
El movimiento anarquista esta de enhorabuena. Las calles se llenan de gente vociferantes ansiando cambiar el orden establecido. Las mujeres y los pensionistas reivindican sus derechos. Existe un marcado rencor, ante la corrupción, es un hartazgo generalizado. Se ensayan nuevas formas de participación ciudadana. Todo debe estallar.
En España los libertarios fueron muy activos en la República y en la guerra civil. Tierra y libertad. La expropiación violenta de la tierra y el colectivismo agrario. Ni Dios, ni Papa ni Rey. Quema de iglesias. Subversión en pos de la ansiada libertad.
Es cierto que los libertarios actuales se mueven en los límites de una sociedad aburguesada y que después de la protesta la vida sigue como todos los días. Sin embargo los momentos de explosión. De ponerlo todo patas arriba, están a flor de piel. El españolito justiciero saca la pezuña.
La españolita por su parte está desatada, quiere acabar con el machismo, incluso las lectoras de Corín Tellado, están en agitación permanente. No quieren príncipes azules, ni ser las esclavas del hogar, se rebelan contra la maternidad, sin decirlo tienen envidia del pene. Ahora que se han borrado las fronteras entre los sexos. Buscan nuevos espacios.
Los rebrotes del nacionalismo movilizan a los españoles la revuelta catalana ha exacerbado los animos. Cortejos de banderas de uno y otro signo hacen el agosto de los vendedores de banderas.
Es la vuelta de los anarquistas solapada pero constante. Es un estado de ánimo que se palpa a poco que se tenga sensibilidad social. Es un salto al vacio. Es un clima que hace propicio el cambio, aunque nadie sepa a donde nos va a conducir. Es un síntoma prerevolucionario.
Nuestros demonios particulares desfilan ante nosotros. Nuestra democracia es muy fragil y los populistas están preparando sus sopletes para incendiario todo, son piromanos hambrientos de tierra quemada.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com