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Génova y Vigo

lunes, 20 de agosto de 2018
Los sucesos de Vigo y Génova parecen caprichos del destino y nos recuerdan que no basta con ser prudentes hay que tener suerte. Asistir a un concierto una noche de verano se convierte en drama sin víctimas mortales, pero con cerca de trescientos Génova y Vigoheridos. Estás en el muelle y cede el puente y los asistentes al concierto, al agua patos. Viajas tranquilamente por una autopista, aunque sea una noche temporal y rayos y truenos y cede el viaducto y aplasta a los automovilistas, más de 39 muertos y escenas de tragedia griega para familiares y amigos. Heridos ensangrentados y bomberos y personal sanitario haciendo lo imposible para remediar el desaguisado.

Sin duda serán incontables las anécdotas, como la del futbolista y familia que atravesaron el fatídico viaducto minutos antes del suceso o de aquellos novios que se salvaron del derrumbe en el puerto por un inoportuno dolor de estómago. Jugarretas del destino, como quien se desespera por perder el avión que luego se estrella.

Viendo las impactantes imágenes en televisión uno se estremece ante la cantidad de cemento y de maderas en mal estado que pueden derrumbarse a nuestro paso. Mejor quedarse en casa, aunque esta pueda ceder también. Para los más pios solo queda rezar a su santo favorito, San Antonio o encomendarse al Padre Pio de Pietralcina.

He conocido el miedo del que hablo. En Roma en los años del plomo "gli anni di piombo" escapé de un atentado por medio minuto, la bomba estalló en una sucursal de correos y yo acababa de dejar a una amiga en su casa, que estaba delante de Correos y cuando llegué a la esquina ‎estalló la bomba. En Madrid pase cinco minutos antes del atentado a la Dirección General de la Guardia Civil por delante de este edificio en la madrileña calle de Guzmán el Bueno. Por lo tanto me considero "un miracolato" como dicen en Italia.

Génova y VigoMi buena suerte brilló causada por terroristas. En cambio en Génova y Vigo los culpables son los negligentes gestores, se llamen alcaldes o autoridades portuarias en el caso español y los directores de una autopista y la inspección de la región en Italia. Nadie acepta‎ la responsabilidad y hay un peloteo indigno entre unos y otros y ninguna dimisión. Los latinos que somos tan amigos de la fiesta no damos la talla a la hora del dolor.

Es inquietante el mantenimiento de muchas infraestructuras realizadas en años de vacas gordas, cuando llegan las flacas resultan muy onerosas, un lastre muy pesado para las municipios, Ministerios de Fomento y constructoras‎. No hace falta ser agorero para pronosticar que accidentes de este tipo pueden repetirse si no se revisan a fondo las infraestructuras.

A los ciudadanos nos queda cruzar los dedos y confiar en que haya un escarmiento colectivo‎ se hagan las necesarias revisiones y naturalmente tener suerte y no ser víctima de catástrofes que nos dejan inermes en manos de un caprichoso destino. Lagarto, lagarto.

Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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