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Odio a un niño

martes, 20 de marzo de 2018
La opinión pública está estremecida por la desaparición y muerte de un niño. Un delito de odio, de venganza, sirviéndose de la infancia. Este caso sucede cuando Odio a un niñotodavía no se ha olvidado el descubrimiento macabro del cuerpo de Diana Ker. El próximo jueves se discutirá en el Congreso la revisión de la versión española de cadena perpetua.

Los padres de las últimas víctimas neumáticas han hecho una campaña estupenda de recogida de firmas contra la revisión de esta pena tan sólo después de veinte años.

El Partido Nacionalista Vasco es el que promueve este rechazo de la cadena perpetua. Lo apoyan los nacionalistas y las izquierdas populistas y no.

Los nacionalistas se oponen porque temen que se aplique a sus políticos presos que ellos llaman presos políticos, este tipo consistente en una privación de libertad. Como viven en un romanticismo de cartón-piedra temen que a sus héroes les pongan los grilletes de por vida.

Las izquierdas populistas como Podemos y los Socialistas parten de la creencia rousoniana de que el hombre es bueno y es la sociedad la que lo pervierte. Un buenismo a tope les convierte a viles asesinos en corderos golpeados por el destino. Frente a todo esto existe la evidencia de delitos repugnantes cometidos por personas desquiciadas y malvadas. Para los cristianos el demonio saca sus pezuñas.

En los delitos existen las modas como en el comercio. Y, últimamente, se estila vengarse en los padres para justificar un desamor, una separación, unos cuernos más o menos alegosos será también el odio al niño como venganza contra la vida naciente, como la matanza de inocentes en tiempos de Herodes.

Las cámaras ocultas han mostrado a virtuosas cuidadoras maltratando a los niños e incluso tirándolos por la ventana. Este tema del odio al niño es muy espinoso, produce un morbo tremendo y revuelve a la ciudadanía.

No estamos tratando de los pedófilos cuya deformación vital les lleva a satisfacer sus apetitos con niños indefensos. Los Efebos y las Lolitas merecen capítulos aparte que en la antigüedad greco-romana abundaban estos casos. Aquí nos meteríamos en berenjenales resbaladizos... Dejemos pues, para otro artículo, este tema de los adolescentes.

Aquí hablamos de asesinatos espeluznantes, de hombres y mujeres sin piedad, de mitómanos ansiosos de notoriedad.

La pregunta no retorica es si son recuperables o no este tipo de personas. Los voladores parece que no, vuelven una y otra vez a las andadas. El odio es permanente o es accidental? Es la pregunta del millón.

Realmente entre una condena a puerta y una cárcel a vida es muy difícil evaluar qué es peor para el asesino. Se banaliza la estancia en la cárcel como si fuera un campamento de verano. En los países latinos es muy difícil que no se imponga la compasión por el delincuente. Se protege más a los terroristas vigilando si son o no torturados mientras sus víctimas yacen en los campos santos o en los crematorios. Se impone una política de armonía entre las familias y las personas. Humanizar el amor y quitarle su carga erotica destructiva. Una difícil reeducación que, tal vez, nos dejaría sin los arrebatos y versos de Pablo Neruda.

Una educación en valores y religiosa que resalte los valores de la familia y las relaciones humanas.

Hasta qué punto una educación a la armonía eliminaría el odio hacía los niños es una pregunta imposible de contestar pues existe el mal cuya encarnación para unos es el diablo, el malvado y, para otros, es un tipo de enfermedad mental degenerativa y, aquí entraríamos en terreno psicoanalista. Ante el horror del asesinato de un niño se impone el castigo y esta prisión perpetua renovable es una buena respuesta de la sociedad. El que la hace la paga. La sociedad tiene el deber de erradicar a los elementos malignos incompatibles con una sana vivencia. El niño es el tabú y no se puede asesinar el futuro. Amigos parlamentarios ¡que no os tiemble el pulso!

¡Ayudad a los padres doloridos que exigen justicia!
¡Hacedlo en nombre de vuestros hijos y de las generaciones futuras!

Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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