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Desazón y mesura

lunes, 04 de junio de 2018
Cuando hablo con personas a las que preocupa el devenir del país, observo el desasosiego, la desesperación o frustración que sienten, o sentimos, ante la deriva que toma España. No, no se trata ahora de ideologías, ahora ya en periodo de superación, sino de despropósitos reiterados que van desde la corrupción, la politización de la justicia… hasta la situación catalana, sin que nadie sea capaz de guiar a la sociedad con los valores que se suponen debieran poseer nuestros dirigentes.

Resulta frecuente observar, al leer la prensa cada mañana, como las cosas que antes nos habían dicho eran las normas jurídicas en la que sustentaba la sociedad, como era la Constitución, es menospreciada y ninguneada sin respeto alguno; como la política, teórica actividad de servicio generoso al ciudadano, se ha convertido en coto de caza de prebendas y saqueos por parte de muchos inmorales individuos que la usan sin pudor alguno.

Siempre cabe la honrosa excepción. Como la justicia, que en democracia debiera servir al pueblo, está politizada por la intervención de los grupos políticos; como la economía falsea la realidad de una sociedad que debiera tender al equilibrio social y, sin embargo, sólo favorece los intereses de las clases dominantes, llámense lobist, trust o simplemente empresariado.

Hay abusos tan manifiestos como el precio de la luz, por poner un solo ejemplo, que debiera ser nacionalizada ya. La expropiación, aunque pudiera resultar radical, mientras dependamos tanto del petróleo, no deja alternativa menos drástica. Evidentemente, hay que fomentar las energías alternativas y eliminar el impuesto al sol que sólo sirve,además de recaudador, para disuadir otras opciones.

No es de recibo que las personas mayores estemos siempre con la incertidumbre de no saber qué va a pasar con las pensiones y si se revalorizan o no. Es necesario dar una estabilidad a los mayores para poder vivir con dignidad y sosiego y eso implica una reforma tributaria que conlleve, además de impuestos a los robots, mayor control de las grandes fortunas. Si realmente hubiese voluntad política, las grandes empresas contribuirían al erario público acorde a sus beneficios, como hacemos el resto de ciudadanos, y aquí sabemos que es una labor conjunta con otros países, así como la eliminación de los paraísos fiscales que sólo sirven para el blanqueo de dinero. Sí, sé que son utópicos sueños, pero soñar es lo mejor que tiene el hombre. El pragmatismo real, que es la política, nos lleva por derroteros imprevisibles y hasta posibles catastróficos.

En cuanto al tema catalán que es hoy tan peligroso y ha llegado a extremos de paroxismo, convendría poner los que los propios catalanes llaman un poco de seny. Por ejemplo: la Historia ya está escrita y en nada favorece ahora su
manipulación que no sea el enfrentamiento. La realidad que yo observo desde los años del franquismo es la siguiente:

Cataluña es una región que está magníficamente situada para comunicación con Europa. Goza de gran capacidad económica, con relación a muchos lugares de España,porque posee un gran tejido industrial dado que siempre ha sido trabajadora, emprendedora y modernizadora. Consciente de ello, los sucesivos gobiernos, incluido el Franquismo, han contribuido en esa dinamización siempre arrastrados por la fuerte burguesía. Es, por tanto, como generadora de riqueza, tierra de acogida de otros pueblos de España y ahora hasta de otros países.

Esta simbiosis había contribuido a generar un hermanamiento efectivo y afectivo con el resto del país y la convivencia, siempre respetando las peculiaridades propias como la lengua o las tradiciones, había sido bastante correcta. Sin embargo, los políticos, esos personajes de escasa credibilidad y sagaces donde los haya- desde principios de la democracia poseen partidos propios, sabedores de la importancia que supone en el reparto del presupuesto- se han encargado de radicalizar al personal con un antiespañolismo que antes, quizás, fuese minoritario. Un adoctrinamiento sesgado e interesado, labor constante con la colaboración de asociaciones afines subvencionadas-las cosas con dinero se ven de otra manera- que pudiese querer ocultar corrupciones y, sobre todo, no aportar al Estado central los impuestos que cada ciudadano está obligado a pagar.

En cualquier país todos los ciudadanos están obligados a contribuir a las arcas públicas en la medida de sus ingresos y, siendo Cataluña una de las locomotoras del País, lógicamente le corresponde mayor contribución. Evidentemente, visto del lado de sus políticos, negarse al reparto de la riqueza con comunidades menos desarrolladas, es un arma muy potente para ser república o reino de Taifas. Y que jugaron con trampa no hay más que ver los gastos del ilegal referéndum que no constan en ninguna contabilidad. Y cuando no hay trasparencia ni honestidad, queridos amigos catalanes, tampoco podemos fiarnos. Lo cierto es que en esas estamos.Que la independencia es cuestión de dinero, lo sabe hasta cualquier pringao. Otra cosa es que el país deba evolucionar a un sistema federalista, que no tenga objeto hoy la monarquía, que se respeten realmente las peculiaridades de cada región sin privilegios a unas en detrimento de otras, que la praxis política impida cambalaches como fueros o inversiones fruto de los apoyos a los presupuestos, que se industrialicen zonas de España que carecen de lo más básico, que se fomente el trabajo en vez de la subvención…Algo también conviene que vean los catalanes: que hay otras regiones que necesitan salir de la postración, marginación y el paro.

Evidentemente, las cosas no pueden permanecer eternamente encalladas y la Constitución necesita una vuelta de tuerca para adecuarla a los tiempos actuales. Hace cuarenta años los problemas de la sociedad eran otros y las leyes han de adaptarse a los tiempos y ser respetadas. Desde entonces se ha legislado mucho, pero muchas leyes ni se cumplen ni se obligan a cumplir con lo que su eficacia es muy escasa.

En definitiva, que las cosas requieren cambios, desde la política hasta cada uno de nosotros y lo importante es no echar leña, tratar de aportar nuestro grano de arena, sobreponernos a la desesperación y educar a la gente en el esfuerzo y la generosidad.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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