Nuestro amigo Jeffrey Sachs está escandalizado por la ignorancia de su Presidente en materia económica. En sus baladronadas habituales Donald se ha descolgado diciendo, que las guerras económicas son buenas y favorecen a los Estados Unidos. La imposición de aranceles para la importación del 25 por ciento para el acero y del 10 por ciento para el aluminio. Como avilesino de adopción esta medida puede tener muy malas consecuencias para nuestra principal industria. Las acciones del acero han encajado grandes pérdidas, aunque hayan subido en Estados Unidos, pero Wall Street ha registrado un descenso global superior al uno por ciento. Sachs apunta que las guerras comerciales al comienzo de los años treinta desembocaron en la Gran Depresión, con las trágicas secuelas en la memoria de todos.
Además de su desconocimiento supino en materia de leyes económicas el profesor Sachs atribuye esta nueva ocurrencia de Donald a tres percepciones equivocadas. Veamos las falacias del rubicundo Trump.
La primera es creer que el gran déficit comercial que tiene su país con Alemania y China se debe a que le engañan. Algo así como si cuando tienes deudas en vez de culparte a ti mismo le echas la culpa a los acreedores. América ahorra muy poco y consume mucho. Debe muchísimo, como es lógico. Lo mismo que ha hecho toda su vida como empresario.
La segunda es pensar que estas medidas arancelarias pueden beneficiar a su economía. Totalmente falso rebate Jeffrey. Pueden ser positivas para U.S.Steel, pero perjudiciales para el resto, pues al encarecerse las importaciones de acero y de aluminio se penaliza a las empresas estadounidenses, que pierden competitividad, al elevarse sus costes de producción.
La tercera es estimar que estas medidas proteccionistas pueden perjudicar a China y a la Unión Europea. Sachs lo tilda de patético. Lo que en Asturias traduciríamos como el miedo que tienen los obispos a los curas. Ninguno. Tanto China como Europa no perderán tiempo para ejercer su represalia contra las exportaciones de Estados Unidos y además las empresas americanas perderán el rebufo de la pujanza comercial China que podrá encaminarse a Asia y otras zonas del mundo de África, Sudamérica y Europa.
El mercado de trabajo, una de las razones por la que los supremacistas blancos han votado a los
republicanos de Trump, pero puede quedarse en un repunte momentáneo, cuando la industria pesada ha pasado de emplear un millón doscientos mil trabajadores a finales de 1970 a los 375.000 actuales, por la repercusión de la automación creciente, de la segunda revolución industrial, de la digitalizacion.
La Unión Europea ha afilado sus uñas por medio de la Comisaria Cecilia Malstrom y la OMC, la Organización Mundial del Comercio ha denunciado la violación de sus reglas. Por su parte un exministro chino ha declarado que a ellos no les atemorizan las amenazas de Trump. Y nuestro profesor Jeffrey Sachs sentencia que para beneficiar al empleo y elevar el nivel de vida hay que aumentar la inversión en la educación, investigación para el desarrollo, avanzar en las energías alternativas y potenciar las infraestructuras. Con la política de recortes en ciencias y tecnologías, se incrementan los riesgos de indefensión ante los incendios forestales, huracanes, tsunamis, terremotos y el calentamiento global.
Por lo que habría que haber mandado a Donald Trump a la Facultad de Económicas, para hacerse con el ABC de la Economía, pero en este caso como en el relato del monaguillo de Somerset Maugham, si hubiera tenido educación no hubiera sido millonario. Donald puede ser medio analfabeto, pero es multimillonario de dólares y algunas malas lenguas dicen también que de deudas.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
