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Así nos va

viernes, 04 de mayo de 2018
A mí no me gusta lo que está pasando con Cataluña. Ni me gusta, ni me parece justo. Y me temo que la política se imponga a la justicia, porque en este País la cosas se revuelven, se retuercen, se acomodan, se encuentra un matiz…o lo que sea, y aquí, de aquello que se llamaba Constitución, se extrae una sesgada interpretación y puede aparecer que el Statu, en vez de ser un hijo de la primera, sea su padre. Todo es cuestión de que los “dialogantes” políticos se empecinen. Porque no hay personas capaces de argumentar con sensatez y es tal el estado de crispación y de mentiras interesadas que muchas declaraciones pudieran ser dignas de un estudio para una tesis doctoral y así descubrir las sandeces y las falsedades históricas. Algunas demenciales. Y con los locos es muy complicado entenderse. Hablaba de políticos presos y vean si no como ya los políticos presos, por desacato a la Constitución, se han convertido en presos políticos, obra de arte del lenguaje políticamente interesado.

Aquí nadie parece reparar, al menos en eso no repara la prensa, en el daño que tanto iluminado lleva haciendo a Cataluña desde que comenzó el procés. Ni tantos españolistas que, a ritmo de whasap, sólo aportan insultos. La realidad tangible es que miles de empresas que se van,caída significativa del turismo, parálisis de inversión de proyectos, deficitario funcionamiento de la autonomía, enemistad real entre familias, polarización social y catalanofobia en el resto del País.

Si en cualquier otra autonomía, todas ellas menos desarrolladas y más maltratadas, a sus políticos se les hubiese ocurrido pedir la independencia, quizás el gobierno no hubiese puesto reparo alguno dado que más de una resulta deficitaria para el resto. Es pues, cuestión de dinero y de cómo ver las cosas.

Y estas pasan por ver otros factores como pueden ser representación parlamentaria propia, situación geográfica, laboriosidad, capacidad reivindicativa, mayor nivel cultural y económico… y Cataluña, pese a quien pese, posee esas capacidades que sólo el País Vasco y Madrid pueden emular. El resto de España, nuestra querida Galicia incluida, es un país de viejos agricultores o marineros pendientes de cobrar la pensión y sufriendo estoicamente el abandono de la juventud, que ha sido expulsada al destierro por unos gobiernos débiles y pusilánimes y cuyas reformas sólo han beneficiado a los grandes lobis de las eléctricas, gas, constructoras, farmacéuticas, la banca… Véanse si no los recibos de la luz, del gas el pozo sin fondo de la sanidad... Aquí las reformas laborales son sólo un cuento nefasto para la clase trabajadora, volviendo al Kunta Kinte y si guana, porque ha visto mermadas sus condiciones para vivir una precariedadque recuerda al menos sesenta años atrás.

Eso no es progreso ni mejora económica del País por más que los indicadores se empecinen en decir lo contario. La economía es una ciencia muy subjetiva y para mi es la falacia con la que nos quieren hacer vivir. Lo cierto es que la precariedad y el abuso permitido al empresariado lo único que ha logrado es una polarización económica de la que sólo los ricos salen beneficiados. La clase trabajadora soporta peores condiciones de trabajo que las que vivíamos en nuestra juventud.

Pero a mayores conviene reparar en la situación de la juventud. Nos hemos quedado sin lo mejor del País. Los jóvenes mejor preparados y más inquietos se han ido arrojados a la desesperación por nuestros políticos. Muchos, quizás, no vuelvan nunca, y comprensible es que tanto dolor, como supone abandonar todo lo querido, los aboque a renegar de su patria. Se han ido para convertirse en la tragedia del País, ante la indolencia de muchos egoístas, que sólo han pensado en sus propias circunstancias.

Craso error de los gobiernos no arbitrar medidas para retener a nuestros jóvenes. No podemos dejar caer a España en la Europa de los viejos y de las subvenciones. Necesitamos gente joven que desarrolle el País con energía y modernidad; capaz de vivir en una economía global y competitiva; innovadora en el fondo y la forma; con capacidad creativa y luchadora. Gente que saque al País de la postración, de la comodidad pesebril, dinámica y modernizadora.

Cataluña, con su elevado nivel de vida, ha sido hasta ahora, y yo quisiera que lo siguiera siendo, uno de los motores del País; pero los demás vagones de ese tren están obligados a colaborar, no siendo lastre, sino aportando motores y lugares de vida de esa juventud que es preciso, urgente y necesario recuperar. Y eso implica cambiar la política o los políticos.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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