Pasadas las jornadas calientes de Cataluña en que como Josué el sol se paraba ahora empiezan a surgir las cuestiones sociales y se reabren las hostilidades. A mi juicio, que es la frase de ritual, han brotado dos temas aparentemente alejados uno de otro, pero unidos por un cordón umbilical. Las pensiones y el sexo de los adolescentes.
Como en el 15M las calles de las principales ciudades se poblaron de cabezas encanecidas, que sorprendieron por su número y su audacia de manifestarse a las puertas mismas del Congreso, o habrá que decir Congresa, ahora que se le quiere quitar la coletilla "de los diputados" por machista. La protesta se dirige contra la subida del 0,25, que se juzga muy por debajo de la inflación, con lo que las pensiones pierden su valor adquisitivo.
Podemos, que empieza a dar boqueadas a falta de avanzar en las medidas sociales en los ayuntamientos que gobierna y aquejada por la sequía cerebral de su líder Pablo Iglesias, hace un último intento, en sordina, de sembrar el caos, para acabar con la Monarquía y el orden constitucional vigente, e imponer la anarquía, para ello es fundamental interrumpir a toda costa la mejora económica y desarmar el apoyo que los jubilados dan al Partido Popular. Es imprescindible acentuar el declive demográfico para hacer saltar la financiación de las pensiones, parece paradójico, pero no lo es.
Los sindicatos, que están muy de capa caída, debilitados por la corrupción y la derechizacion de los trabajadores, han creído encontrar el maná, en el descontento de los pensionistas. Atacan con fuerza a los bancos y a los miles de millones, a su juicio dilapidados en su rescate. El gobierno alega que hace falta crear más empleo para que mejore la seguridad social y el sistema de prestaciones. El PSOE se decanta por subir los impuestos y propone una revalorizacion par a la inflación.
Los de Podemos manejan su arma demográfica con una ecuación muy sencilla. La familia es el semillero de hijos y cuanto más se la debilite, mas pronto estaremos llegando a la ansiada revolución. Proponiendo que desaparezca la actual diferencia de sexos entre hombres y mujeres y facilitando que los adolescentes puedan elegir lo que quieren ser e incluso pagarles los tratamientos de cambio de sexo, se consigue difuminar las leyes naturales de propagación de la especie y se apunta a un paraíso de los diversos.
Sin una política de natalidad el envejecimiento de la población española se desboca y el porcentaje entre jóvenes y mayores, nacimientos y defunciones se invierte. Si hace falta que trabajen dos o tres cotizantes para mantener las pensiones, el panorama es muy difícil cuando se llega a uno que trabaja y otro que cobra la pensión.
Este arma demográfica, que podría ser paliada, por los emigrantes que ponen el trabajo y los hijos, para facilitar el mantenimiento de esas castas, a las que las políticas ciegamente antinatalistas nos están llevando, se han atascado por nuestra crisis económica, que impide o mitiga, un nuevo tipo de explotación que consiste en que los hijos los hagan ellos, los parias de la tierra, mientras nosotros inventamos la mujer nueva y el hombre domesticado. Una cortina de humo, para engañar al personal.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
