
La comparecencia de Mark Zuckerberg, el patrón de Facebook, ante el Senador de Estados Unidos ha puesto en el ojo del huracán la política de privacidad de nuestros datos personales.
Cuando el senador de Illinois, Richard Durbin, le preguntó al magnate si le gustaría que se supiera el hotel donde se alojó por la noche y los mensajes que había recibido por su móvil, la respuesta de Mark. por una vez trajeado y encorbatado fue negativa.
En Estados Unidos se pretende resolver este tema mediante el aumento de los impuestos, no sólo a Facebook sino también a Google, Amazon y otras plataformas como Apple.
Entiendo que, en este asunto de la vida privada, privacidad es un anglicismo, se enfrentan dos puntos de vista completamente divergentes.
Por un lado existe el deseo de proteger nuestra vida privada pero, por otro lado, la mayoría de las personas desean ser reconocidas y famosas.
Un anécdota revela este caso. El gran cómico Martínez Soria decía que no salía al extranjero porque allí no lo conocía nadie. Ese deseo de notoriedad se puso de manifiesto en programas de televisión como ha sido Sálvame donde, personas sin ningún mérito especial se mostraban muy felices con su popularidad. Incluso ha habido casos de asesinos que se han sentido muy satisfechos de ser Reinas por un día, siendo noticia en todos los periódicos y telediarios.Un amigo diplomático deseaba aparecer en la portada de El País y lo consiguio,pero por blanqueo de dinero.
Stefano Quintarelli, el profesor y exparlamentario italiano ha sido un crítico persistente y profético del abuso de Facebook por su posición en el mercado y el mal uso de los datos personales. Ha sido el campeón de exigir que cada uno de nosotros seamos dueños de nuestro propio perfil. Esto, claramente, contradice el ansia que tenemos para que se nos conozca, son los dos lados de la medalla.
Claro es que las famosas profecías de 1984 con su gran hermano controlando, vigilando y dictando nuestra vida se han hecho realidad. Todo lo que escribimos en nuestros móviles, portátiles y ordenadores lo recoge Facebook y otras plataformas por el estilo.
Nos convertimos en un producto más del mercado... Si estamos obsesionados por la dieta recibiremos ofertas de todo tipo. Si lo que nos preocupa es la calvicie nos sepultarán bajo una avalancha de tónicos capilares y viajes a Turquía para implantarnos pelo.
Yo escribo mis artículos con mi BlackBerry y necesitaba otra y el resultado fue que recibí ofertas de todo tipo de móviles. Por otra parte estamos permanentemente localizados lo que puede ser bueno para la lucha antiterrorista pero resulta nefasto en las relaciones personales y no digamos en las laborales. El número de divorcios que causa Internet es astronómico. Es una fábrica de cuernos, un pret a porter de las infedilidades.
En Estados Unidos me escribe Jeffrey Sachs se ha puesto en tela de juicio la utilización comercial de nuestros datos personales y si puede ser gratuito, se ha optado por encarecerlos.
Sarah Spiekerman, una profesora de la Universidad de Viena, va más allá del aspecto meramente comercial y se adentra en la propaganda política, en la vigilancia pública y privada a la que estamos sometidos. Este asunto viene de lejos. En una entrevista concedida a nuestro profesor de cabecera durante el Foro Económico Mundial 2011, Sarah le dijo a Jeffrey que el mercado de datos personales se convertiría en el nuevo petróleo para la economía.
Por ello, más de mil compañías se pusieron fabrilmente a cosechar este nuevo y fabuloso mercado y le dijo a Sachs que no sólo Facebook, Apple y Amazon tienen nuestros datos sino que hay otras plataformas también como

Acxiom, Oracle, BlueKai que poseen milliares de perfiles sociopsicológicos y atributos personales de millones de usuarios tecnológicos.
La Caja de Pandora está abierta y es imposible poner trabas al mar. Hablar de prohibiciones éticas creo sinceramente, que es una pérdida de tiempo y es más inteligente tratar de conseguir un provecho de este fabuloso proyecto que nos brinda esta tecnología sin fronteras.
Tenemos que construir nuestros propios bunkers y refugios antiatómicos o utilizar la astucia para encubrir nuestras vidas personales. Tarea casi imposible...
La cuestión que nos plantean Jeffrey Sachs, Quintarelli y Spiekerman es cómo conseguir que Internet sea un instrumento democrático, transparente, justo y respetuoso de los derechos personales. Como se ve, ante el avance imparable de las nuevas tecnologías, será cada vez más difícil que nuestros mensajes, nuestras reflexiones, nuestras conductas puedan mantenerse ocultas.
La respuesta, amigos, no es otra que la creatividad.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com