En Italia y en España ha habido simultáneamente un vuelco político sin precedentes en las consultas para formar gobierno y en las mociones de

censura. El profesor Conté se convertido en el 69 presidente del Consejo y el Divino Pedro ya prometio, quitando el crucifijo y la biblia, ya que estos nuevos españoles los consideran trastos inservibles y obsoletos.
En Italia se ha producido también un gran cambio, los partidos tradicionales al desván de los recuerdos, apilados en el baúl de la Piquer y los populistas al poder, con sus ínfulas redentoras y sus múltiples promesas.
Lo que diferencia a una democracia de una dictadura, es que todo se hace de acuerdo con los artículos de una Constitución y no por un grupo de ciudadanos iluminados y que defienden sus intereses.
Mi querida amiga Teresa Gentil se interesa por el Divino Pedro y su irresistible escalada al Everest de La Moncloa, por sus reveses y sus vicisitudes, por su arrojo de imponerse contra los barones de su partido y contra viento y marea ponerse al frente del chiringuito España.
Mi colaboradora Maria Massone, tan romana como el Coliseo, se sobresalta con los grillini y los de La Liga aliandose contra natura, escandalizandose y olvidando que Italia ha sido la patria del Aretino y del Bocaccio.
Pero mis amigos lectores fieles a la Virgen de los Ojos Grandes y devotos del señor Santiago, todo se hace tanto en Italia como en España con plena normalidad, sin que se mueva una hoja de parra y muestre las vergüenzas de estos audaces políticos ni las de los aventureros populistas, estos últimos ya tuvieron un antecedente en Cola di Rienzo.
En Barcelona mientras tanto alarde nacionalista con palabras de sedicción y de revuelta, desde el cómodo poder, que propicia la libertad de expresión, en que todos hacen de su capa un sayo. Las dos Tes, de tremebundos, se refocilan en su sueño republicano. Torra y Torrente protagonizan su sainete con lacitos amarillos y tanto de fanfarria e himno patriotero.
Barcelona, Madrid y Roma celebran sus fastos políticos de forma tranquila y ordenada, según las reglas y protocolos pautados. Esto es lo bueno de la democracia, el poder popular dentro de unas reglas pactadas.
La denostada transición, que fue modelo para medio mundo, muestra sus virtudes, permitir el cambio y la irrupción de nuevos protagonistas en la arena, en el albero político. Los adanistas, los que creen que con ellos nació el mundo, demuestran una supina ignorancia que les impulsa a convertir sus países y regiones en puertos de Arrebatacapas, introduciendo la vieja tiranía.
España e Italia, dejemos fuera a los cansinos bufones de Barcelona, tratan de dar nuevos bríos a sus paises, con un aventurero audaz a orillas del Manzanares, humillado porque le han dejado sin Estadio y con dos garibaldinos en las orillas del Tiber, tan salpicado por la sangre de traidores y héroes, tratando de inventar la rueda.
Por todo ello permitanme levantar mi copa de Albariño y apurar mi culin de sidra y brindar por esta bendita democracia madre de nuestras libertades con sus gozos y quebrantos.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com