! En plena guerra de España, concretamente el Diez de noviembre del treinta y ocho, el Cuartel General de Burgos dio a la Prensa esta noticia tan..., ¡fraterna!

Amistad hispano-musulmana.- El Generalísimo Franco ha dado una nueva prueba del afecto y de la solicitud con que cuida todo lo que a los musulmanes se refiere.- El Alto Comisario en Marruecos, Coronel Beigbeder, que conoce el sentimiento del Caudillo y que desea que los peregrinos musulmanes de Marruecos conserven de este viaje el más grato recuerdo, adoptó las disposiciones pertinentes. El barco puesto por el Caudillo a disposición de los peregrinos es el magnífico trasatlántico Marqués de Comillas. Entre los musulmanes marroquíes ha habido grandes manifestaciones de agradecimiento fervoroso por esta nueva prueba de cariño que el Caudillo de España les ofrece y porque durante la terrible guerra recuerda a sus fieles amigos, cuyo amor por España es inapreciable y eterno.

¿Qué me dices, hermano? ¡Nosotros, en una España rota, hambrienta, con el oro en Moscú, robado por los comunistas, y vosotros, simultáneamente, eructando en el Marqués de Comillas! Ya lo dice la misma palabra: ¡para comer, Comillas! ¡Fue el colmo de nuestra protección, lo nunca visto en un Protectorado!

El Fassi, con aspecto aburrido, desinteresado en aquel giro que iba tomando la polémica:
-¡Necedades! ¡Vaya argumento...! Aquello, además de un farol españolero, de póker, fue un intento de pagarnos las deudas del 36, la sangre vertida en las Asturies a pretexto de unas demagogias imperialistas y desfasadas. ¡Muy político, si señor; y galaico, también! ¡Ridículo, en definitiva; en grado sumo! ¡Apelo a la Historia! Madame, ¿es, o no es cierto, que en 1936, sin la numerosidad y la efectividad, el miedo que inspiraban aquellas tropas reclutadas en Marruecos, en su mayoría arrancadas a la pobreza, a la esterilidad del Rif, por mucho que le ayudasen Hitler y Mussolini, Franco, ¡ese hombre, que no ese dios!, no hubiese controlado Andalucía, y mucho menos Asturias? ¡Nos debéis cuarenta años de dictadura, que ya es deuda!

Con esto dicho, me voy a tomar el atai con los colonizadores del Aaiún, con los marroquíes allí infiltrados, trasladados, asentados, ¡que se lo tengo merecido!

Zamalloa
-¡Espera un momento, Professeur, que no terminé con mi lección, con tu lección! Sólo entiendes de las cosas de un estómago no siempre agradecido! Hermano, nosotros tenemos cuenta y razón de todo esto, aquí mismo, en estos archivos, en los Rationabus de la Historia. Te recuerdo, de paso, que el Cinco de diciembre del mismo treinta y ocho, Franco, aquel señor de la Baraka, aquel Magnífico, franqueándose de nuevo, agasajó con diez mil carneros a los ídem de tu Marruecos, que así dio pruebas, por enésima vez, de su gran afecto por los musulmanes del Norte, por aquellos rifeños arrepentidos de sus traiciones bloqueras, quiero decir, las de aquellos blocaos que tan ardorosamente defendieron, en este vaivén de la Historia, en Asturias y en otros lugares, la causa de España, ¡una España más que protectora, maternal!

¿Fue una carnerada, no? Pues otro si digo, que de esos diez mil carneros, muchos de ellos se criaron en la verde Galicia, ¡en la mía!, y así los llevó el diablo ya que fueron para que celebraseis la Pascua, la vuestra..., ¡una Pascua de infieles! Todo eso en vísperas de la nuestra, que la pasamos, en consecuencia, a traspaso, con caldo de nabizas, ¡y nabos hubiese, que se precisaban para mantener los mulos de nuestra artillería de montaña!

El Fassi
-¡No teníais...; eso, chorizos; chafarinas o chanfainas?

Zamalloa
-¡Jalufo hubiese! Pero más queda por decir, más, que si venimos a tiempos próximos, ahí te va otra de aquel afecto. ¡Lo diré bajito, a la oreja, para que no se decaten los etarras! ¿No es igualmente cierto que aquellos guatanes de Ifni se acogían a nuestra Tesorería, cobrando como profesores coránicos, en unas medersas improvisadas, y acreditados precisamente por tus diplomas, cando de lo que realmente se trataba era de terroristas huidos de la Zona Francesa y atenidos, acogidos, a nuestro sagrado, al Ifni? ¿Es, o no es; es cierto, es histórico? Como ves, mi viejo, lo que es para viejo vas tú, querido paisa, que ni ves ni oyes..., ¡cuando te conviene! (En un Aparte: ¡Igual, igualito que nuestro Difuntito!)

El Fassi
-Todo eso, hoy, es agua, agua mizziana, al-ma-luz; eso sí, buena para beber; un balde de lluvia..., ¡caída en tiempo pasado!

Zamalloa
-¡No, hombre, que es sarabia, sarabia norteña, para que percibáis que se trata de una tormenta injusta! En cuanto a la generosidad del coronel Capaz te recuerdo que correspondió con largueza a las atenciones del Ben Taki, del Xerrari, del Tahar..., de todos ellos..., abriéndoles, volcándoles, la Caja de los reptiles. ¡Todos los reptiles de su Regimiento!

El Fassi
-¡Cosa más nefanda...! ¿Y usted tiene la cara, el atrevimiento, de decírmelo? ¿Reptiles? ¡Camaleones, que eso sois, que aún bien no bajasteis de los brazos de aquellos remeros, los de los cárabos, en la playa de Ifni, y ya estabais ojeando para las siete mujeres del Ben Taki...! Estoy informado de eso, de eso y de otras picardías españolas, de todos los tiempos. ¡Faltaría menos, con lo leal que fue mi gente, Aït Baamaranís incluidos!

Zamalloa
-¡Parece mentira que presumas de Profesor...! ¡Tu ciencia es bien corta! Debieras saber que el término reptiles es un eufemismo empleado para referirse a las economías de escala, aquellas que se hacían con las sobras de los presupuestos, de la munición de boca, los permisos indefinidos..., ¡para gastos extraoficiales! ¡Simples barullos cuarteleros, pequeñas sisas! Se hacía así para cubrir ciertos compromisos ajenos al gasto oficial debido a que aún no inventaran esos de Hacienda el Capítulo de los Fondos Reservados... ¿Lo entiendes, Professeur? Aquellos reptiles fueron un aperitivo para tus caimanes..., ¡mientras no llegaba la talega de España! ¿Lo capiscas, Magnífico Rector?
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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